MIA...
Recuesto la cabeza en el asiento sintiendo un fuerte dolor de cabeza que solo aumenta al ver frente a mí los ataúdes de dos de los miembros de mi equipo que murieron tratando de protegerme. Ya pasaron casi nueve meses de que me fui. Las misiones siempre han sido difíciles, pero desde que me asignaron mi propio grupo, no había perdido a ningún hombre hasta ahora. Suspiro deseosa de llegar pronto a casa y entregar los cuerpos a sus familias.
- Teniente – escucho a uno de mis hombres que se sienta junto a mí. - ¿se encuentra bien?
- No te preocupes – respondo observándolo con una sonrisa triste – es solo que nunca me había sucedido. – señalo las cajas de madera frente a mí.
- Siempre hay una primera vez y en el camino que elegimos es algo común – dice él entregándome una botella de agua y analgésico. – aunque suena mal.
- Gracias – digo tomándome el medicamento.
- Duerma un poco teniente – recomienda a lo que yo asiento con la cabeza acostándome en el mismo lugar cerrando los ojos y soñando con aquella noche que no he podido olvidar.
No sé cuánto tiempo pasa hasta que nos informan que estamos por aterrizar en San Louis, por lo que me preparo para lo que viene. Cuando el avión aterriza, tomo mi bolso poniéndome de pie caminando hasta los ataúdes poniendo mi mano en uno de ellos.
- Gracias – susurro poniendo mi otra mano en el otro. Suspiro viendo que abren la compuerta del avión al tiempo que me pongo mis lentes de sol. Mis hombres se acercan a mí para bajar juntos encontrándonos a mi padre y las familias de los demás. camino hasta donde se encuentra mi padre a quien saludamos con respeto al igual que los demás.
Luego de que hacemos el debido procedimiento de entrega de cuerpos y banderas lo que hace que un nudo se forme en mi garganta y los ojos se me llenen de lágrimas que son ocultos por mis lentes de sol, cuando todo aquello termina camino hasta la oficina del general a quien le entrego un informe sobre todo lo que sucedió y unas horas después al fin salgo encontrándome con mi padre.
- Hija – dice abrazándome fuerte consolándome por lo que sucedido – vamos a casa
- Esa idea me gusta – digo sonriendo triste mientras subimos al auto.
- Esta noche nos quedaremos aquí y en la mañana viajaremos a Virginia – dice él mientras su chofer pone en marcha el auto.
- ¿Cuándo te trasladaron? – pregunto sorprendida ya que hacía meses no hablábamos.
- Hace dos meses – me abraza por los hombros haciendo que me recueste en su pecho – además van a ascenderme.
- ¿enserio? – pregunto feliz por mi padre, aunque este triste.
- si hija y creo que voy a quedarme en Virginia hasta que me retire – dice sorprendiéndome - ¿Cuánto vas a quedarte?
- Un par de meses – respondo acostándome en el asiento poniendo mi cabeza en sus piernas mientras él acaricia mi cabello – el general me asigno el entrenamiento de nuevos reclutas, antes de la siguiente misión.
- ¿Por qué no haces el entrenamiento en Virginia? – pregunta a lo que yo lo observo sonriendo.
- Disfrutemos de estos meses – digo a lo que él besa mi frente antes de quedarme dormida.
Un par de días después estoy en Virginia montando bicicleta por la orilla del rio, donde mi padre está encargado de la base militar. Respiro profundamente sintiendo tranquilidad, algo que necesito por estos días. Me detengo un instante al sentir un fuerte dolor en el vientre el cual me deja sin aliento.
Cuando este se calma decido regresar a casa a descansar un poco ya que esta noche le prometí a mi padre acompañarlo a una cena muy importante. Cuando vuelvo a casa voy a mi habitación, pero cuando estoy subiendo las escaleras el dolor vuelve haciéndome gritar ya que nunca antes lo había sentido.
- ¿Qué sucede? – pregunto tratando de respirar yendo en busca de mi celular para llamar a mi padre, entro a mi habitación un poco confundida. Tomo mi celular con intensión de llamar a mi padre, pero me arrepiento y decido ir al hospital por mi cuenta, por lo que me cambio vistiéndome con un conjunto deportivo y tomando un pequeño morral metiendo mis documentos, tarjetas y celular antes de salir de la casa llamando un taxi – lléveme por favor Warren Memorial Hospital. – de repente siento otra vez el fuerte dolor me hace sudar. – podría darse prisa por favor – le pido al chofer mientras llamo a mi padre.
- Hija – responde de inmediato
- No quiero que te preocupes, pero en este momento estoy yendo al Warren Memorial Hospital – digo tratando de respirar ya que el dolor me deja sin aliento.
- ¿Qué pasa?
- Estoy teniendo unos fuertes dolores – respondo sintiéndolo de nuevo - ¿puedes venir?
- Por supuesto hija, estoy a dos horas – responde preocupado – pero enviare al sargento Karpan.
- No te preocupes papá – respondo viendo la entrada de urgencias del hospital, al llegar rápidamente le pago al taxista bajándome del auto. – te llamo cualquier cosa.
Cuelgo la llamada entrando rápidamente al tiempo que vuelvo a sentir el fuerte dolor, una enfermera viene ayudarme.
- ¿Qué le pasa señorita? – pregunta amablemente ayudándome a entrar.
- No lo sé, - respondo mientras entramos y ella me lleva directo a urgencias – siento un dolor frecuente, que comenzó hace más o menos una hora.
- Buenas tardes – digo al doctor que viene atenderme y que de inmediato comienza a revisarme. Comienzo a decirle a detalle lo que me sucede algo que lo sorprende – también soy médico. – digo a lo que él sonríe mientras me revisa el vientre poniendo el estetoscopio sobre él y de repente él se vuelve a verme al tiempo que siento de nuevo el fuerte dolor.
- Llamen a maternidad, necesitamos una ginecostetra – ordena haciendo que lo observe confundida.
- ¿maternidad? ¿ginecobstetra? – pregunto observando como las dos enfermeras que estaban apoyándolo corren hacer lo que él pidió – no estoy embarazada.
- Si lo está señorita – responde dejándome perpleja – y el dolor que siente son contracciones, porque estas en labor de parto...