Rose estaba nerviosa, no quería demostrarlo, pero con cada caricia que Diego dejaba en su piel, ella se estremecía, mientras que Diego todo lo que quería era poseerla de una buena vez. —Hace calor, ¿No crees?—preguntó ella tratando de olvidarse de sus nervios, pensó que si iniciaba una conversación sería de ayuda. Diego alzó la vista y miró que el aire acondicionado estaba encendido, pero la puerta del balcón estaba abierta, no dudó en levantarse y cerrarla, se quitó el saco y desabotonó su camisa. —¿Mejor?—Preguntó. —Si, eso creo—murmuró ella, se puso de pie y fue por la botella de Champagne que había dentro de una cubeta dorada. —¿Podemos?. Diego entrecerró los ojos y asintió. —Creí que no tomabas. —Tengo mucha sed. El caminó hasta ella y le quitó la botella de las manos. —¿No qu