Capítulo 7

426 Words
Narra Anna Habían pasado varios días desde que me habían secuestrado. Estaba por volverme loca entre estas cuatro paredes. Aquel hombre no había vuelto y daba gracias a Dios. No quería escuchar más tonterías de parte de él, si lo hacía literal me volvería loca. Durante estos días me habían traído de comer y me habían desatado las manos para que pudiera deambular por la habitación. Me daba cuenta de que pasaban los días por algunos rayos de sol que ingresaban por alguna ventana.  Quería escapar de aquí y aunque en mi hogar todo fuera terrible era preferible a que estar secuestrada por un psicópata. Había intentado por todos los medios pero todo era en vano, las ventanas están con seguros y ni hablar de la puerta.  Extrañaba tanto estar en el exterior y poder deambular por ahí , extrañaba a mi mejor amiga, todas sus locuras. Me abarcaba una enorme tristeza al pensar qué tal vez nunca la volvería a ver. El sonido de la puerta siendo abierta, me sacó de mis pensamientos. Miré hacia la puerta y ahí estaba él, mirándome amenazador. —¿Que quieres? —pregunté irritada. Sí pensaba que le iba a temer y que sería su sumisa, estaba muy equivocado.  —No me hables así —demandó fúrico —Te hablo como se me pegue la gana —dije con altanería. Al oírme hablarle así caminó a zancadas hacia mí. Retrocedí unos cuantos pasos y para mi pésima suerte choqué contra la pared. Él me tomo bruscamente de las muñecas, provocando que soltara un gemido de dolor. Acercó su rostro al mío y me miró con esos que eran ojos fríos e inexpresivos. —Ten cuidado como me hablas, princesa. No tienes ni la menor idea de con quién te estás metiendo. Me estas colmando la paciencia y créeme, eso no es nada conveniente para ti. No me vuelves a gritar ¿te queda claro? —dijo amenazador. Me soltó una muñeca y con su dedo índice me pegó en la frente, como muestra de superioridad.  —¡Tú no eres nadie para decirme que hacer, no eres absolutamente nadie! —exclamé con enojo.  —¿Qué no soy nadie? Claro que lo soy, soy tu dueño y hago contigo lo que se me de la gana. Espero y te halla quedado en claro todo, princesa. —Me soltó la muñeca de forma brusca —Venía a proponerte algo, pero como te comportaste mal seguirás encerrada, claro si pides perdón, si podrás salir.  —Jamás, pierde su tiempo, no le pediré perdón —dije con rebeldía. —Como quieras —salió dando un portazo.  Resoplé y regresé a la cama sobándome las muñecas que ardían de dolor.  Si ese hombre pensaba que le iba hacer caso, estaba muy equivocado.
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