POV. GEDEÓN. El rugido del motor del SUV se siente más tenue que de costumbre. Quizá es por el eco alegre de la vocecita que no dejaba de hablar a mi lado. Ella va con algunos mechones de cabello revueltos por el viento que se han escapado de su coleta. Lleva una cinta azul colgándole del cuello y el diploma entre las manos como si fuera un trofeo olímpico. No deja de sonreír y de parlotear. Y yo. Yo no dejo de preguntarme en qué jodido momento se me ha helado la sangre por dentro. —¡Y luego, cuando el volcán hizo erupción, todos aplaudieron! —recuerda Ella, con los ojos encendidos—. La señorita Brenner dijo que defendí muy bien. Asiento con una sonrisa que no me alcanza a tocar los ojos. Mi mano reposa sobre el volante con fuerza controlada. Aunque mi cabeza está en otro lado o en o