– Marquesa, ¡qué flores tan hermosas!, su alteza pudo enviarlas a la embajada, pero las envió a la fiesta para que todos podamos verlas, es muy considerado. – Nos preguntábamos cuándo afloraría el lado amoroso del príncipe, marquesa, ¿cómo se conocieron? No voy a recordar ni la mitad de los nombres a este paso, en lugar de presentarse se abalanzaron sobre las flores. – Nadie te dio permiso de sentarte Susan – dice Vladimir y ella tuerce la boca en una mueca. – Ni la mesa, ni el salón son tuyos, cualquiera puede sentarse mientras la marquesa lo permita – se sienta con las piernas cruzadas y se inclina para susurrar – también odio las apuestas de Rosalina, ¡gane o pierda toma lo que quiere! Detrás de mí hay muchos murmullos y una gran cantidad de invitados que rodean la mesa de Margaret