Cuando llegamos a la tienda y bajamos de los camellos. Nos tomamos un tiempo para observar alrededor. Samir, que nos ha seguido a una distancia para estar atento a cualquier cosa, saca de la parte de atrás del todoterreno una cesta y una nevera portátil. Dentro de la tienda hay una vasija con agua fresca para asearnos un poco y cuando me quito el pañuelo del rostro respiro aliviada. ― ¿Si quieres podemos volver en el todoterreno? ―No― digo secándome el rostro con un paño de lino limpio ―el calor es sofocante, pero quiero seguir y descubrir a dónde vamos. Asiente antes de alejar el turbante de su rostro y lavarse también. Tomamos asiento sobre algunos cojines y compartimos el té con Samir y los hombres que nos guían. Los cuales no parecen afectados por las temperaturas del desierto.