Diana se sobaba las muñecas mientras trataba de contener las lágrimas, había discutido con su ahora esposo, y él no era un hombre muy paciente, se tragó el nudo que tenía en la garganta y respiró hondo, de lo contrario su maquillaje quedaría arruinado, y César no iba a esperarla ni un minuto más, salió de su habitación y bajó las escaleras con lentitud,
—Quita esa cara y olvídate de una vez de esa estúpida idea de trabajar en la empresa, te quiero aquí las veinticuatro horas del día— ordenó César mientras acomodaba su corbata,
—Está bien— dijo Diana sin ganas de seguir confrontándolo,
—Escucha… —dijo César y trató de calmar su mal humor, —Está noche es importante para mí, necesito asociarme con buenos empresarios, o perderé lo que tengo y tú también, ¿Quieres que tus padres vayan a p
