Por la mañana, cuando me desperté y aún estaba desnuda con el cuerpo enredado entre el suyo, me costó salir de la cama, pero lo logré. Eran las once de la mañana y supe que él no se levantaría hasta mucho más tarde, y yo necesitaba a mi hija. Me vestí con un vestido que pillé del armario y al bajar a la planta baja mientras me recogía el pelo porque no me lo podía controlar, descubrí la ropa de la noche anterior por el suelo, los cojines del sofá por el suelo y algunas cosas de la encimera volcadas. Lo recogí a toda prisa antes de correr al coche y acelerar por la calle hasta la pequeña casita pintoresca en la que residía Marienne. Ya estaba despierta y me recibió con Olivia en brazos y con un sonajero en la otra mano. —¡Mira quién está aquí! ¡Mamá! —dijo ella, y me abrió la puerta del t