Trato dé alcanzar a Caeli, pero ella camina con tanta prisa que es casi imposible. No es hasta que llega al lado del coche que puedo llegar a su lado.
—Caeli, por favor, espera… —le pido ya un poco agitado.
—Déjame sola por favor, me muero de la vergüenza por todo lo que tuviste que escuchar —dice sin siquiera mirarme a la cara.
—No tienes que sentir vergüenza por nada, ¿sí? Él es un idiota poco hombre —señalo con sinceridad.
Ella agacha su mirada y niega con la cabeza.
—No puedo creer lo que me hizo, está bien… sí quiere engañarme que lo haga, total no puedo obligarlo a que me quiera, pero ¿humillarme así? Es que no tiene derecho a hacerme algo como esto —pronuncia entre un mar de lágrimas.
—Caeli, es mejor que te olvides de todo lo que te dijo, no puedes creer nada de lo que te dijo ese imbécil —trato de convencerla.
No sé qué decirle ni que hacer para aliviar un poco ese dolor qué lleva por dentro, solo se me ocurre abrazarla una vez más, pero con mayor fuerza que antes.
—Últimamente no estábamos en nuestro mejor momento, pero es que todo lo de mí papá me tiene muy mal no podía concentrarme en nada… y lo único que a él le importo fue lo que pasaba en la cama —habla con angustia.
—Oye, no tienes que justificarte por nada, él solo tenía que estar contigo y apoyarte cómo tú pareja, pero es evidente que tiene tan pocos pantalones que ni siquiera eso ha podido hacer —replico y dé a poco me doy cuenta cómo ella se va tranquilizando.
—Tenés razón… pero me duele —susurra.
—Lo sé, claro qué duele cuando alguien nos traiciona así —concuerdo y cuando se suelta de mí abrazo sus ojos verdes se clavan en mí.
—Gracias por tú apoyo, no sé cómo pagarte todo esto qué estás haciendo por mi. Ni siquiera me conoces y estás acá consolándome cómo sí me conocieras desde hace años… dé verdad gracias —insiste y niego con mí cabeza.
—No me tienes que agradecer, lo hago de corazón —aclaro cuando dé pronto su celular comienza a sonar y al ver la pantalla sus nervios se vuelven evidente.
—Tengo que atender —declara e inmediatamente contesta.
Yo solo la observo y me doy cuenta dé qué algo no anda bien ya qué sus gestos cambian reflejando preocupación.
—Caeli, ¿qué ocurre? —pregunto acercándome a ella.
—Ya salgo para allá… no debí venir, no debí dejarlo —pronuncia angustiada y termina la llamada.
—Caeli, ¿qué paso? —vuelvo a preguntar y llevo mis manos hacía sobre sus hombros para hacer qué reaccione.
—Es mi papá… se descompensó y lo llevaron al hospital… tengo qué irme —explica.
—Yo manejo, vamos, te llevo —es lo único qué puedo decirle en estos momentos y es qué ni siquiera yo sé muy bien qué decir, es cómo si de repente todo lo malo le estuviera pasando dé un solo golpe.
—Vamos… tengo qué llegar rápido —me pide y solo asiento.
[…]
Lo qué parecía ser una noche de celebración y fiesta se ha convertido en una pesadilla. Conduzco lo más rápido qué puedo siguiendo sus indicaciones, pero no sé si es lo suficiente dado lo alterada que está. No la culpo, yo también estaría mal…
—Estaciona acá, voy a entrar, te veo a dentro —me dice cuando al pequeño hospital del pueblo.
—En unos minutos te alcanzo —suelto mientras se baja del auto sabiendo qué lo único importante para ella en estos momentos es saber cómo está su padre.
No entiendo porque el destino me ha traído hasta aquí, ¿Por qué el señor Gerardo me contrato cuando sabía cómo era el estado dé su salud?
Ahora entiendo que no soy el único que está sufriendo… ella también la está pasando muy mal con todo esto y posiblemente sea peor ya qué también ha perdido a su madre. Lo único qué puedo hacer ahora es apoyarla y dejar dé hacerme tantas preguntas.