Exorcista Parte 1

1945 Words
Antonio volvió a su oficina y empujó la silla donde Percival dormitaba, gracias a eso él sintió que caía y se aferró con fuerza a la silla. – Se determinó que el espejo es un artefacto peligroso, será tratado como una amenaza, el equipo de Julián sacará todos los objetos usando invocaciones, el equipo de eliminación se encargará de los demonios y el experto en artefactos analizará los objetos no demonizados – borró la pizarra, especialmente el listado del tiempo que pasaron dentro de la habitación – este es nuestro caso – puso una carpeta sobre la mesa. Percival la tomó y revisó, la primera hoja era la transcripción de una llamada, la segunda contenía la identidad del mago que hizo el reporte y la tercera era una dirección en las afueras de la ciudad. Según la llamada, el mago llamó al ministerio para reportar un comportamiento extraño en su abuelo, quien sufría demencia desde tres años atrás y repentinamente actuaba de forma muy lucida. Otras personas pensarían en una recuperación milagrosa, los magos, pensaban en demonios. – Primera regla de la demonología – dijo Antonio – los demonios mienten, es una regla de vida o muerte y necesito que la sigas, en cuanto entremos a esa casa tienes que creer la mitad de lo que veas y nada de lo que escuches, toma tus cosas. Percival miró alrededor – ¿qué cosas? – Lo que sea que traigas, no te distraigas, no actúes por tu cuenta y cree solo lo que yo te diga. Percival recordó el relato de Lilith, sobre el demonio que tomó su apariencia para engañarla – y sí, usted se equivoca, o está siendo controlado por un demonio. Antonio regresó sobre sus pasos – es un buen razonamiento, tendrás que decidir por tu cuenta, descuida, lo harás bien, por algo te elegí, tienes buenos instintos – lo señaló. – Eso es mentira, me eligió porque nadie más en el departamento quiere ser su compañero – dijo Percival. – A eso me refería, buenos instintos. Percival rodó los ojos y lo siguió. El coche de Antonio estaba estacionado afuera, la casa a la que se dirigían estaba a dos horas de camino. Durante el trayecto Percival compró comida para su almuerzo, en lugar de recibir instrucciones sobre lo que debía o no creer, hubiera preferido que Antonio le advirtiera sobre los horarios de comida. – Sí ahora investigamos otro caso – dijo Percival – todo el asunto sobre el espejo, la tienda… – No lo abandonaremos, lo estamos dejando en pausa hasta que aparezca más evidencia, ya hay un equipo investigando el espejo y tenemos varias alertas puestas sobre el abogado que liberó a Valentín, cuando surja algo lo sabremos y continuaremos – respondió Antonio sin apartar la mirada de la carretera – ¿qué aprendiste de esa investigación? Percival no quería ser grosero, sin embargo – que todas las pistas estaban equivocadas, pensamos que la respuesta estaba en la tienda Bonel, pero ellos no tenían información, también investigó a Lilith y ella me dijo hace un par de días que el problema con su talento mágico se debió a un problema médico heredado por su madre, también creyó que la maldición del espejo se activaba por permanencia, eso fue falso, el sujeto que entró tampoco era quien creíamos, resultó ser un hombre tratando de recuperar el cuerpo de su hermana, en resumen, usted se equivocó en todas las teorías y líneas de investigación. – ¿Y qué aprendiste? Percival agrandó los ojos – no hay algo positivo para aprender, aparte de que usted, no sabe lo que hace. Antonio esbozó una sonrisa – no hay casos fáciles, ni soluciones que aparezcan súbitamente, no habrá mariposas azules marcando el camino, diciendo esto es valioso, esto no es lo es, no pierdas el tiempo con esta pista, sigue esta otra, nada de eso pasará, algunos casos se resolverán en un par de días, otros estarán en tu mesa por meses y algunos te perseguirán por años, por eso tienes que seguir investigando. Percival tuvo un mal presentimiento – nunca me enviará a la oficina de patentes, ¿cierto? – ¿Fue lo que te prometí? – Sí – alzó la voz – yo le ayudo a encontrar al demonio que salió del espejo y usted me envía a la oficina de patentes, estaré ahí un año, adquiriré experiencia y entonces, me trasladaré al departamento de ingeniería. – ¡Oh!, cierto – exclamó y se rascó la barbilla – de acuerdo, cambiaremos el trato, sí en un año no hemos encontrado al demonio, haré el traslado, ¿estás de acuerdo? Percival asintió – esta vez no olvide su promesa. Llegaron a su destino, una mansión de tres pisos en el medio de la nada, tan alejada de la carretera que tenía su propio acceso privado y antes de llegar, se perdieron tres veces. – Camina despacio, ve dónde caminas y no toques nada con las manos desnudas, ponte tus guantes. Restaba decirlo – nunca dijo que necesitaría guantes – reclamó Percival y por seguridad, metió las manos en sus bolsillos. Un hombre de mediana edad abrió la puerta – gracias por venir, mi padre está arriba, los médicos en la clínica dijeron que era una mejora temporal, que su memoria a largo plazo está bien, el problema es la memoria de corto plazo – habló rápidamente – es decir, recuerda lo que hizo hace cuarenta años, pero no lo que desayunó esta mañana, el problema – hizo una pausa para recuperar el aliento – es que ese no es mi abuelo. Antonio asintió – hablaremos con él y le diremos lo que descubrimos, quédese atrás. – Sí, pero, sí lo que pienso resulta cierto y ese hombre es un demonio, eso significa que mi abuelo, él está – actuó de forma nerviosa – quiero decir, su alma, ya no…, ya no está aquí – balbuceó. Antonio se detuvo – es una posibilidad, hoy en día muchos demonios evitan consumir las almas originales para no ser descubiertos, las almacenan en otro lugar o coexisten dentro del mismo cuerpo, déjennos trabajar y le informaré. – Gracias, gracias. Percival entró a la habitación. El cuarto era amplio, con plantas artificiales, jarrones artesanales, una gran ventana y un escritorio, el hombre en el centro miraba hacia abajo y mantenía las manos en la espalda, tenía un porte elegante, mantenía la espalda recta y la mirada altiva, casi se pasaba por alto que su vestimenta era una bata de hospital mal ajustada y con el trasero al aire. Percival presionó sus parpados. – Señor – dijo Antonio y miró hacia atrás – ¿cómo se llama tu abuelo? – Porfirio. – Señor Porfirio, nos mandaron del ministerio de magia para una revisión de rutina, creemos que hay un demonio en su casa y le agradecería que nos ayudara a encontrarlo. El hombre permaneció en la misma posición, mirando hacia la ventana, con las manos enlazadas en la espalda y una actitud tranquila. Percival caminó hacia un costado y por seguridad, verificó a qué distancia estaba de la pared, para no tocar algún objeto. – Señor Porfirio, necesito hablar con usted – insistió Antonio, levantó el brazo y puso la mano sobre el hombro del hombre anciano. – Tenía zapatos nuevos – dijo – trabajé por dos meses en la granja para juntar dinero y comprármelos, tenía nueve años y un par de zapatos era lo que más deseaba – sonrió – los pagué en la tienda, tiré mis viejos zapatos a la basura y me puse los nuevos, quería que todos lo vieran, lo brillantes y lustrosos que eran, caminé por un sendero recto, bajé la colina y a medio camino me tropecé con una piedra, caí rodando hasta llegar al suelo, me raspé las rodillas, los codos y me golpee la cabeza, lloré de rabia, me quité los zapatos y volví descalzo a la tienda para ponerme mis zapatos viejos, supe desde ese día que las cosas buenas no eran para mí – suspiró – buen hombre, ¿en dónde estamos? – En su casa. El hombre sonrió y negó con la cabeza – nunca antes vi este lugar. – Entiendo, preguntaré qué lugar es este y volveré para discutirlo – dijo Antonio, dio la vuelta mirando de reojo al hombre y siguió hasta la puerta. – Vivió aquí toda su vida – dijo su nieto – mi abuela tenía una villa y él la obligó a venderla para que esta fuera su única casa, está así desde esta mañana, es como si fuera otra persona, podría ser que el demonio se confundió por la demencia del abuelo. Percival no supo qué responder. – ¿Cómo se llamaba tu abuela? – preguntó Antonio. – Lucrecia – respondió el hombre y miró de vuelta a la habitación – quería que estuviera bien, por eso lo lleve a la clínica. Percival mantuvo las manos en el bolsillo – ¿es un demonio? – No percibo energía negativa, algunos demonios evitan devorar al anfitrión para evitar ser localizados, este, actúa extraño. – ¿Por qué? – Me llamó, “buen hombre” Percival sonrió – los demonios mienten. Antonio tomó la broma de buena manera, porque estaba muy contrariado. – ¿Qué harán ahora?, escuché que lo demonólogos realizan exploraciones para encontrar el objeto en que estuvo almacenado el demonio. – Sí, eso – respondió Antonio – haremos una exploración – empujó a Percival y juntos bajaron los escalones. Lo que pasó a continuación hizo que Percival recordara la tienda de antigüedades, esa noche el demonólogo invocó una pequeña serpiente de energía verde que voló por el aire buscando. – No sabía que la magia mental fuera necesaria para la demonología – dijo Percival. – La magia mental es complementaria – respondió Antonio – cada demonólogo tiene sus propios métodos y explota sus potenciales, el objetivo al final del día es el mismo, atrapar a los demonios, son criminales y si estuvieran vivos los llevaríamos a prisión, pero ya que están muertos, los ayudamos a irse al infierno. Durante los siguientes minutos la serpiente buscó por toda la mansión y regresó con una caja de música atrapada en su cola. Antonio sonrió – chico, es tu día de suerte, un artefacto mágico – señaló la caja y se la lanzó a Percival. Él la tomó – ¡al menos! – exclamó y se sentó en el sillón para revisarla sin guantes ni otra defensa – tiene energía demoniaca, por la cantidad el demonio estuvo aquí hasta hace menos de veinticuatro horas. – Coincide con la fecha en que la enfermera me llamó – dijo el mago detrás de ellos. Antonio de pronto sintió que algo no estaba bien – dijo que su abuelo estaba en la mansión. – ¿Eh? – No, cuando llegamos dijo que el hombre de arriba era su padre. Percival suelta la caja – alzó la voz. Fue un poco tarde, Percival sintió los dedos entumidos, no podía soltarla, cerró los ojos y fue empujado hacia atrás, a un pasillo estrecho con paredes blancas, luces parpadeantes y al final un letrero que decía: “morgue”, su piel se erizó, había una razón por la que odiaba la magia mental a pesar de ser tan bueno con ella, y era el peor momento para recordarlo. En la sala Antonio trazó un círculo con tiza blanca en el suelo y metió dentro a Percival. El mago parpadeó – ¿dónde estoy?, ¿quién es usted?, ¿qué hace en mi casa. Mal momento – sal de la casa y no me interrumpas– le gritó Antonio.
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