El tiempo a bordo del crucero transcurrió muy de prisa, Lilith no bajó de la habitación y rara vez miró por la ventana, por lo que era difícil decir que vivió la experiencia de ir en barco por el mar. Al llegar, Karina se encargó de los papeles, subieron a un taxi y se alejaron del puerto para llegar a una granja. El taxista se detuvo delante de un monasterio con un gran campanario. – Muy diferente a lo que imaginaste, ¿cierto? – sonrió Karina. – Bastante – respondió Lilith y cargó su mochila. La mansión se volvía más imponente conforme se acercaban y un hombre alto bajó los escalones para darles la bienvenida con los brazos cruzados y una expresión dura – conoces el protocolo para los nuevos. – Por favor, Iván, ¿dónde está tu espíritu navideño? – Estamos en octubre. Karina sonrió

