Capítulo 5

859 Words
Narra Leandro  Terminé de bajar los escalones faltantes y me detuve frente a ellos sonriéndoles. —¿Tú eres Leandro? —preguntó Leslie en un murmullo. —Así es, Leslie. Sin esperarlo está se lanzó hacia mi y me rodeó con sus delegados brazos. —Siempre he querido conocerte —sollozó en mi hombro. Cuando menos acordé Giovanni se incorporó al abrazo. Mi cuerpo estaba tenso, no estaba acostumbrado a las muestras de afecto. No me lo permitía casi nunca.  Nos fuimos separando poco a poco.  —Eso fue conmovedor, chicos —se escuchó la voz de mi madre, quién nos miraba enternecida. Mis hermanos la voltearon a ver sorprendidos al verla. —Señora Daniele, un placer verla de nuevo —dijo Giovanni —Oh, nada de Señora. Llámenme sólo Daniele. Hijo la comida ya está servida en la mesa, sino se apresuran se enfriará.  —Está bien, madre. Vamos enseguida. Los invité a pasar al comedor y ellos agradecidos aceptaron. Comimos mientras charlábamos de cómo nos iba durante el último tiempo y mi hermana no evitar hablar de sus aventuras en el colegio, y confirmando mi teoría, ella era mejor amiga de la chica que me había hipnotizado. —Ella es hermosa —la halagó. —Eso es cierto, es muy bella. Tuve el honor de conocer a encantadora chica hace unos días. Lo que más me cautivó fue su humildad y su inocente rostro. —¿Tienen una foto? Quisiera ver que tan hermosa es para que la halaguen de esa manera. —Claro, ya verás que no exageramos —dijo Leslie sacando su móvil para luego dármelo a mi con la foto de la chica en la pantalla. Sonreí de lado al verla una vez más, concordaba con la opinión de mi hermano.  —¿Cómo se llama? —pregunté devolviéndole el celular. —Anna, ¿Por qué? ¿Te gustó a caso? —Por nada, simple curiosidad —me encogí de hombros. Ella sólo asintió en respuesta. Pasamos toda la tarde charlando de trivialidades y pasándola bien. Los devolví a su casa por la noche. Mientras yo me reuní con unos cuantos de mis hombres para encargarles una nueva misión.  Tenía a alguien a quien traer a mi lado. Narra Anna Salí del instituto a prisa, necesitaba pasar por casa antes de ir al trabajo y estaba corta de tiempo. Casi corría para llegar más rápido. Me había entretenido un poco con mi amiga, quien me contaba sobre su ausencia del día anterior. Había ido a ver a su hermano mayor y alardeó de lo guapo que era.  Y eso era el motivo por el cual ahora me encontraba corriendo hacia casa. En algunos minutos llegué e ingresé a casa yendo directamente a mi habitación, allí dejé mi mochila y tomé mi bolsa del uniforme del trabajo que había olvidado antes de irme al instituto. Salí rápidamente de casa antes que mi madre o mi hermana me interceptaran en el camino y me atrasaran más de lo que estaba. Luego de una media hora llegué al trabajo, divisé al jefe en la entrada, este al verme me miró con enojo. —Está es la quinta vez que llega tarde, Señorita Mancini. No pienso tolerarle ni una más, está usted despedida. Tenga su cheque de liquidación —dijo dándome el alargado papel. Decepcionada agarré el papel y me di la vuelta. Caminé hasta un parque que se encontraba cerca del restaurante y me senté en una de las bancas más alejadas. No comprendía que había hecho mal para que la vida me tratase así. Estaba sin empleo y ahora no sabía qué haría. Tenía bastantes gastos en el instituto al ser este mi último año y habían veces que lo de la beca no me ajustaba para todo lo que necesitaba, y con el apoyo de mi madre no contaba. ¿Qué haría ahora? No lo sabía. Sólo era una chica de diecisiete años que casi no sabía hacer nada. Pasé varias horas en aquel parque lamentándome de lo miserable que era. No fui consciente de lo tarde que era, las calles estaban oscurecidas y solitarias. Observé con cierto temor mi alrededor, a lo lejos divisé una camioneta negra mal estacionada. De allí se bajaron unos hombres vestidos de n***o que no me inspiraban confianza y más al ver que me observaban fijamente. Asustada tomé mis cosas y me levanté de la banca dispuesta a irme de allí. Me llené de terror al ver aquella hombres comenzar a seguirme sin pensarlo mucho comencé a correr. No estaba dispuesta a que aquellos hombres me atraparan, demasiadas desgracias tenía como para sumarle otra más. No miraba muy bien a causa de la oscura noche y no fijé de la piedra que había en mi camino y tropecé cayendo de bruces al suelo. Aquellos hombres tomaron ventaja de mi caída y me atraparon. Forcejeé contra ellos queriendo que me liberasen pero fue inútil. —¡Ayuda! —grité mientras aquellos hombres me llevaban a la camioneta en que habían venido. —¡Cállate mocosa! —dijo uno de ellos poniendo un trapo en mi nariz y boca. Sabía lo que contenía ese trapo, lo había visto en muchos casos de investigación policiaca que veía por televisión, era una droga que adormecía a la gente en instantes. Evité no respirarlo pero fue en vano, no aguante y lo inhalé. Fue cuestión de segundos para que cayera en la inconsciencia. Dejando mi cuerpo a la deriva de aquellos hombres que quién sabía que me harían. Tal vez me prostituirían, me violarían o en el peor de los casos me matarían.
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