Capítulo 3

543 Words
LARA - NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO   Corrió llorando por las escaleras. Desconsolada, corrió por las calles sin importarle que todos la quedaran viendo. Su figura comenzaba a cambiar. Sus curvas comenzaban a notarse y no es normal ver a una chica así llorando y gritando como una loca por las calles de Londres. No entendía por qué la vida la castigaba de esa manera. Cualquier niño estaría feliz de que su padre cambiara de empleo a algo diez veces mejor. Cualquier niña sería feliz de vivir en una ciudad como París teniendo la posibilidad de tener casi cualquier cosa que deseara. Pero ningún niño y ninguna niña, sería feliz de perder a su amigo, a su hermano. Mucho menos, al amor de su vida. Por eso Lara comenzaba a entender todo aquello que Lucas le decía, de que no todo en la vida es bueno, y que muchas veces, cuando mejor te sientes, la vida te da un golpe muy duro. Te quita a lo que más quieres. Por primera vez en su vida Lucas estaba sentado en el parque de junto a la residencia del College, dándole al balón contra la pared. Normalmente el balón, su amigo, le hacía compañía cuando Lara no estaba y decidía descansar sus ojos de tanta lectura. Juntos corrían entre los árboles, entre sonrisas y sueños, esperando por ella, la tercera integrante del fabuloso grupo. Cuando no estaban en la biblioteca con los libros, iban al parque y creaban un mundo aparte con el balón… eran Lucas, Lara y ese balón de fútbol que a veces, cambiaban por el de baloncesto. Seguían siendo Lucas, Lara y el balón, pero esta vez los dos estaban tristes, porque ella no volvería, y el balón, ese que Lara le regaló cuando cumplió diez años, se ofreció para ser castigado una y otra vez, duramente contra una pared. Lucas hubiera deseado que su amigo fuera su cabeza, pero prefirió desquitarse de esta forma para que cuando Lara llegara a despedirse se fuera con la imagen de que él estaba feliz por ella, por José, y que se quedaría feliz, pero no era así. Si lo primero, pero no lo segundo, porque no se quedaba feliz sino todo lo contrario y a pesar de la fortaleza que a tan corta edad ya manifestaba, no dejaba de pensar una y otra vez en lo injusta que es la vida que te da y te quita, cuando menos lo imaginas. Estaba concentrado en su llanto y en la fuerza que le ponía a los golpes, hasta que sintió que alguien lo miraba desde lejos… Volteó, y Lara estaba parada, llorando, como a unos cinco metros. Lloraba desconsolada mientras lo miraba. No sabía qué hacer. Lucas tenía el corazón partido. ¿Cómo calmar su dolor y hacerle ver que sería bueno para ella y su familia, si él mismo sentía que el mundo se lo estaba devorando a pedacitos y sin que pudiera siquiera manifestarlo para no romper la relación que tenían más de lo que ya se iba a romper con la distancia? La noche los encontró abrazados bajo el árbol, sin decirse ni una sola palabra. Simplemente se dedicaron a hacer eso que les salía tan pero tan bien: acompañarse cuando más se necesitaban...
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