Dentro de las once casas no hubo rastros del fuego, tampoco un ruido característico, o el aroma del humo, pero todos lo supieron. Desde la primera casa, ¡Palacio del cielo!, hogar de Celestial, pasando por el vacío, la ciudad de cristal, el coliseo, el palacio bajo el agua, la metrópoli, el paraíso y llegando a la onceava casa, el palacio de la luna, todos los dioses pudieron sentirlo, algo sucedía en melros. Runa dejó su cincel sobre el piso y caminó hacia el pasillo donde ya se encontraba Destino – ¿qué está ocurriendo? – Sube a la torre, ¡corre! No hizo falta que se lo dijeran dos veces, Runa dio la vuelta y corrió por los escalones, en el pasado llegar de un extremo al otro de la ciudad de cristal era la acción más sencilla, solo tenía que dar vuelta en un pasillo y al instante red