26. Felicidad Bajo Amenaza

1664 Words
[GAEL] 2 días después: 16 de octubre De regreso a Madrid después de un viaje que estuvo lleno de vaivenes y cambios que nos han afectado a los dos. Después de aquel desayuno y de ese nuevo inicio entre nosotros, las cosas se han mantenido lo suficientemente estables para que ninguno de los dos quisiera salir huyendo nuevamente. Por mi parte he respetado sus espacios, sus tiempos, y no he pedido nada más de lo que ella quisiera darme. No negare que el tenerla tan cerca para algunas cosas, pero tan lejos para otras, sigue siendo un reto. He procurado recibir tan solo lo que ella quisiese darme, aunque por dentro siempre me quedara con ganas de más. También he hecho un gran esfuerzo por comprender los motivos que le han llevado a hablar con Joel y explicarle un poco la situación entre ella y yo. «¿Acaso ella pretendía darle una oportunidad en algún futuro cercano?» No lo tengo muy claro, solo sé que ayer Joel ha venido a hablar conmigo y me ha dejado saber que mantendría la distancia con mi esposa, cosa que agradezco infinitamente porque no quiero arruinarlo todo nuevamente con una escena de celos. Dejo mi maleta en mi habitación y me dejo caer de espaldas sobre la cama. Los términos de nuestro matrimonio aún no han cambiado demasiado. Si me permite besarla, si me ha permitido dormir a su lado en Paris porque no nos quedaba de otra, pero al llegar a esta casa; las cosas parecen mantenerse iguales. Ella en su cuarto y yo en el mío. «Vaya situación la mía.r Cierro los ojos, me dejo llevar por mi imaginación hacia aquellos días donde éramos completamente felices, pero un ruido demasiado fuerte me hace sobresaltar, el ruido parece provenir de su habitación, es como si algo se hubiese roto. De inmediato me levanto de la cama, y salgo prácticamente corriendo hacia su habitación. Estoy a punto de llegar cuando escucho nuevamente un ruido de algo rompiéndose; pareciera ser vidrio o algo así, pero es el escucharle gritar lo que me hace dar más prisa. Abro la puerta de su habitación sin siquiera golpear la puerta y me quedo impactado ante lo que veo frente a mí. Ella esta arrinconada en una de las esquinas de su habitación con un jarrón en la mano, frente a ella hay dos adornos de porcelana completamente rotos en el suelo y cerca de ella está él con una navaja en su mano. —¡¿Cómo rayos has entrado a nuestra casa?!— Le pregunto con un tono amenazante mientras que analizo cómo enfrentarlo sin que ella salga herida. Sus ojos negros se clavan en los míos a modo de amenaza y el odio que siento hacia él pareciera incrementar a cada segundo. —Creía que cuando nos volviésemos a ver, preguntarías que tal la había pasado aquella última noche con la ahora tu esposa, ¿no te ha importado verla en la cama conmigo? ¿O es que acaso has disfrutado el ver cómo me la follaba?— Me pregunta y con cada una de sus palabras siento más ganas de romperle la cara a golpes. —¿Qué es lo que quieres? ¿No has tenido suficiente con violarla? — Le reclamo dando dos pasos más hacia él, pero me muestra la navaja. —No te acerques. No lo hagas si no quieres que lastime a esos bebes que debieron ser míos. — Me amenaza acercándose más a ella. —Deja a Serena y a mis hijos en paz. Arreglemos las cosas entre tú y yo, ¿Qué es lo que quieres?— Le exijo, pero por dentro estoy muerto de miedo de que este lunático le haga daño a ella o a nuestros hijos. —Que pregunta estúpida la tuya, la quiero a ella.— Me dice y luego la mira a ella —Ven cariño, ven conmigo y te prometo que no le sucederá nada a esos niños.— Le dice y a cada palabra que dice, más puedo notar el trastorno mental que sufre. —Ella no ira a ningún sitio contigo.— Digo dando un paso más, pero el verlo tan cerca de ella me hace detener. —¡No te me acerques!— Le grita ella y para mi sorpresa rompe el jarrón de cristal dándole un golpe contra la pared y así quedándose con un pedazo de vidrio afilado en su mano. La observo quejándose del dolor y al ver su mano me doy cuenta la manera en la que se ha cortado. —Pedro, no seas imbécil. Tu no quieres terminar en la cárcel.— Le digo del modo más calmado que puedo e intento distraerle para sacar el móvil del bolsillo de mi pantalón. —Tú no sabes lo que quiero. — Me dice y luego la mira a ella. —Cariño, me he equivocado contigo, pero tú sabes perfectamente que no puedo vivir sin ti.— Le dice. Aprovecho esta breve distracción para quitar el móvil de mi bolsillo y marcar el 112. —Tú tienes tu familia, vete con ellos... déjame. — Le insiste mostrándole el trozo de cristal —No te me acerques porque esta vez te juro que te mato antes de que me vuelvas a tocar. — Lo amenaza. —Pedro, guarda ya esa navaja por favor. Tu no la quieres matar. — Digo con la única intención de quien sea que haya contestado mi llamado pueda saber lo que sucede. —La prefiero muerta antes de que este contigo Martí.— Me dice y vuelve a mirarla. —Vente conmigo cariño.— Le pide acercándose más a ella. Las miradas entre ellos dos hacen que él se distraiga por lo que parece ser un corto minuto y no sé si es por valentía o miedo que me atrevo a ir rápidamente hacia él y hacerle una llave en el cuello con mi brazo —No te muevas. — Le advierto mientras que con mi otra mano sujeto su mano para que así suelte la navaja. —¡Suéltame!— Me grita e intenta zafarse, pero hago mi mejor esfuerzo para sujetarle con más fuerza. —Serena, amor, aleja la navaja. — Le pido al verla tan bloqueada y después de lo que parece ser una eternidad, ella patea la navaja hacia el otro lado de la habitación. —Ve a la puerta, la policía debe estar por llegar.— Explico mientras sigo forcejeando con Pedro. Ella me mira y tarda un poco en reaccionar, pero finalmente sale de la habitación. —Con que haciéndote el héroe. Bien que has disfrutado viendo cómo me la follaba con ganas.— Me dice haciendo que una fuerza inexplicable se apodere de mí y me haga querer ahorcarle. —¡Cállate la boca basura!— Le digo prácticamente ahorcándole. No sé si es el sentirle ahogándose o la rabia que siento, pero no puedo soltarlo. Es la primera vez que me siento así. Lo mataría yo mismo, pero puedo sentir el ruido de unos cuantos pasos acercándose y decido detenerme. Al mirar hacia la puerta hay varios policías armados entrando y de inmediato les acerco a Pedro —Ha entrado a nuestra casa y ha amenazado a mi esposa con una navaja. — Explico —La navaja está allí.— Señalo mientras le esposan. Veo la escena tal como si fuese una película y no puedo creer lo que acabo de vivir. —Su esposa y usted tendrán que venir a prestar declaración. — Me explica uno de ellos mientras que los otros se lo llevan. —Sí, pero ¿podría ser mañana? Es muy tarde, mi esposa está muy asustada y está embarazada. — Explico y agradezco que estén dejando a un lado quien soy. —Por supuesto, mejor le enviaremos un agente aquí mañana temprano, ¿de acuerdo? — Me explica. —Si...— Respondo, pero honestamente no tengo cabeza para nada. Solo los veo salir y salgo de la habitación también para ir a buscarla a ella. Es tan solo bajar la escalera y verla sentada en el sofá del salón mientras ve como la policía sale con Pedro de nuestra casa. Está llorando a mares y su ropa esta manchada con sangre al igual que parte del sofá y el tapete que está en el medio del salón. —¿Te encuentras bien?— Pregunto totalmente alarmado y me acerco a ella. Asiente como puede —Supongo que sí, no lo sé. Estoy muy asustada aún.— Me confiesa y al arrodillarme frente a ella me doy cuenta de que es su mano la que sangra sin parar. —Lo sé mi amor, yo también tuve mucho miedo. — Digo acariciando su rostro –Déjame intentar curar tu mano, si no se detiene el sangrado tendré que llevarte al doctor. — Explico e intento ponerme de pie, pero ella me detiene. —No me dejes, tengo miedo.— Me pide tal como si fuese una niña pequeña. —No lo hare, solo iré por el botiquín y a cerrar todas las puertas. No sé por dónde ha podido entrar.— Explico. —Uno de los policías ha dicho que fue por la puerta del jardín. Ha roto la cerradura.— Me dice. —Ya, ¿quieres que nos vayamos de aquí esta noche?— Propongo. —No, solo quiero que no te separes de mi.— Me vuelve a pedir. —No lo hare. — Le aseguro y beso su frente. –Solo déjame ir por algo con que curarte y a trabar la puerta con algo hasta que llame al cerrajero, ¿sí? — Le explico y ella tan solo asiente. Me mata el verle así de asustada. Me dan ganas de golpear a ese imbécil hasta que se le olvide su nombre. No puedo imaginar que hubiese sucedido si llegaba tarde. No podría perdonado el no estar para ella una vez más.
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