01

2048 Words
Un nuevo día de trabajo se presenta, y con eso, el tener que aguantar el constante mal genio de mi querida jefa. Alondra Fernández es dueña y señora de la reconocida marca de ropa Imperio, la que por cierto, es una de las más cotizadas en la ciudad de Roma, pero, volviendo al tema principal: mi jefa. Se puede decir que ella es una mujer con un carácter muy fuerte, confrontacional y poco agradable, pero al fin y al cabo es mi jefa, por lo que estoy obligada a soportarla, eso sí quiero mantener mi lugar de trabajo, el cual casi me costó la vida conseguir. —Me parece extraño que aún no llegue la jefecita. Volteo a ver a Nahia, mi compañera de trabajo y mejor amiga. Me encojo de hombros y luego le sonrío. —Por nuestro bien, mejor ni la invoques… Nahia se ríe levemente y luego vuelve a concentrarse en su Notebook, tecleando con rapidez en el teclado. Corro mi silla hasta llegar a su lado y observo que ella está diseñando un nuevo modelo de vestidos veraniegos, para la temporada calurosa que se nos viene. Mi amiga y yo somos diseñadoras de modas, ambas estudiamos juntas en el Instituto de moda y desde que nos conocimos, nos hemos vuelto inseparables. Cuando llegamos a Imperio a hacer nuestra última pasantía como diseñadoras, conocimos lo que es el verdadero trabajo duro, pero luego todo nuestro esfuerzo se nos recompensó con un gratificante contrato laboral por parte de Alondra. —¿Crees que el rosa palo es un buen color para la temporada? —pregunta Nahia a mi lado, sin dejar de observar la pantalla en su Notebook—. Ya sabes que odio el rosa, pero no quiero ser poco objetiva… Observo un lindo vestido corte sirena, muy elegante y con una caída justo sobre los tobillos. El boceto de mi amiga es muy bueno y deja ver claramente su idea, pero al verlo, no me convence el tono de rosa que está usando, por lo que le sugiero seguir buscando más opciones. —Creo que un amarillo se veria mejor —comento, evaluando otra perspectiva. —Veo que ya están trabajando —ambas nos giramos de pronto al escuchar aquella característica voz femenina y aguda—. Que bueno, me gusta cuando hay motivación en esta oficina. Con permiso, estaré en mi estudio personal. Tan rápido como nuestra jefa llega, se marcha y sin dejarnos tiempo a saludar ni decir ni una sola palabra. Nahia y yo intercambiamos un mirada de complicidad y luego agachamos la cabeza en nuestros ordenadores, continuando con nuestro trabajo y reservando todos nuestros comentarios para después, porque no era un secreto que en esta oficina hasta las paredes tenían oídos. Lo que queda de mañana, me dedico a diseñar unos conjuntos para la nueva línea infantil que Alondra quiere abrir en la siguiente temporada. La marca Imperio siempre ha sido reconocida por traer al mercado ropa femenina de calidad y muy exclusiva, por lo que ahora nuestra jefa ha decidido ampliar la marca a la ropa de niña, lo que me parece increíble y muy inteligente. —Mis tripas suenan, ¿podemos ir a comer? —alzo la mirada hacia Nahia y luego de verificar con mi reloj que ya estamos en horario de almuerzo, asiento hacia ella. —Me apetece un risotto —digo, mientras fantaseo con saborear aquel delicioso plato, el cual era mi favorito. Comenzamos a recoger todas nuestras pertenencias y dejamos nuestros espacios de trabajo en orden, para evitar acrecentar el mal genio de nuestra querida jefa. Estamos saliendo de la oficina, cuando nos topamos de frente con un hombre que parece salido de una revista de moda. Tiene la piel trigueña, ojos color café y un cabello castaño, frondoso y que se nota es muy cuidado por él. —Buenas tardes, señoritas —saluda él, pasando por nuestro lado. —Buenas tardes —Nahia responde a su lado, mientras yo me quedo observando a aquel hombre en un completo silencio. Nos detenemos a esperar el ascensor y mientras eso sucede, me volteo para observar disimuladamente a aquel castaño, quién por cierto, trae puesto un costoso traje, que me atrevo a apostar es de una colección exclusiva de Boglioli, aquella marca costosa, la que en mi caso, no lograría costear ni con medio año de trabajo. —¿Y este de dónde salió? —pregunto a mi amiga en un susurro discreto, mientras entramos al ascensor y vemos cómo Alondra sale de su estudio a recibir a su invitado y se le cuelga del cuello con una enorme sonrisa en los labios. —No tengo ni idea, pero creo que a Alondra se le iluminó el día con solo ver aquella sonrisa —menciona mi amiga, con una sonrisa ladeada. Ella se gira hacia mí, mientras las puertas se cierran y luego agrega—: y creo que no es a la única que algo se le encendió. —Tienes una intuición envidiable, amiga —le guiño un ojo y dejo escapar una sonrisa divertida. —No tienes remedio, Jolie —se cruza de brazos y niega con la cabeza—. Mira que querer levantarle el novio a tu jefa, eso deja mucho que hablar de tu integridad como mujer. Ambas nos observamos con diversión y luego me encojo de hombros, fingiendo demencia. Las puertas del ascensor se abren en el primer piso y ambas comenzamos a caminar en dirección a la calle. —Si te soy sincera, yo no le negaría nada a ese hombre —reconozco—. Alondra tiene una suerte… —Ni me lo digas —mi amiga suspira—. Y la paciencia que debe tener ese hombre. —Bueno, pero, ¿quiénes somos nosotras para juzgar? Ambas estallamos en carcajadas y continuamos con nuestro camino hasta llegar a uno de nuestros restaurantes favoritos de la zona, en el cual ya somos clientas habituales, ya que ambas solemos venir a comer a diario, debido a que ni mi mejor amiga, ni yo, tenemos habilidades culinarias como para poder preparar almuerzos sin correr el riesgo de sufrir una intoxicación alimenticia. Entre risas y bromas, me devoro un delicioso risotto, acompañado de un machiatto, debido a que aún me encuentro en horario laboral y necesito de toda la cafeína posible para acabar el día. Nahia opta por una pasta al pesto, que huele genial y una coca cola. —¿Quieres salir hoy por la noche? —pregunto. Mi amiga vacila un poco, antes de suspirar y desviar la mirada, lo que me indica que algo no anda bien—. Vale, escupe, ¿qué pasa? —Lo mismo de siempre —susurra, dibujando una mueca de desagrado en sus labios y acomodando su melena castaña—. Tuve una discusión con Atticus. —¿Atticus Ricci y tú discutiendo? —cuestiono divertida—. Estoy muy sorprendida por tus declaraciones, amiga. No me esperaba para nada esa situación. —¡No seas imbécil, Jolie Leone! —me apunta con su dedo índice y luego se cruza de brazos—. Esta vez fue una discusión fuerte, incluso me dijo que me vaya a la mierda si así lo quería. —¿Por qué pelearon esta vez? —pregunto, dejando de lado las bromas y el sarcasmo. Nahia bufa, evidentemente cabreada, para luego encogerse de hombros. —Digamos que Atticus quiere que me mude a su departamento y yo le dije que no estaba segura de hacerlo —dice, sin más. Alzo ambas cejas en su dirección, porque me sorprende de sobremanera que mi amiga no haya accedido a vivir con su novio, ya que, ambos llevan una relación estable hace tres años. Nahia y Atticus se conocen de toda la vida, pero no fue hasta hace tres años que él le declaró sus sentimientos a mi mejor amiga y todos quienes los conocemos sabemos que suelen tener discusiones sin sentido todo el tiempo, pero esta vez me parece que la situación va mucho más allá de un simple mal entendido. Están hablando de su futuro como pareja. —¿Y no le pediste un tiempo para pensarlo? —pregunto. Ella muerde su labio inferior con nerviosismo y comienza a mover su pierna sin cesar, en un acto involuntario. —Sí, claro… —asiente distraída—. Creo que se me olvidó mencionar que su propuesta fue para el día de mi cumpleaños. —¿Tu cumpleaños? —niego con la cabeza, confundida—, eso fue hace más de un mes. —Algo así… —¡Nahia! —chillo espantada—. ¿Por qué no me habías contado esto? ¡Lo tienes esperando por una respuesta desde hace mucho tiempo! —¡Es que no sé qué diablos decirle! —mueve las manos hacia el lado y luego suspira, liberando todo el aire de sus pulmones y dejándose caer hacia atrás, en el respaldo de la silla—. No puedo decidir y Atticus no entiende eso, piensa que no lo amo, pero no es fácil para mi decidir irme de casa y dejar sola a mi abuela. Asiento con la cabeza, porque entiendo su punto, debido a que ella es muy unida a su abuela y es la única familia que tiene. Alcanzo su mano con la mía y le sonrío, intentando darle ánimos. —Entonces, creo que por todo lo que me cuentas, la solución es que, luego del trabajo vayamos a beber y mover el cuerpo —le guiño un ojo y consigo hacerla reír al hacer un ridículo movimiento de hombros. —Está bien —rueda los ojos—. Iremos. (...) Al llegar a la oficina, luego de nuestro delicioso almuerzo, nos sorprendemos al escuchar a nuestra jefa decir que nos concede la tarde libre, apelando a que ella tiene cosas personales que hacer y quiere ser generosa con nosotras. —Jefa, se lo agradezco muchísimo —digo, dibujando una enorme sonrisa en mis labios. Ella se encoge de hombros y luego nos hace un gesto hacia el ascensor. —Vayan, están en libertad. Junto a Nahia abandonamos el edificio, aún sin creer que Alondra Fernández nos haya dejado ir antes. No recuerdo cuándo fue la última vez que esto sucedió, pero sin duda, es un milagro caído del cielo y estoy casi segura que esto debe ser obra del hombre que vino a verla esta mañana. —Vamos a mi departamento, allá nos arreglamos —digo. Mi amiga asiente con la cabeza, accediendo. Nos subimos a mi automóvil y vamos hasta mi hogar, donde nos dedicamos a elegir la ropa adecuada para el sitio al cual queremos ir. Finalmente, me decido por usar un enterizo color negro, con escote cuadrado, lo que favorece a mi figura. Estoy colocándome un colgante dorado en el cuello, cuando mi celular comienza a sonar y contesto la llamada entrante al ver de quién se trata. —¡Hermanita! —chilla Angeline al otro lado de la línea. —Hola, bruja. —¿Qué harás hoy? —pregunta directamente. Observo de reojo como Nahia hace diferentes poses frente al espejo, para evaluar su vestimenta, lo que me hace sonreír divertida. —Nahia y yo iremos a un club a beber. —Novedad —se burla ella—. Era para invitarte a cenar con nosotros, pero creo que alguien ya me ha robado la compañía de mi pequeña hermanita. —Ey, no te compliques la vida, porque hay Jolie Leone para todos. —¿Vienes dentro de la semana? —pregunta esperanzada. —Claro, te aviso qué día me dejo caer por tu casa —aseguro. La llamada finaliza y dejo anotado en mis recordatorios mentales el visitar a mi hermana, ya que luego de lo sucedido con Batman, no he vuelto a verla y de eso, ya ha pasado más de una semana. Después de todo, Angeline y Dante son los únicos a quienes puedo considerar como mi familia. —Creo que estoy lista —asegura Nahia, mientras termina de aplicarse un labial rojo intenso sobre sus labios, que combina a la perfección con su vestido dorado. —Entonces vamos —asiento con la cabeza, tomando mi pequeña bolsa Gucci—. La noche es joven, amiga.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD