ੈ✩ˑ༄Emmett ゚・ ✧
El día laboral fue algo estresante, me sentía completamente frustrado al terminar la jornada, así que decidí ir a visitar a Kai.
Me extraña que se vea todo apagado, por lo que me bajo de la camioneta y golpeó la puerta levemente, parece que no hay nadie.
Me doy la vuelta para irme y en ese momento la veo acercándose, luce bastante agotada y noto que al verme se sorprende, ahora no sé si fue buena idea venir o no, pero solo con verla me siento mucho mejor.
—Hola —saluda.
—Hola —respondo a su saludo—. Disculpa que viniera sin avisar, pero quería que nos pusiéramos de acuerdo para el campamento —miento, justificando mi visita—. ¿Te parece bien?
—Por supuesto —abre la puerta—. Pasa.
—¿Y Helga? —pregunto, mientras deja sus cosas en la habitación.
—Se quedará en el trabajo, sus jefes saldrán de vacaciones y cuidará de los pequeños —responde al volver—. Traje comida del restaurante, ¿me acompañas a cenar?
—No quiero molestar.
—No lo haces —asegura y saca los platos de la alacena.
—¿Tienes pensado volver a Nashville? —le pregunto, al sentarme frente a ella.
—Sí, es solo que… —se queda pensando—. Necesito estar completamente lista para hacerlo.
—A mi me acaban de avisar que mi cambio fue aprobado, me iré en tres meses —informo y levanta la cara para mirarme, solo que no puedo descifrar si le agrada o no la noticia.
—¿Estás contento?
—Sí, estar cerca de mi hermana y mi sobrino siempre es gratificante.
—¿Ya encontraron apartamento?
—Tengo pensado comprar una casa, cercana a la base, Ainara me envió algunas opciones y Romeh también me está ayudando.
—Es una buena idea —suspira y pone un plato frente a mí.
—Mmm esto huele delicioso —murmuro.
—Es un buen restaurante —asegura.
—Nunca he ido, espero ir a visitarte antes de que me vaya.
—Hazlo —sugiere—. Yo invito.
—Vaya, entonces me tendrás por ahí pronto —sonrió y empezamos a comer.
—¿Y que necesito para ir a acampar?
—Ropa cómoda, yo tengo todo el equipo, así que no tendríamos problema por eso, aunque solo tengo una casa de campaña, espero no te moleste dormir a mi lado.
—¿Roncas? —interroga.
—Nunca me he escuchado —contesto divertido.
—Bueno, ya lo veremos —continúa comiendo.
—Espero no amanecer sobre el lago en mi colchoneta.
—No prometo nada —se encoge de hombros sin dejar de reír—. ¿Y si sale algún animal salvaje?
—Siempre hay riesgo, pero vamos a ir a un lugar que es para acampar, no te llevaré al bosque solitario.
—Le tengo miedo a los bichos —hace un puchero arrugando la nariz.
—Hay bichos —digo con sinceridad—. Tienes que ser consciente de eso.
—Bueno, pondré mi vida en riesgo —expresa exagerada—. Pero si algo me pasa, lo llevarás en tu conciencia.
Suelto una risotada y doy un sorbo a mi bebida.
—Eres algo exagerada —señalo.
—Emmett Ross, nunca debes decirle eso a una mujer, es una ofensa, me estás diciendo dramática con otras palabras —intenta parecer ofendida, pero no aguanta la risa.
—Lleva zapatos cómodos, cambio de ropa por si nos animamos a nadar y repelente para bichos.
—¿Y si me dejas sola después de usarlo?
—¿Me estás diciendo bicho? —cuestiono ofendido y suelta una enorme carcajada.
—Lo siento, me salió sin pensar —vuelve a reír.
Me gusta ver su lado divertido, es bueno saber que a pesar de su sufrimiento, no pierde su esencia.
—Bien, si se trata de poner apodos, te llamaré —golpeo mi barbilla levemente con mis dedos pensativo—. Florecita —digo mirando las flores sobre la mesa—. Creo que te queda a la perfección.
—¡Qué bárbaro! —exclama exagerada—. ¿Cómo se te ocurrió ese apodo tan original? —pregunta con sarcasmo.
—Me costó encontrarlo —respondo en tono jocoso.
—Acepto que me gusta, aunque tú apodo no es malo, bichito suena bien.
—Con lo mucho que odias los bichos, ese apodo me queda perfecto —pongo los ojos en blanco.
—Es que eres de los bichitos bonitos e inofensivos.
—¿Existen bichitos bonitos? —cuestiono—. Y sé si considerarme inofensivo —sonrío de medio lado y mueve la cabeza en modo recriminatorio.
—Sí, si existen, aunque ahora no recuerdo ninguno —menciona pensativa—. Y todo depende de la ocasión, no siempre tienes que ser inofensivo —me guiña un ojo y el juego se vuelve en mi contra, ya que su coqueteo me provoca algo extraño en el pecho.
—Gracias por la cena, creo que es hora de irme —recojo mi plato, apresurado—. Necesitas descansar.
—Hoy dejaré las clases para mañana, el día en el restaurante estuvo agotador.
—¿Por qué no buscas otro empleo?
—El apoyo psicológico que tengo en este momento aquí en la ciudad, es crucial, mi estancia en Memphis no es permanente; sin embargo, en el restaurante gano muy bien con las propinas y estoy ahorrando para dar un buen enganche en un apartamento en Nashville, ya que decida volver.
—Es buena idea, si necesitas ayuda con algo, no dudes en decirlo.
—Gracias, Emmett.
—Te veo el sábado—me despido sin muchas ganas.
—¿No vendrás durante la semana?
—¿Es una invitación?
—Siempre eres bienvenido —asegura.
—Gracias, depende del trabajo, si tengo tiempo, intentaré venir —saco las llaves de la camioneta del bolsillo de mi pantalón—. Ahora sí, me voy, mañana tengo un día complicado.
Me acerco y le doy un beso en la mejilla.
—Descansa, florecita.
—Buenas noches, bichito.
Muevo la cabeza y salgo del apartamento, me subo en la camioneta y conduzco hasta la base.
Llego a mi apartamento y la puerta está abierta, entro y Grettel, mi compañera de trabajo, está sobre mi cama.
—Hola —saluda.
—Hola —digo al entrar.
Hace tiempo intentamos tener una relación, pero no funcionó, somos de la misma edad, hemos estado en varias misiones juntos, hay química, tenemos buen sexo, pero no llegó más allá, ella se divorció hace poco y no lo ha superado. Me parece que salir conmigo fue su manera de pasar el dolor de la separación y ambos sabemos que la relación no nos llevaba a ningún lado.
—Me enteré de que te dieron tu cambio a Nashville.
—Sí.
—Ven aquí —golpea la cama—. Pasemos una buena noche, te necesito y conociéndote, sé que tú también.
—No estoy de humor, Grettel, de verdad.
—¿Te gusta alguien? —interroga—. Tengo tiempo notándote distante.
—Sí, me gusta alguien—respondo—. Además, antes de nuestro intento de relación, fuimos amigos y no quiero afectar eso.
—Está bien —se pone de pie—. Entiendo, si cambias de opinión, sabes dónde encontrarme —camina hacia la puerta—. Mi ex se casa el próximo mes —confiesa.
—Lo siento.
—La vida tiene que continuar —se encoge de hombros, sale cerrando la puerta y me dejo caer en la cama.
No es normal en mí rechazar un buen polvo, pero de verdad no podría concentrarme teniendo a Kai en la mente y estoy seguro que Grettel solo quería estar conmigo por despecho, eso no nos ayudaría a ninguno de los dos.
Unos golpes en la puerta me hacen incorporarme.
—Adelante —digo y aparece mi amigo Apolo.
—¿Estás ocupado? —se asoma.
—No, ¿qué pasa?
—Pensé que Grettel estaría aquí, hoy recibió la invitación para la boda de su ex.
—Vino, pero ya se fue —explico.
—Estuvo muy mal toda la tarde —informa—. Pidió salir en la próxima misión a la mayor brevedad.
—Sabes que para muchos esas son nuestras terapias.
—Lo sé —asiente—. Yo vengo a pedirte un favor —cambia de tema.
—Dime.
—¿Me prestas tu camioneta? —pregunta—. La madre de mi hijo se llevó mi coche y quedé de hacerle un favor a mi hermano.
—Claro —le lanzo las llaves.
—Por la mañana te las devuelvo, gracias.
Se va, entro al baño, me cepillo los dientes, me quito la ropa y voy a la cama.
Siempre me ha costado conciliar el sueño, así que después de miles de vueltas, logro quedarme dormido.
Despierto antes de que suene la alarma de mi teléfono, voy a la ducha, me pongo el uniforme y me dirijo a la cafetería, no estoy hambriento, pero necesito un café cargado para empezar el día.
Termino y me reuno con mi equipo de trabajo, tenemos algunas reuniones para planear los nuevos entrenamientos y paso la mayor parte de la mañana ocupado. A la hora de la comida voy a la cafetería, estoy disfrutando mi comida cuando se acerca Apolo.
—Las llaves de tu camioneta —me las entrega—. Gracias.
—¿Solucionaste todo?
—Sí, mi hermano está un poco mal de la columna y necesitaba un medicamento, parece que se olvidó que hay servicio a domicilio —bufa.
—Tal vez quería verte.
—Sí, es posible, desde que enviudó nada ha sido igual, sus hijos no lo frecuentan y la soledad lo abruma, a veces siento que se enferma para llamar la atención.
—No dejes de visitarlo, en mi caso, solo tengo a mi hermana y siempre que puedo ir a verla, lo hago.
—Lo sé, ¿y que ha pasado con la chica que hablas?
—¿Kai?
—Sí, creo que en la última misión la llamaste tanto o más que a Ainara.
—No es verdad —refuto—. Y no ha pasado nada, seguimos siendo amigos.
—¿Te animarás a pasar al siguiente nivel con ella en algún momento?
—Me detiene que está pasando por una recuperación, además nunca me involucro con amigas de Ainara.
—En cuanto a su recuperación sentimental, necesitas acercarte para saber si está lista o no —sugiere—. Y con respecto a la segunda parte, siempre hay una primera vez —se ríe.
—¿Y si ella quiere algo formal?
—Fácil, le das su espacio para que lo consiga con alguien más.
—Pero ya no podría verla igual, algo cambiaría entre nosotros y me gusta su amistad —hago mala cara tan solo de imaginar perderla.
—Es probable que cambie, pero te arriesgas o te quedas como espectador —frunce el ceño y me recuerda lo que dijo Cael el día de la fiesta de Josiah, dió a entender que si no me animaba, quedaría en el olvido y por la manera en que Ezequiel la miraba, es posible.
—Vamos a trabajar, tus consejos me quitaron el hambre —me burlo.
—Te enviaré la factura de mis servicios de terapia —se mofa.
—Pondré una queja a tu superior, no eres bueno con la terapia y cobras como si supieras —pongo los ojos en blanco mientras el se carcajea.
Tiramos los restos de la comida y vamos a continuar trabajando.
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Hola, solo me gustaría recordarles que esta es un historia de ficción, mi mayor respeto y admiración para los soldados y todo el gran trabajo que hacen, tal vez algunas cosas sean semejantes a la realidad, pero no olvidemos que solo es una novela.
Mil gracias.