Sus manos sujetan mi rostro delicadamente en medio de la habitación de esta cabaña que parece sacada de un cuento. Me mira de una manera que me hace querer detener las agujas del reloj… Me hace sentir especial, amada, deseada pero, sobre todo, respetada. —Eres la mujer más hermosa del mundo. La más inteligente, sensible, y dulce que he conocido, no puedo creer que tenga la suerte de que seas mi esposa.— Me dice de la manera más tierna posible y comienza a acercar sus labios a los míos. Quisiera decirle algo, pero me ha quitado la respiración con cada una de sus palabras. Siento este anhelo irrefrenable de perderme en sus labios. Mis labios rozan los suyos lentamente y siento tocar el cielo. Nos comenzamos a besar delicadamente, pero la urgencia de nuestras bocas va aumentando cuando nuest