Recordaba como si fuera ayer el día que él le había declarado su amor, al fin, podía pensar, pero después de dar el paso más grande, las cosas no se quedaron ahí, él tenía que irse y ella lo tenía presente aunque se negara a creerlo. No siendo suficiente, a un lugar más lejos de los que ellos esperaban.
"Unos días antes"
Venía de la escuela junto a su amiga cuando apareció el pelinegro de ojos grises, conversaron un poco hasta que él dijo que tenía algo muy importante que decirles.
La noticia fue impactante para ella, habían planeado que como en dos años ambos estarían en Washington podían verse y pasar tiempo juntos, pero esos planes se fueron a la borda. Pues, él se iría a Alemania, sus padres habían cambiado de planes para él.
—Me cuesta aceptar que te vas y ahora esto —dijo, y se fue corriendo.
Thomás se despidió de la chica apurada mente y fue tras ella.
—¡Laura!
Su grito no detuvo a la castaña, corrió más rápido hasta alcanzarla.
—Laura no hagas esto, por favor —pidió con la voz agitada.
La castaña lo escaneó frunciendo el ceño.
—Esto no va a funcionar, Thomás —dijo, con lágrimas en los ojos.
Thomás negó varias veces con la cabeza.
—No, podemos intentarlo, por favor, no te rindas ahora —Tomó el rostro de la chica entre sus manos.
—Será mejor que terminemos, nos evitaremos que eso duela más —susurró Laura en un hilo de voz.
—No, Lau, me he soñado una vida contigo, enamorado desde que te conocí, no me atreví a confesarte mis sentimientos para terminar ahora, no me hagas esto.
—¿Acaso esto funcionará? ¿Acaso tenemos un futuro con esto?—preguntó, escaneando los ojos grises del chico.
—Nostros podemos hacer que funcione, si no lo intentamos, no lo sabremos —El chico le secó las lágrimas con sus pulgares.
—Paula dice que la distancia nos ayudará pero... Presiento que esto se va a arruinar, conocerás a muchas personas, yo ni siquiera sé que será de mí viviendo con mi tía —Encogió los hombros, sonriendo tristemente.
—Siempre vas a ser tú.
—¿Seguro?—Sus ojos se clavaron en los del castaño. Tenía muchas dudas y temores, eran muy jóvenes, ambos podían llegar a conocer a alguien más o tal vez mejor, pero no hay nadie mejor que nadie, sólo uno con más que otros, tal vez habilidades, tal vez dinero, pero nadie es mejor que nadie. Todos somos creados y amados por un mismo Dios.
—Es una promesa.
Actualidad.
—Y tú ¿qué haces?—Escuchó la voz de su tía y guardó su libreta rápidamente.
Peinó su cabello nerviosamente.
—Sólo estaba...pensando —dijo, fingiendo un sonrisa que le salió tan falsa que su tía se rió.
—Lamento que tus padres no te quieran pero... Es que sólo les trajiste tristezas —La mujer se encogió de hombros, torciendo los labios.
Los ojos de la chica empezaron a picarles, ése era su punto débil y aquella mujer siempre lo usaba para hacerla sentir mal.
—Tal vez, por eso tu hijo te abandonó.
Cayó de golpe acostada sobre la cama al recibir una bofetada de parte de su tía. Tocó su mejilla que ardía, aturdida, quitó los mechones que cubrían su vista y levantó la cabeza para ver a su tía a los ojos.
—Sé que nadie me quiere, no tienes que echarmelo en cara ¿vale?
—Agradece que me propuse hacer cargo de ti, quien sabe si no te hubieran dejado en la calle, ni siquiera Anthony viene a visitarte, no —La mujer llevó una mano a sus labios. —. Rayos, olvidé que ni siquiera tu Dios te hace compañía, te sientes tan sola y dices tener a un Dios contigo, que lindo querida, entiendo porque no tienes amigos ni quienes te quieran.
—Habla de todo, pero no te metas con mi relación con Dios —Se enderezó sobre la cama y la miró fijamente a los ojos, conteniéndose de no soltar ni una sola lágrima. —. No ves que aún con todas esas humillaciones, batallas sigo de pie, porque yo no lo sostengo a él, él me sostiene a mí, y si lo que te mortifica es que siga de pie, me seguirás viendo de pie por muchísimo tiempo, tía.
Dijo cada palabra con firmeza.
—No te soporto —Su tía rodó los ojos y se dio la vuelta abandonando su habitación.
Ella se paró rápidamente y le puso seguro a la puerta, se metió al baño y lloró, dejando salir todas esas lágrimas que se había guardado. Media hora después se paró del inodoro y lavó su rostro antes de volver a su habitación.
Empezó a escuchar el sonido de su celular cuando salió, caminó hacia su escritorio, encontrándose con una vídeo llamada de Thomás. Rechazó la llamada y le escribió un mensaje de texto.
«Llámame normal, por favor»
Mientras esperaba que la volviera a marcar, caminó hacia su cama y se sentó cruzando sus pies. En cuestión de segundos le entró la llamada.
—Hola —Contestó, con la mejor voz posible.
—¿Todo bien?
—Sí, ¿cómo estás?—Cambió de tema rápidamente.
—Bien, recién estaba arreglando los documentos para la universidad y pensé en ti —Sonrió al escucharlo. —. ¿Seguro que todo está bien? ¿Tu tía te sigue insultando?
«Ahora también me pega». Pensó.
—No, estoy tratando de evitarla, no te preocupes, me imagino que estás ocupado, te dejo —dijo, queriendo colgar pero él la interrumpió.
—Recuerdas el juego, es ésta noche ¿vamos?
Mordió su labio al no saber que contestar, le había dicho a Paula que iría pero su tía no la dejaba salir, sólo ir a la escuela.
—Sí —respondió, sin saber que haría para poder ir.
—Vale, adiós, te quiero.
—Yo también —dijo, y colgó. Golpeó el celular contra su palma mientras pensaba en un plan para poder ir.
Se maquilló para cubrir el golpe, se cambió de ropa y bajó para hacer los deberes y no tener inconvenientes. Siempre trataba de usar faldas en casa, un poco largas, pues su tía siempre se burlaba de su físico, siempre le decía que era muy flaca.
Su tía parecía haber salido ya que todo estaba silencioso, hizo todos los deberes de la casa, luego empezó a prepararse algo.
—¿Es enserio? Ningún hombre te va a querer si no aprendes a cocinar —Apareció su tía en la cocina. Metió su dedo en lo que servía y lo llevó a su boca, luego hizo una mueca. —. Toma un curso de cocina si quieres casarte, bueno, si es que alguien llega a fijarse en ti.
Apretó el cucharón bajo su mano, mientras miraba a su tía marcharse. Su tía era una mujer muy hermosa, tenía el pelo n***o, con las puntas color canela y los ojos negros profundos.
Se sirvió la sopa instantánea y comió en la cocina.
Más tarde se alistó para ir al juego, se puso un jeans azúl, unos tenis blancos, una blisade tirantes morada y un abrigo encima de color blanco. Dentro de su cartera metió su celular y salió de puntillas de su habitación.
Despacio empezó a bajar las escaleras, a medio camino pudo ver a su tía con un tipo en el sofá revolcándose. Corrió hacia la puerta y se fue como flash.
En la entrada de la escuela se encontró con Thomás quien la saludó con un beso y un abrazo. Luego entraron, su amiga Paula les había guardado un puesto.
Estaba platicando animada mente con Thomás olvidándose del juego cuando él notó que tenía una mejilla más roja que la otra.
—Eso no es maquillaje ¿no?—preguntó Thomás tocándole la mejilla.
—Es que me pinté un cachete más que otro —dijo, sonriendo para disimular un poco.
—Laura, tanto a ti y a Paula no les gusta el maquillaje, usan cosas sencillas ¿por qué?—preguntó Thomás, serio.
—No pasa nada, de verdad —dijo, tapándose la mejilla con su cabellera.
Thomás la tomó de la mano y la sacó de aquel lugar. La llevó hacia un parque cerca de la escuela que no estaba tan lleno de personas.
—Tu tía te pegó ¿cierto? Es eso lo que no me quieres decir. Laura si no me cuentas lo que pasa, ¿cómo me iré tranquilo, creyendo que cualquier cosa que pase me lo dirás ¿eh?
Agachó la cabeza al no saber que decir, él tenía razón, y se la daba.
—Lo siento, no quería que te preocuparas.
Thomás le levantó la cabeza por la barbilla con un dedo.
—Si vamos a intentar esto, empecemos con la confianza —Le dijo, tiernamente.
Laura asintió con la cabeza.
—No quiero hablar de eso.
Apoyó su cabeza al hombro del chico, y fijando sus ojos en la calle, viendo los movimientos de las personas. Sentía tanta paz cuando estaba junto a él, sentía ganas de luchar por ese amor, porque él y Paula eran los únicos que la valoraban y la hacían sentir tan especial.
Inmediatamente que se hicieron las nueve, le dijo a Thomás que debía irse, no podía permitir que su tía la viera llegar. Thomás decidió acompañarla, la dejó a unas cuadras antes para que su tía no los viera.
Miró por todos lados y se adentró a la casa, cerró la puerta despacio detrás de ella. Las luces se encendieron repentinamente y segundo sintió a alguien tomarla del pelo tan fuertemente que gimió a gritos.
—¡Tu madre no me paga por cuidarte! Sólo envía el dinero de tus estudios y lo que envía para ti no me alcanza para nada, ¡así que te comportas o te comporto!
Espero que les haya gustado el capítulo uno.