2. Recuerdos no gratos

2186 Words
❥•༻Kai°❀ —¿Todo bien, hija? —interroga Helga, cuando entramos al apartamento. —Sí —suspiro—. ¿Se nota lo mucho que me gusta Emmett? —Un poco, sobre todo si aprovechas una turbulencia para caer sobre sus piernas—menciona divertida. —¡Estabas despierta! —grito. —Hay ocasiones en las que es mejor pasar desapercibida —se ríe. —Olía tan bien, que podría haberme quedado sobre sus piernas el resto del viaje —tomo aire llenando mis pulmones al revivir el momento. —Emmett me parece un buen chico, pero tengo entendido que no quiere formalizar —advierte–. No te enamores, hija. —Si bien me siento atraída por él, no sé si quiero volver a tener una relación estable, Helga, el temor de que me vuelva a pasar lo mismo que con Farren, siempre está latente. —No todos los hombres son iguales —señala. —Tal vez, no olvido que Farren era bueno al inicio de nuestra relación, nunca fue cariñoso o detallista, pero se portaba bien, por algo me enamoré de él. Todo empeoró en el momento que formalizamos nuestra relación, empezamos a discutir por cualquier cosa, mi forma de vestir, mi maquillaje, incluso mi cabello, en especial se hacían presente los celos, no quería que conviviera con nadie. Pero fue en los últimos años que todo se derrumbó, comenzó a tener problemas de impotencia; me culpaba por estar demasiado delgada y nada apetecible —recuerdo sus palabras como si fueran recientes y puedo sentir ese mismo dolor en la boca del estómago—. A partir de ese momento, cualquier pretexto era bueno para golpearme, que no lo excitaba, que no cocinaba bien, que no limpiaba, en fin, siempre había alguna excusa para gritarme o levantarme la mano, me repetía que era mi culpa y yo llegué a creerle, Helga. —Ya no lo recuerdes, hija, no vale la pena —murmura con pesar. —Creo que eso nunca me dejará ser feliz, temo que al formalizar todo cambie y se arruine mi intento de ser feliz nuevamente. —Eres muy joven, ya verás que la vida te recompensará. —¿Con un Marine? —bromeo. —O con un abogado como Ezequiel —sonríe—. No me vas a negar que es un gran hombre. —No, pero lo veo como un amigo, nada más. —Bueno, nada perdía con mencionarlo —se encoge de hombros—. Creo que él sí quiere algo serio y formar una familia. —Tal vez —suspiro—. ¿Por eso te agrada? —Sí —afirma—. Me parece que cambiaría tu vida de manera favorable. —No lo sé, si bien bromeo con que quiero un Marine para navidad, no estoy segura de cómo reaccionaría si se hiciera realidad—tuerzo la boca—. Mejor vamos a descansar, mañana empieza la rutina y estoy agotada, dejemos de hablar de algo que no pasará. Nos despedimos y voy a mi habitación, tenemos alquilado un pequeño apartamento, tiene dos habitaciones, un baño, cocina pequeña, pero con todo lo necesario, la sala y el comedor son una sola estancia; tenemos muebles sencillos y algunos cuadros con frases motivadoras que intento leer a diario. Me pongo la pijama, voy al baño a cepillarme los dientes y regreso a la cama. La boda de Ainara y Dominic fue preciosa, son una pareja que inspira, a pesar de las adversidades han sabido sobrellevar todas las situaciones y eso me hace pensar que el amor verdadero existe, aunque no para todos o al menos no creo que para mí. Además tienen el privilegio de tener amigos encantadores a su lado, amo a Elna con sus pendientes que expresan lo que siente, Romeh, alegre y divertido, Cael parece serio, pero agarra confianza y bromea demasiado, me cae muy bien, y Kyle, es bastante coqueto y amigable. Con Ezequiel hablo en algunas ocasiones, sé que es un buen hombre, pero no me provoca lo mismo que el guapísimo Marine, Emmett tiene algo que me llama demasiado la atención y con su uniforme de gala, impone de una manera increíble, desde el día que lo conocí me impresionó gratamente y no lo puedo sacar de mi cabeza. Suspiro y en ese momento suena mi teléfono, es un número desconocido. —Hola —respondo y aguardo unos segundos esperando respuesta—. ¿Hay alguien ahí? —insisto, al ver que no responden cuelgo y dejo mi teléfono cargando. Por mi mente pasa Farren, pero cambié el número de teléfono hace tiempo, así que dudo mucho que tenga que ver con él. Lo último que supe, es que la está pasando bastante mal en la cárcel, hay un grupo con el que ellos tenían problemas y parece que se la pasan metidos en pleitos. Cierro los ojos y recuerdo nuestra ultima pelea, llegó completamente bebido casi al amanecer, pidiéndome algo de cenar, me levanté para prepararlo y después me dijo que quería tener sexo, no entendí que sucedía, pero llevaba algunos años sufriendo disfunción, me arrancó la ropa y al verme desnuda se molestó, me dio una cachetada y me pateo varias veces, me cubrí la cara con mi brazo y me lo rompió dándome con la bota, su frustración por su problema s****l se lo desquitaba conmigo. Yo lo justificaba pensando que era mi culpa, tal vez ya no lo provocaba como antes, creo que solo al inicio de la relación estuvimos bien en ese aspecto, porque en ese tiempo al menos me besaba y acariciaba, después, solo rogaba que terminara rápido y se acabara el incómodo momento en el que me hacía sentir utilizada. Mi psicóloga dice que no lo amaba, pero me repetía tanto lo poco que valía, que llegué a creerle, me sentía culpable de todo. Después de golpearme se arrodillaba y me pedía perdón, prometiendo que no pasaría nuevamente y que lo hacía porque yo lo provocaba, yo terminaba cediendo, hasta que lo hacía de nuevo, y así, pasaron los años sin que pudiera sentirlos como si fuera un bucle en el que me mantenía dando vueltas sin más opciones. Helga insistía en que saliera de ahí, pero no es fácil, son tantos años pensando que estaba mal y que yo era el error, que me parecía imposible dejarlo. Desde afuera parece algo simple de hacer; sin embargo, tienes que vivirlo para entenderlo, sabía cómo manejarme psicológicamente, tenía las palabras exactas para convencerme y eso era peor que el abuso físico. No fue hasta que llegó Ainara a mi vida y pude ver que había algo más, además de contar con la ayuda de Dominic que fue crucial, ya que al alejarme por completo, Farren no pudo encontrarme y sus amigos tampoco, eso me permitió despejar mi mente y sentirme libre después de tanto tiempo. Mis primeros días en terapia fueron complicados, dudé muchas veces en dejar todo y regresar al infierno al que ya me había acostumbrado; no obstante, fui entendiendo poco a poco lo equivocada que estaba. Aprendí a valorarme, sigo por ese camino, tengo días en los que me miro al espejo y veo aquella chica asustada que se sentía poco agraciada, hay otros en los que puedo ver brillo en mis ojos y me siento hermosa, así que valoro cada día, bueno o malo, me fortalece para continuar, además, después de la muerte de Joha, una chica que conocí en la clínica de apoyo, me prometí ver siempre las mejores cosas de la vida e intentar disfrutarlas, ahora escucho música, bailo, aprecio la naturaleza y amo las flores, porque a pesar de las adversidades siguen floreciendo. Abro los ojos y me limpio las lágrimas, ni siquiera noté que estaba llorando. Hago algunas respiraciones, alejando todos los recuerdos no gratos y abrazo mi almohada dejándome llevar por el sueño. Despierto un poco antes de que suene la alarma y voy directamente a la ducha, tengo sueño, pero el trabajo me espera, por el momento estoy trabajando en un restaurante como mesera ya que los horarios me permiten tomar mis clases por las tardes, quería trabajar en una escuela, pero no estoy segura de quedarme mucho tiempo aquí en Memphis, ahora que Farren y sus amigos no están, tengo pensado volver a Nashville, solo que me ha costado tener el valor suficiente para hacerlo y mientras tanto, tengo que seguir. Me cambio rápidamente y Helga ya está en la cocina. —Buenos días —saludo. —¿Descansaste hija? —pregunta, preocupada—. Tienes los ojos hinchados. —Estoy bien, Helga —aseguro y me entrega una taza con café—. Gracias —digo, dando un sorbo. —¿Vas a desayunar? —No, comeré algo en el restaurante, ¿a qué hora te vas? —indago, desde que llegó trabaja cuidando dos niños en una granja cercana, a pesar de que nos queda algo alejada la ciudad, decidimos vivir a las orillas de Memphis. —Me voy a las nueve, es probable que no regrese por unos días, me acaban de avisar que el matrimonio saldrá de viaje y me quedaré con los pequeños. —Está bien, cualquier cosa no dejes de avisarme. —Por supuesto, hija —le doy un beso y me voy, tengo que tomar el autobús y si se me pasa, no llegaré a tiempo. Al llegar al restaurante me pongo a trabajar casi de inmediato, a pesar de ser lunes, está bastante concurrido. —Estoy agotada —murmura mi compañera, Gala, llegó hace unos meses de México, habla poco inglés, pero es muy trabajadora y en mi caso gracias a mi trabajo anterior y a Helga, hablo buen español, así que hemos hecho una buena amistad. —No parece lunes –digo, mirando las mesas llenas. —No, creo que nadie quiere cocinar hoy —resopla. Gala tiene veintiocho años, se vino huyendo de un tipo que la acosaba, era un político prestigioso y ella era su asistente, intentó pasarse de listo y la culpó de robo cuando ella lo quiso denunciar, el que era su novio se puso del lado del político, incluso le propuso que se acostara con él para solucionar todo favorablemente, por lo que tuvo que salir huyendo. En todos lados existen las injusticias y los malditos narcisistas. Aquí vive con sus tíos, pero está ahorrando para irse a vivir sola, es una chica muy guapa, tiene el cabello cobrizo por debajo de los hombros, sus ojos color miel trasmiten mucha paz y tiene una figura estilizada, se nota que llevaba una buena vida. La admiro por no dejarse vencer tan fácilmente y defender su integridad, no ha sido fácil para ella llegar a un país desconocido, sin saber el idioma y sin documentos, pero está saliendo adelante y eso es admirable. —¿Qué tal te fue en la boda de tu amiga? —interroga, durante la hora de la comida. —Excelente, fue una boda preciosa y los novios se veían demasiado felices. —¿Y el Marine? —Bien, gracias —respondo y se ríe. —¿Bailaron, hablaron, se besaron? —indaga. —Bailamos, nada más —aclaro. —Por algo se empieza. —Gala, él nunca se va a fijar en mí, es… —No te atrevas a decir que es demasiado —me regaña. —Helga cree que le gusto a Ezequiel —doy un sorbo a mi bebida. —¿Es el abogado que ayudó a tu amiga? —Sí. —¿Es guapo? —pregunta, llevando la cuchara a la boca. —Es muy atractivo. —¿Más que el Marine? —No para mí —respondo, limpio las comisuras de mis labios con la servilleta y saco mi teléfono—. Mira, él es Emmett —le muestro una fotografía en la que está con los novios. –¡Por las chanclitas del niño Jesús! —exclama, haciéndome reír—. El novio es demasiado guapo, una disculpa a tu amiga, que también es preciosa, pero oye, ese hombre sí recrea la vista, estoy salivando —hace ruidos con la boca—.Y ese Marine está para quitarle el uniforme, revisar si tiene heridas de guerra y curarle una a una con besos apasionados. —¡Gala! —la regaño divertida. —Yo encantada le pediría que me arreste —suspira exagerada. —Es Marine, no policía—señalo. —Cierto, pero igual le permito que me espose —insiste. —Y él es Ezequiel —muestro otra fotografía. —¿Pero tú no conoces tipos feos, o normalitos? —expresa abriendo los ojos sorprendida—. Te codeas con la crema innata de los papacitos. —Exagerada —me río. Sus expresiones tan mexicanas e irreverentes, me divierten demasiado. —Se acabó la hora de comida —presiona a la jefa. Recogemos el resto de nuestros platillos y continuamos trabajando. La hora salida se pospone un poco, así que tomo el autobús más tarde de lo habitual. Llego al apartamento y me sorprendo al encontrarme con Emmett.
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