1.2

1245 Words
Es ahí cuando me doy cuenta, que eso no es una casita. Es un mausoleo. Como ya sé que mamá se aterra con cosas así, decido darme la vuelta y llevarla dentro, ya le diré mañana sobre esto, pero prefiero que al menos esta noche la duerma tranquila. —Mamá, vamos dentro. Estoy muy cansada…—miento. —Oh, claro. Vayamos a buscar las habitaciones. —Vamos —y le paso un brazo por los hombros para evitar que ponga atención en el mausoleo que dejamos atrás. El segundo es piso nos da la bienvenida a través de unas escaleras de caoba. La pared en donde debería haber fotografías está vacía, ni siquiera hay marcas de que en algún momento hubiera marcos. El pasillo que se nos presenta es ancho y todas las puertas son blancas. —Yo por la derecha —anuncia mamá. Para que yo de inmediato me vaya por el lado izquierdo. Abro las puertas de una en una, la primera habitación es una salita, como de lectura y un ventanal la conecta con el balcón gigante que vimos desde afuera de la casa. La siguiente puerta lleva a una habitación empolvada con algunos muebles cubiertos bajo espesas sabanas. Al otro lado del pasillo hay otra recamara, pero esta tiene un pequeño balcón que se asoma al jardín de atrás. Está habitación me gusta, tiene una cama con una intrincado adorno metálico en la cabecera, pero en el centro no podía faltar una mariposa. Creo que la temática de la casa son las mariposas. El piso de madera cruje, y hay varios tapetes, uno bajo la cama, otro bajo el sillón individual que se orienta en dirección al jardín trasero, hay un ropero enorme, una mesita y su propia silla a juego. Las cortinas están ya muy viejas y no me gustan. El papel tapiz es blanco con gardenias rojas, y hay un espejo largo y con un precioso marco de madera que se posa al frente de la cama. La última puerta que me falta por revisar resulta ser un baño en color jade, con una tina por la que solo sale agua fría. —¿Qué tienes? —me llama mamá en voz alta. Salgo del baño mientras le respondo —Dos habitaciones, una salita y un baño. Yo tengo una biblioteca, una habitación enorme, un cuarto extraño que no se para que sea o haya sido y una sala con un pianoforte —guardamos silencio mientras pensamos—. ¿Elegiste algo? —inquiere. —Sí, hay una habitación en el ala izquierda que me gusta mucho. Hay otra habitación enfrente, quizá la puedas…—pero al ver que mamá se muerde el labio, sé que encontró algo que le fascino—. A verla —pido haciendo referencia a su habitación. Sigo a mamá, que entra en una habitación que tiene dos puertas que se deslizan. Y quedo maravillada, porque ahí los tonos son dorados y crema, con una cama que parece más royal que otra cosa. Tiene un sofá largo que parece más bien un lugar para que poses desnuda y te retraten. Hay lámparas a ambos lados de la cama sobre buros de madera blanca. El papel tapiz hace juego, porque de alguna manera es el único que no tiene flores, y en su lugar, es de un rojo agradable y liso. Tiene su propio closet, con mucho espacio, y del otro extremo están los ventanales y su puerta de cristal que llevan al balcón del frente de la casa. El mismo que se conecta con el cuarto de lectura del lado izquierdo de la casa. —Excelente elección, mamá. Esa noche nos las apañamos con unos sándwiches de crema de cacahuate. Sacudimos el polvo de las habitaciones y nos propones que mañana temprano ambas haremos algo mayormente productivo. Mamá irá a su nuevo empleo, cortesía de Shannon y la fundación, y yo acudiré al colegio de Richfort. Cuando me dejo caer en la cama, es cuando siento realmente todo el cansancio, la espalda me duele mucho, las piernas las siento pesadas y mi cabeza no deja de palpitarme. Suspiro un par de veces y me giro en la cama para encontrar una buena posición, sin embargo, el colchón tiene unos resortes tan escandalosos, que al final, opto por quedarme con la mirada al techo. Hace calor, así que me dejo la ventana abierta, y puedo escuchar las cortinas deslizarse y chocar entre sí, son como plumas. Empiezo a sentir el sueño atraparme, mis parpados se vencen y mi cuerpo se relaja. Pero por debajo de eso, mi parte consciente, se da cuenta del sonido ajeno a mi propio cuerpo. La madera cruje de forma lenta, y entonces los resortes de la cama se hunden como un lamento. Algo recorre mi mandíbula, es áspero pero suave a la vez, y está caliente. Siento asco al imaginar que es una araña, así que solo le doy un manotazo y me giro, estoy tan cansada que no tengo ganas de gritar o despertar por completo. Y de la nada, pasa lo impensable. Caigo en cuenta de que lo que toque con la mano, era mucho más grande que una araña. Recostada de lado abro los ojos de golpe y trato de analizarlo. Mi corazón se acelera en cuanto escucho una segunda respiración, esta es pesada y ahora siento a la perfección que hay otro peso acompañándome en la cama. —Mierda…—masculló pero no giro porque tengo miedo. Algún gato>>. Trato de creer que debe ser algún animal así. Mi cuerpo hace de las suyas y comienzo a sacudirme mientras exhalo de forma irremediablemente aterrada. Y como si todo fuera empeorar, escucho unas cadenas. —No, no, no…—contengo mis gritos mientras lucho por despertar del sueño, al menos quiero creer que es un sueño. He visto demasiadas películas de miedo, como para saber que lo que sigue es que algo o alguien asesinan a la chica mientras duerme. —Déjame, déjame, déjame —repito mientras sigo congelada sin poder girar para ver lo que es. Y mis ruegos parecen surtir algún efecto, porque las cadenas dejan de tintinear y su peso cae sobre mi estómago. Son frías y pesadas, demasiado pesadas. —De acuerdo…—me responden. Siento que la vida se me va, que mi alma sale corriendo despavorida. La voz es masculina. Pero suena tan rota que me produce un shock instantáneo, lo suficientemente fuerte como hacerme girar lista para lanzar una buena patada al intruso. Y…Lo que veo, me petrifica. Ojos violetas, de un purpura que se me antoja mordaz. Cejas gruesas, cabello rubio y hasta la barbilla, desaliñado, pero no por eso desagradable. Su rostro es extrañamente fascinante, lleva el torso descubierto y las cadenas van a parar a su cuello, donde un aro metálico lo rodea. Pero lo que me deja sin habla, es que en la espalda lleva algo, y al poner atención me doy cuenta que son alas, alas blancas y completamente destrozadas. Regreso mi rostro al de él, quien no ha dejado de seguirme con la mirada. Sus ojos se clavan en los míos, y es cuando levanta un brazo fuerte y lleno de cicatrices que me alejo hasta chocar con la pared y golpearme con el metal de la cama. Y todo de pierde. El hombre apuesto de ojos violetas desaparece y me quedo en las tinieblas mientras me repito: ¿Era algo o alguien?
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