Antonio ordenó lo de siempre, leyó las noticias en su celular y al mirar alrededor vio que el resto de los clientes hacían lo mismo, cuando niño, veía a su padre leer el periódico durante el café matutino y después a todos los clientes sosteniendo las hojas, siempre pensó que crecería para hacer lo mismo.
En esos días, ¿se seguían imprimiendo periódicos?
– Aquí tiene su café.
– Un descafeinado – dijo una mujer y se sentó en la misma mesa que Antonio – vengo con él – agregó.
Antonio frunció el ceño – señorita, se equivocó de mesa, yo… – la miró fijamente y reconoció a Anabel.
– Ni lo pienses – dijo ella – mi socio está en el estacionamiento grabando tu rostro con una costosa cámara telescópica, tus trucos de hipnosis no funcionarán esta vez – puso la grabadora sobre la mesa para documentar el momento.
Algunos mundanos tenían resistencia a la magia, se trataba de casos aislados para los cuales no había explicación y era imposible determinar qué mundanos la poseían porque muchos de ellos pasaban todas sus vidas sin toparse con magos.
Anabel era uno de ellos.
Esa tarde, sentada frente a un plato alargado con un pescado frito, buscó en su bolso la grabadora, reprodujo y se escuchó a sí misma dejando el taxi, caminando al restaurante, sentándose y diciendo: fanático del deporte.
Fue lo último, la grabadora se paró justo después de eso.
Era demasiado sospechoso que ella hubiera detenido la grabación.
La mesera fue a verla.
– ¿Tienen cámaras?
– Claro, en las dos entradas.
Anabel se levantó de la mesa y fue hacia el grupo de fanáticos del futbol que comían durante el medio tiempo – disculpen, soy reportera y me gustaría documentar el interés de los fanáticos, ¿los molesto con los videos que tomaron?
Ellos se mostraron muy interesados – claro, podemos grabar uno justo ahora.
– Me interesan más los de los últimos veinte minutos.
En la esquina de uno de los videos estaba el hombre que la citó esa tarde, era el único ángulo que tenía y lo usó para compararlo con las grabaciones de afuera de la tienda, después buscó en los locales adyacentes y tres cuadras más adelante capturó el momento en el que Antonio subió a su coche – te encontré.
Ese fue el primer paso, que tomó semanas, después de ese día siguió investigando en su tiempo libre, como supuso, Antonio eligió un punto de encuentro alejado de su ruta, un lugar a dónde nunca antes había ido, lo que explicaba que no supiera de las otras cámaras por las que fue grabado, la búsqueda fue exhaustiva y un día, Anabel encontró al hombre que estaba buscando en el fondo de una fotografía familiar, afuera de una cafetería.
Antonio aisló acústicamente la conversación – lo que creas que te hice…
– Me citaste para una reunión de negocios, me hipnotizaste para que no recordara tu rostro y escapaste, sé perfectamente bien lo que hiciste, ahora, hablemos – encendió una segunda grabadora.
– Guarda eso.
– Contigo, no cariño, ¡es lo que te ganas por ser un embustero!, ahora, considerando los papeles que llevaba en mi portafolio ese día, sé que hablamos sobre mi documental de Blue Heart.
– Green Heart.
– ¡Lo sabía! – exclamó Anabel con una gran sonrisa – y bien, ¿qué descubriste?, tendrás que hablar sí no quieres que te exhiba, soy muy buena investigando y si una mujer aparece de la nada diciendo que usaste hipnosis para cometer actos inmorales, sabrás que fui yo.
Antonio le dio un sobro a su café – usas demasiado tu imaginación, hablamos muy brevemente, me dijiste lo que sabías sobre la clínica, yo pagué la comida y eso fue todo.
Anabel acomodó su cuello – ¿escuchaste eso?, dile a la chica que va a la comisaría a presentar la denuncia – esperó un poco – ángel – tomó su celular y envió un mensaje.
“¿Por qué no respondes?”
La respuesta decía, “no has dicho ni una sola palabra en los últimos diez minutos”
Anabel se puso nerviosa.
– Fui a la clínica – dijo Antonio – entré al sótano y estaba vacío, se llevaron todo, incluso las tuberías y cables eléctricos, te dejarán entrar sí obtienes el permiso, las personas que estaban ahí, hace mucho que se fueron.
– Pero estuvieron – insistió Anabel – yo estaba en lo correcto, esa clínica fue el centro de reunión de una secta satánica.
– No precisamente, era un culto de adoración a los demonios.
– ¿Cuál es la diferencia?
Era difícil decirlo – lo importante, es que ya no están ahí, no quedan pistas en la clínica o mi equipo las habría encontrado.
– ¡Tu equipo!, ¿qué demonios eres?
Antonio recordó que borró su primera conversación con esa mujer – trabajo para una agencia de investigación, mi cliente perdió a un familiar en esa clínica, me envió a investigar y yo pensé que podría robarle información a una reportera, fue mi error y pido disculpas, pagaré lo que sea que pidas para compensarte, pero sí insistes en hacer una acusación falsa, tu amiga, o la actriz que contrates, irá a prisión por difamación, mi equipo, tiene excelentes abogados, pueden hacer que cualquier persona diga la verdad, aún en contra de su voluntad.
Anabel tragó saliva.
– ¡Qué tenga buen día! – anunció Antonio y se levantó de la mesa.
– No te desharás de mi tan fácilmente – le advirtió Anabel.
Antonio regresó al ministerio y captó un mensaje telepático que venía de Percival.
– Ve al estacionamiento.
En lugar de subir al séptimo piso, Antonio bajó, Percival lo estaba esperando – recién regreso de almorzar – subió – ¿qué fue esta vez?
– El servicio de llamadas recibió una alerta, la persona que llamó lo canceló, un equipo del turno nocturno fue y supuestamente todo está bien – explicó Percival – el capitán Tellez tiene dudas y nos envió a investigar.
El tiempo realmente fluía, el capitán Leblanc se jubiló, Tellez ascendió y Percival ya era un demonólogo y agente de investigación.
Parecía que fue ayer cuando lo conoció en la tienda de antigüedades, era cuestión de tiempo que él también hiciera cambios en su vida – no te cases sin avisarme.
– No lo tengo planeado por el momento.
– ¿Tu novia piensa igual? – soltó la pregunta y Percival guardó silencio – los Lacroix tienen poca paciencia, cuando te des cuenta, las invitaciones ya estarán impresas y serás el último en averiguarlo.
– ¡Te sentó mal el café y estás desquitando tu frustración conmigo!
– Sí.
*****
Karina fingió pensarlo y negó con el dedo índice de la mano derecha.
– Solo una pequeña aparición, ni siquiera lo notarás.
Karina sonrió – haz esto primero, después lo pensaré, pon atención a la capacidad de los amuletos, no solo los marques, tienes que tomar las medidas, así sabremos sí necesitamos más.
– Estaré cinco minutos, echaré un vistazo y saldré, lo prometo.
Karina cruzó los brazos – las convenciones de magia no son un juego, conseguir la membresía toma meses y revocarla es un proceso más tardado, sí voy a llevar a otra persona, necesito que sea alguien responsable – aclaró – y tú no puedes ni terminar un inventario.
Lilith tomó las hojas y salió.
No le tomó mucho tiempo encontrar al señor Miller, conseguir las llaves del arca, abrir y acomodar las hojas para iniciar el inventario, lo que le llevó toda la tarde, fue entender la letra de su tía.
– Rober, roser, ¡qué diablos!, ¡ah!
Todos los grupos de seguidores del abismo registrados se reunían una vez al año en el hotel Damira para una convención de tres días, en la moda steampunk, su tía Karina tenía vestidos increíbles chaquetas de cuero, abanicos y binoculares.
Por ella, Lilith se pintó el cabello de rojo, también arregló sus uñas y compró cremas para la piel, porque quería verlo con sus propios ojos, el bajo mundo de la magia. Solo con ver la ropa que su tía llevaba, sabía que ese lugar sería una locura.
– Rosa.
Había muchas faltas de ortografía en los formularios, por suerte, tenía los de años anteriores o nunca habría adivinado lo que decían.
Podía hacerlo.
Su celular sonó, era un mensaje de Bruno.
– ¿Qué haces?
Dejó el lapicero y respondió – ¡adivina!
– Estás…, pensando en mí.
– Claro que no – respondió de inmediato junto con una cara sonriendo – estoy haciendo inventario, mi tía dijo que sí lo hago bien, me llevará a las convenciones, ¡será increíble!
Bruno miró el celular mientras Lilith escribía y respiró profundamente – no quieres eso.
– ¿No quiero qué?
– No quieres ser la Rosa.
Lilith parpadeó sin comprender – ¿qué quieres decir?
Bruno tardó en responder y envió todo en un mismo mensaje – la Rosa es una posición decorativa, 100% vestidos, 0% contenido, su trabajo es llamar la atención, atraer a los compradores, cosas como esas, es como la empleada atrás del mostrador, sí quieres asistir a las conferencias, concéntrate en los hechizos encapsulados, los gerentes detrás de los vendedores, esos son los importantes.
Fue un mensaje con el propósito de apoyarla, pero tuvo un efecto muy inesperado.
– Dices, que la empleada atrás de un mostrador es 100% ropa, 0% contenido, ¿qué significa eso?, que mi tía y yo tenemos el cerebro vacío, porque sí ya lo olvidaste, yo fui empleada en una tienda, me sentada detrás del mostrador, atendía a los clientes, recibía mercancía, limpiada, hacía inventario y participaba en la planeación de ofertas y descuentos.
Bruno olvidó ese detalle y después de leer todos los mensajes de Lilith, maldijo entre dientes – no fue lo que quise decir.
– Sí lo fue, dijiste exactamente lo que querías decir – reclamó Lilith y apagó su celular.
La Rosa era más que una posición, su tía Karina no pasaba toda la noche sonriendo y luciendo bonita, ella era una negociante y la razón por la que su iglesia seguía siendo parte de la red de información de los seguidores del abismo.
Ella no era un vestido parlante.
– Idiota – llamó a Bruno y continuó con el inventario.
*****
El siguiente fin de semana tuvieron otro caso debatible por el que pasarían dieciséis horas dentro de la camioneta.
– No haremos tantas paradas – dijo Bruno mirando a Sandra.
– Tenemos que comer, ir al baño, descansar la vista, o, sí lo prefieres, danos una botella, convertiremos tu camioneta en un baño.
Bruno resopló – de acuerdo, haremos las paradas – tomó el mapa – Lilith.
Ella no respondió, subió directamente a la parte de atrás y se puso el cinturón.
– ¡Problemas en el paraíso! – bromeó Sandra.
– No preguntes, toma, irás al frente conmigo.
Sandra estaba muy feliz de ocupar ese puesto, subió a la camioneta y se puso la chaqueta antes del cinturón.
– Recuérdenme el problema – dijo Armando – un hombre le está pidiendo el divorcio a su esposa y se niega a pagar la pensión de sus dos hijos para estar con su amante, ¿por qué estamos involucrados?, esto no es actividad demoniaca, es un matrimonio normal.
– Insinúas que todos los hombres son cerdos – reclamó Sandra.
Armando volteó a verla – jamás dije “hombres”, yo hablé de matrimonios, hasta dónde sabemos, los hijos podrían no ser suyos, porque sí, tanto hombres como mujeres pueden ser infieles, no es un tema de género, es un problema a nivel de los seres humanos – se inclinó para mirar a Bruno – sí aún hiciéramos evaluaciones, habríamos desechado este caso, lo sabes.
Bruno estuvo de acuerdo – todo lo que dijo Armando es cierto, que el esposo sea un patán, no es razón para sospechar que fue poseído por un demonio, pero este es nuestro trabajo y lo cumpliremos.