Nunca fui bueno para bailar, desafortunadamente eso no es algo que le herede a mi padre, pero hasta este momento nunca me fue necesario. Aria no era amante de las fiestas ni de ir a bailar. Ella prefería pasar interminables horas conmigo y los caballos en el establo, o en cualquier sitio donde pudiésemos llevar a Zion, tal y como lo era aquel campo al que tanto íbamos cerca de la playa.
Frente a mi ahora tengo a una mujer que intenta convencerme de que sus pasos son fáciles de seguir, pero a decir verdad dudo que pueda seguirle el ritmo.
—Tenés que hacer así —me indica cuando hace un chasquido con los dedos de sus manos.
—Hare el ridículo —advierto y ríe.
Se acerca, me toma de las manos y me jala hacia ella acortando nuestra distancia.
—No hacés el ridiculo, solo sos un yanki tratando de bailar folklore —me dice sin apartar su mirada de la mía y sonrió.
—¿Yanki? —inquiero y noto lo mucho que esto le divierte.
—¿Naciste en Miami? ¿No? —averigua y no sé porque siento que está tratando de retarme.
—Mi padre Frances… —justifico.
—¿Y? Mis abuelos también eran inmigrantes —explica y me sorprende cuando mueve uno de mis brazos para que la rodee por la cintura—. No intento seducirte, es solo que ese pelotudo nos está mirando —me cuenta.
Le sigo el juego acomodando mi mano en la parte baja de su cintura mientras que siento como ella cuela sus brazos por encima de mis hombros para luego entrelazar sus dedos justo en mí nuca.
—No te entiendo…
—¿Qué es lo que no entendés? —averigua sin agachar la mirada.
—¿Acaso quieres que él también piense que lo engañaste? Es decir… me conoces hace unos pocos días, ¿no te importa lo que piense la gente? —averiguo.
—Haga lo que haga me van a criticar. Todos ven lo que me hizo y lo único que saben decir es que soy una cornuda… ahora estoy con vos acá bailando, o intentando hacerlo y van a decir que soy una mujer fácil que quien sabe hace cuanto lo engaño y que por eso él me engaño a mí… —expone.
—¿Y porque te importa lo que piensen? —le reto y sonrió.
—A mí no me importa, pero como ves, tengo responsabilidades. Mucha de esta gente trabaja para mi familia y no sé cuánto tiempo más vaya a tener a mi papá. Necesito que me vean fuerte, que entiendan que soy yo quien pronto tendrá las riendas de este campo —sentencia y la miro con dudas.
—¿Por qué lo dices así? Es como si…
—Mi papá tiene una enfermedad terminal, nadie lo sabe. No quisimos que la gente se enterara para que no empezaran a quitar los negocios no se cayeran, ¿entendes? —me confiesa dejándome sin siquiera saber que decir.
—Yo… es que…
—No tenes que decir nada, no te preocupes.
—Caeli, eres muy fuerte, ¿lo sabes? —le digo y sonríe con tristeza.
—Pensábamos que todo iba a mejorar, pero ya el medico no dijo que teníamos que prepararnos. Me duele el alma con solo pensar que lo voy a perder a él también….
—Lo sé, sé lo que se siente…
—Solo quería tener a un compañero de vida a mi lado, alguien que me acompañara cuando me quedara sola, pero Mariano… —trata de decir y rompe en llanto de una manera que me rompe el corazón.
—Ven, salgamos de aquí —sugiero ya que todos comienzan a vernos.
En estos momentos ya no me importa lo que diga ese imbécil, o lo que piense la gente, solo me importa que ella se sienta mejor y poder hablar de todo esto.