Su pulso se aceleró, intentó apartar la mano de su tía pero le era imposible, el dolor era terrible y su tía muy fuerte.
—¡Discúlpate!—Le ordenó, gritando.
—No me arrepiento para disculparme, ya suéltame —pidió. No le daría el gusto a su tía, no lloraría frente a ella.
De un empujón su tía la lanzó al suelo. —Preparame algo de comer —Le ordenó.
Se paró del suelo tambaleándose.
—Creí que ya habías comido bastante —comentó y subió corriendo a su habitación.
Y ese era lo que su tía más odiaba, que aún así ella fuera respondona y no le mostrara miedo, mucho menos que tenía autoridad sobre ella. Podía pegarle una y otra vez, ella no se rendiría, no se mostraría débil frente a ella fácilmente.
Puso seguro a su habitación y se lanzó a la cama.
—Ojalá y la señora Victoria fuera mi madre —sollozó. El sonido de su celular la sacó de su aturdimiento, era Thomás, sabía que quería, saber si había llegado bien.
No contestó, no tenía ganas y no estaba en la condición de hacerlo.
«Es como si de todas las flores yo fuera la más fea, la más ruin, a la que nadie quiere ¿acaso mi verdadera madre me abandonó?
Sabía que la señora Victoria la aceptaría con los brazos abiertos, pero no se arriesgaría a que sus padres la demandaran, no estaba segura de lo que eran capaces de hacer.
Su vida era tan falsa, siempre se mantenía fuerte y sonriente con Paula para poder mantenerla de pie, ella era como su hermana menor y jamás olvidaría lo que ella hizo en su vida. Lloró a mares toda la noche, quería sacar todo eso para mañana estar renovada y sin ganas de llorar.
Recordó lo que le había dicho su amiga y decidió ponerlo en práctica, escribir cada pensamiento, desahogarse con un lápiz y un cuaderno. Se paró y se sentó en su escritorio.
Mamá:
No me has pedido perdón, y ya estoy intentando perdonarte, me preguntó ¿cómo poder perdonar sin que te pidan perdón? Lo estoy intentando, eres mi madre, por más huérfana o miserable que me sienta te perdonaré.
Espero algún día que podamos compartir como madre e hija.
Regresó a su cama y durmió hasta el amanecer.
Se alistó para ir a la escuela, se maquilló para disimular sus hinchados ojos.
—Que tengas lindo día, tía —dijo, antes de dirigirse hacia la puerta.
—Tú también, te portas bien.
No dijo nada, simplemente se marchó, su tía era así, a veces le hablaba bien pero no la trataba bien. De camino a la escuela recordó la graduación, necesitaba comprarle un regalo a Thomás pero no tenía dinero, y pedirle a su tía no era una opción.
Le marcó a su hermano para pedirle que le hiciera una transferencia.
—Por favor que sea sólo a mí, que me lo entreguen a mí, no lo envíes a nombre de la tía —pidió.
—¿Por qué?
—No es nada, sólo no quiero que piense mal, no es que no me lo dará —dijo, mordiendo su dedo de los nervios.
—Está bien.
Sonrió feliz, al menos algo le saldría bien y le rogaba a Dios que no hubiera inconvenientes.
[...]
Su mano estaba entrelazada con la de Thomás mientras caminaban cerca del bosque y la carretera del otro lado.
Thomás le alzó la mano para besarle el dorso pero notó marcas rojas en el brazo de la chica.
—¿Qué es esto?—Le preguntó.
Laura miró su brazo y la alejó despacio.
—No es nada —contestó.
Thomás se detuvo, logrando que ella hiciera lo mismo.
—Laura, estoy cansado de todo esto, tú tía te descubrió y te agredió ¿hasta cuándo? Es hora de que hagamos algo —dijo, con seriedad.
—¿Qué quieres que haga? Mis padres no me van a creer, jamás me han notado ¿y crees que me creerán? Al menos ella me pregunta cómo me fue en la escuela...
El pelinegro la interrumpió.
—No, no mendigues amor, aquí estoy, Paula te adora, no aceptes que por preguntarte como te fue te quiere cuando no es así, un día te van a necesitar Lau, te lo aseguro. Tienes personas que te aman —La abrazó.
—Debo agradecer que ella decidió hacerse cargo de mí, tal vez su vida no sea fácil, de seguro si fuera por mis padres podría estar en la calle y no les importaría —Aferró sus brazos alrededor del cuello del chico.
—Nada justifica que te trate mal, es entendible que su hijo la abandonó pero tú no tienes por qué pagar por eso, nada es para siempre, vamos a salir de esto —Thomás se alejó y le secó las lágrimas. —. Un día ella querrá de ti y no te encontrará.
Volvió a entrelazar sus manos y siguieron caminando.
Esos eran los momentos que ella quería guardar, los momentos donde se sentía libre, amada y acompañada, no esos momentos de maltratos y insultos que pasaba junto a su tía.
Estaba en su habitación cuando escuchó el timbre, bajó corriendo para abrir encontrándose con un chico en su puerta.
—¿Laura Ribeiro?
—Sí, ¡soy yo!—respondió entusiasmada.
El joven le entregó un sobre y se despidió educada mente. Cerró la puerta y empezó a abrir el sobre.
—Voy a poder comprar el regalo de Thomás, y un vestido nuevo para la graduación —susurró, entusiasmada viendo los trescientos dólares que su hermano le había enviado.
—¿Qué es eso?—Escuchó la voz de su tía.
Sobresaltó guardando rápidamente el sobre detrás de ella.
—Nada, es sólo una carta —respondió, tranquilamente para no levantar sospechas.
—Quiero verlo —La mujer le extendió su palma.
—Es para mí —aclaró
—¿¡Y!?—exclamó su tía, acercándose a ella.
—¡Que sólo yo puedo verlo!—Le levantó la voz también, alejándose despacio.
La mujer se acercó más hacia ella y le arrebató el sobre a la mala.
—Dame eso, mocosa.
—¡Es mío!—gritó tratando de arrebatarle el sobre a su tía.
Su cuerpo se estampó contra el piso de un empujón de parte de su compañera en el momento.
—Ah —Habló la mujer revisando el sobre. —. Tienes un noviesito que te está mandando dinero ¿eh?
—Anthony me lo envió, es para la graduación —Se paró del suelo sin dificultad. —. Dámelo tía.
—Tú aún no te graduas.
—Es para el regalo de Thomás —confesó.
—Ah, todavía sigues con ese chico —La pelinegra rió. —. Tenía una deuda muy importante, esto me salvará —Alzó el sobre.
—No —Laura negó rápidamente con la cabeza. —. ¡Dámelo que es mío!—Dio pequeños brincos pero su tía alzó más el sobre.
—Muchas gracias querida sobrina —dijo para marcharse.
—¡Dámelo Milena!—corrió detrás de ella. —. ¡Por favor no me hagas esto, tía!
Esa vez no lo pudo evitar y empezó a llorar, se estaba sintiendo harta pero no quería rendirse, no quería caer.
—Es lo mejor, no gastes tu dinero en chicos ahora, te arrepentirás mañana —Le dijo su tía, subiendo por las escaleras.
—¡Eres un ser despreciable tía! ¡Ninguno de ustedes son mi familia! ¡Me da muchísimo asco llevar su sangre!
Milena volteó a verla.
—No lo somos —Alzó los hombros.
Laura no le puso atención a sus palabras y salió corriendo de la casa. Se sentó en la entrada cerca las flores que decoraba alrededor, fijando sus ojos en la nada.
«¿Por qué lo hace? ¿Por qué me odia? ¿Por qué todos me odian? ¿Qué cosa tan grave hice?»
Abrazó sus rodillas mientras lloraba. Era la única opción que tenía para poder comprarle un regalo a Thomás y un vestido nuevo para ella, no tenía razón para llamar a su madre, sólo tenía a Anthony que aunque no fuera tan unido a ella, entendía que él tenía su vida.
En su aturdimiento, repentinamente tuvo una idea, aunque no le pudiera regalar gran cosa a Thomás podía pedirle a Victoria que le hiciera una camisa o una corbata, no le importaba ponerse un vestido antiguo, lo más importante para ella era tener un regalo para Thomás en su graduación.
Se levantó del suelo y así nada más fue a casa de la señora Victoria.
Al llegar no la encontró, pero se quedó a esperarla en la puerta de su casa, sin importar el tiempo que transcurriera, no es que en casa alguien se preocupara o la esperara.
Victoria llegó en eso de las cinco de la tarde, se sorprendió al ver la castaña sentada en la entrada de su casa.
—Hola, Laura ¿Qué sucede? No llamaste —comentó confundida.
Laura avergonzada de su comportamiento, se paró y limpió con su palma la parte trasera de sus jeans.
—Fue una decisión de último momento, lo lamento —Se disculpó apenada.
—Entremos —Propuso Victoria, abrió la puerta y la hizo pasar.
Se sentaron inmediatamente en el sofá de la sala.
—Lamento molestarla.
—Laura, eres como mi hija, no es molestia ¿pasa algo? Sabes que cuentas con nosotros —Le dijo Victoria, tomando su mano.
—Me preguntaba si podía hacerme una corbata o una camisa, pero... No tengo dinero para pagarle —Agachó la cabeza.
Victoria le alzó la cabeza con un dedo en su barbilla.
—Cariño, no tienes que avergonzarte, si viniste aquí es porque confías en mí.
—También necesito un vestido nuevo para la graduación de Thomás pero eso no es muy importante, necesito un regalo para él —farfulló desesperada.
—Thomás no suele ser formal, le gusta mucho la guitarra, una corbata no creo que sea el mejor regalo, ¿y si le compras otra cosa? Te puedo ayudar, o mejor le hago un pantalón —comentó Victoria, sabía que algo le pasaba y quería poco a poco sacárselo.
—Lo sé, pero no quiero pedirle gran cosa.
—Mira, tengo un vestido que le estaba haciendo a Paula pero después que ella de a luz tal vez su cuerpo cambie un poquito, por ende estoy segura de que te servirá, a Thomás le puedo hacer un suéter con el diseño de una guitarra —Tomó ambas manos de la chica.
—De verdad —preguntó, mirando a la mujer con asombro.
—Sí, sólo tengo una condición —Ella asintió rápidamente. —. Que me digas que está sucediendo, no es malo compartir lo que tanto te mortifica.
Laura agachó la cabeza pensando detenidamente si desahogarse o no, su estómago rugió haciéndolas reír a ambas.
—Anda, habla rápido para prepararte algo —La alentó Victoria.
—Hay Sr Victoria no tiene idea de lo miserable quee estoy sintiendo —Un sollozó escapó de sus labios.
Victoria la abrazó sin decir nada, esperaría que se desahogara poco a poco, sin ninguna presión.
—Tenía el dinero para todo, pero mi tía me lo quitó, me está haciendo la vida imposible literalmente —Abrazó con fuerza a Victoria.
—Lo siento mucho, cariño. Pero recuerda que cualquier cosa estamos aquí, eres y siempre serás bienvenida aquí.
—No quiero que Paula sepa nada, por favor, por eso no había hablado con nadie, yo quiero que esté bien y su bebé, sabes que se pondrá a inventar y buscar la manera de ayudar —Se alejó de los brazos de Victoria para verla a los ojos.
—Paula siempre quiere tener el control de todo y no siempre puede ser así, no te preocupes, sé que son mejores amigas pero ésta vez será secreto entre la madre de la mejor amiga ¿te parece?
Ella asintió sonriendo.
—Te daré el dinero, pero de todos modos te daré el vestido, ahora vamos a quitarte esa hambre —Victoria se paró y la tomó de la mano guiándola hacia la cocina.
Juntas empezaron a preparar algo.
—Puedes venir cuando quieras, si sientes que no puedes o no aguantas estar con tu tía, no te quedes ahí ¿vale?