POV. GEDEÓN. Duermo un par de horas. Las suficientes para que mi cuerpo no colapse, pero no tantas como para aquietar la mente. La casa está en silencio cuando bajo, y por un instante, se siente como si el mundo hubiera dejado de girar. Solo por un instante. Porque apenas cruzo el umbral del comedor, el murmullo cálido de las voces me recuerda que la realidad sigue su curso, con o sin mi consentimiento. Ella está sentada entre Prisca y mamá, envuelta en una bata blanca que le cubre hasta los tobillos, con el cabello aún un poco húmedo y los ojos más despiertos que ayer. Sonríe, apenas me ve, una sonrisa tenue, cansada, pero genuina. Se la devuelvo y me acerco a ella dejando un beso en su cabello. —Buenos días. Pequeña —murmuro antes de saludar a mi hermana. —Llegas tarde —espeta Pri