La noche de bodas no fue la primera noche que dormí con Martín. Varias veces, desde que me había propuesto formalizar, habíamos estado juntos y aunque no me había sentido del todo cómoda, era lo que tenía que hacer. Sin embargo esa noche, nuestra noche especial, me había preocupado bastante no solamente porque ese día me lo había pasado amargada al darme cuenta que había perdido a Franco, sino por las palabras de Carla, y por la presión familiar que sentía, de intentar ser una buena esposa y obviamente, de conseguir enamorarme de Martín.
Pero puedo afirmar que el alcohol que había ingerido en la fiesta hizo lo suyo para que todo sucediera mejor de lo que podía haber sido… Al llegar al hotel que habíamos elegido, cercano al aeropuerto para irnos a un maravilloso viaje al día siguiente, yo
