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Ciego Millonario

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Blurb

Elena Smith es una mujer de veinticinco años con pocas expectativas en el amor, después de múltiples fracasos amorosos, decide cerrar las puertas de su corazón. Hasta la noche que su camino se cruza con André Miller. Esa noche que cree es una aventura más para sumarla a su lista, se convierte en una relación de varios meses. Hasta el día que él desaparece abruptamente de su vida sin ninguna explicación.

André Miller es un hombre que lo tiene todo: dinero, prestigio y muchos amigos. Pero no el amor de una buena mujer. Eso cambia el día que conoce a Elena en medio de una pista de baile y se enamora a primera vista de ella, viviendo a su lado los meses más felices de su vida.

Hasta que un terrible accidente que lo deja ciego, cambia sus vidas para siempre.

«No te amo Elena, ni siquiera he pensado en ti durante estos tres meses. Si no te busqué fue porque no tenía interés en saber de ti, ¿no fue claro mi mensaje?»

Elena no estaba preparada para aquellas duras palabras.

«No me busques más, porque no quiero volver a verte» con esas palabras llenas de frialdad por parte de André su relación se dio por terminada.

Elena enojada y terriblemente dolida, jura no volver a buscarlo jamás.

Pero los hilos del destino tejen en contra de sus buenas intenciones y una tarde su vida vuelve a dar un giro de 180º cuando descubre la razón por la cual André la dejó.

¿Qué está dispuesta hacer Elena por André? ¿Aceptará André el amor de Elena, en sus condiciones?

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Capítulo 1
Elena observó el lugar abarrotado de gente. A ella no le gustaban los lugares cerrados y si no fuera por Jeda, no estaría metida en esa discoteca con miles de personas bailando, bebiendo y gritando como locos. —Cambia esa cara, parece que estuvieras estreñida —se burló su mejor amiga. Ella rodó los ojos por tercera vez, o ¿era la cuarta? En realidad, ha perdido la cuenta de las veces que lo había hecho esa noche. —Es mejor que no me molestes, si no quieres quedarte sola en este lugar, sabe que acepté venir únicamente porque es tu cumpleaños, pero por nada más. —Y… ¿esperas que te lo agradezca? —habló por encima de la música. —Sería una buena cosa que lo hicieras —respondió con los labios fruncidos. —¡Por Dios, tienes veinticinco años Elena y pareces una anciana! ¡Ven vamos a bailar! —dijo arrastrando el cuerpo de Elena entre la muchedumbre. Elena suspiró, si no fuera por el amor que le tenía, hacía tiempo se hubiera largado del lugar, la música le taladraba los tímpanos y su corazón latía fuerte dentro de su pecho. Elena se resistió todo lo que pudo y en su intento de huida terminó atropellando a uno de los muchos hombres en el lugar, pero este no era cualquier hombre y ella lo sabía. Los hermosos ojos azules la miraron con curiosidad mientras ella se perdía en ese hermoso cielo de su mirada. La música, junto a todo el bullicio desapareció y únicamente existía ella y él. —Si no estuviéramos en un lugar tan concurrido, no tendría ningún inconveniente en tenerte encima de mí —musitó André perdiéndose en los hermosos ojos color café, que eran como chocolate fundido y se le antojaba delicioso solo con mirarlo, su cuerpo reaccionó al calor de la mujer encima de su cuerpo y su erección no se hizo esperar. —¡Dios! —exclamó Elena al sentir el bulto bajo sus redondas nalgas y los colores se le subieron al rostro. No era una mojigata y virgen mucho menos, pero… —Soy André, ningún dios, pero puedo ser lo que tú quieras preciosa—respondió con una pícara sonrisa en los labios que logró humedecer las bragas de Elena cómo hacía mucho tiempo nadie lo hacía. Y la puerta que creyó cerrada con mil candados se abrió con la fuerza de un huracán arrasando todo a su paso. —¿Elena? —La voz de Jeda logró romper la burbuja en la que se había sumergido, dándose cuenta de la situación en la que se encontraba. —Lo siento —dijo rápidamente levantándose de encima de él. Sus mejillas volvieron a teñirse de rojo carmesí. —Puedo olvidarme de esto si aceptas tomar una copa y bailar conmigo —propuso dibujando una sonrisa torcida en los labios. Elena aceptó la invitación alejándose de su amiga. "Después de todo Jeda conocía el camino de regreso a casa" pensó con una amplia sonrisa en los labios. La noche de Elena dio un giro de 180° y lo que en un principio pareció ser aburrido se convirtió en la noche más excitante de su vida. Después de unas copas y de bailar pegados, no pudieron contener la pasión que nació en cada movimiento de sus cuerpos y entre besos y caricias terminaron en la habitación de un hotel cinco estrellas. La piel de Elena se erizó al sentir los labios de André recorrer su cuerpo con pasión y dedicación, como si ella fuera la cosa más preciada para él. De sus labios escaparon varios suspiros de placer al sentir, la lengua del hombre lamer sus duros pezones y estrujar sus pechos con firmeza, su intimidad se sentía húmeda y deseosa. —Mmm… hueles delicioso. Eres un pecado para cualquier hombre —susurró por encima de su sensible pezón, haciendo que su cuerpo temblara. André pasó su lengua por el cuello de la joven, arrancando gemidos placenteros, aumentando su propia excitación. —André, por favor —susurró moviendo las caderas para tener contacto con el calor del cuerpo masculino sobre ella. —Por favor… ¿Qué? —susurró. Elena era consciente que su cuerpo estaba reaccionando a las caricias de André, como nunca antes lo había hecho con otro hombre, sin embargo esta era la primera vez que se acostaría con alguien que no era nada suyo, no era su novio y apenas se conocían, pero quería dar ese salto, aunque mañana solo fuera un recuerdo. —Te necesito —musitó. Elena echó la cabeza hacia atrás para tener más de ese hombre, parecía que no era suficiente con tenerlo allí, junto a ella. André sonrió, mordió el lóbulo del oído de la chica, quien sin poder evitarlo volvió a gemir. La boca de André recorrió su mandíbula, hasta que sus labios volvieron a encontrarse esa noche. Elena abrió los ojos al sentir el cuerpo de André alejarse ligeramente de ella. André sonrió al ver el deseo en las pupilas dilatadas de la joven y el placer recorrió su propio cuerpo que ardía en deseo, el mismo que ella sentía. Se dejaron llevar por las sensaciones que sus cuerpos experimentaban, Elena enredó sus dedos en las hebras de André y profundizó el beso que se llevó la poca cordura que aún le quedaba.  Seis meses después. Elena observó el cuerpo de su novio dormido plácidamente sobre su cama. —Si continúas viéndome de esa manera voy a desgastarme, ¿no te da miedo? —preguntó con una sonrisa juguetona en los labios. —Quizá un poco, esto es demasiado bueno para ser real, temo despertar un día y no tenerte a mi lado —confesó la joven. Elena no mentía al respecto, André era el primer hombre con quien superaba los seis meses, sus relaciones anteriores solían terminar antes de cumplirse el primer trimestre, pero André era diferente, lo supo desde el día que se habían conocido. —Tonta, sabes que te amo, me enamoré de ti a primera vista, o debería decir ¿a primer golpe? —se burló —. Pero no me arrepiento de nada, te amo como jamás creía que podía amar, eres mi vida Elena —juró Elena le creyó, porque ella misma sentía tantas cosas en su corazón que posiblemente no tendrían una explicación lógica, pero aquí estaban cumpliendo seis meses de hermosa relación. —También te amo ¡Soy feliz! —exclamó. André se carcajeó ante las expresiones de Elena, era eso lo que tanto le fascinaba de ella, la simpleza de su existir y su humildad, pese a que era una chica de buena familia y que no tendría nada que envidiarle a él. Nunca había encontrado una mujer interesada en él verdaderamente, todas y cada una de las mujeres que habían desfilado por su vida habían tenido un único interés y era saber la cantidad exacta de su fortuna. Elena se mordió el labio al ver el rostro de André parecía divertirse a su costa. —¿Te burlas de mí? —preguntó haciendo un ligero puchero. —¡Jamás podría, te amo! —exclamó. André la atrajo hacia su cuerpo, para apoderarse nuevamente de sus labios. Elena abrió los labios para recibir el besó de André, lo tomó de la nuca y lo apretó contra su cuerpo y sus labios se aferraron en un fiero beso. Esa mañana volvieron a hacer el amor, como todas las mañanas que amanecían juntos. —¡Todo huele delicioso! —exclamó André una hora después. Elena sonrió al sentir las manos de André atrapar su cintura con sus fuertes manos, mientras dejaba una senda de besos por su hombro desnudo. Tenía una camiseta y un pijama de cintura baja y podía sentir la dureza de André pegada a sus nalgas. Se estremeció de nuevo ante aquel pequeño y descarado contacto. —¡Lo he preparado yo, así que debe estarlo! —respondió girándose para darle un beso en los labios. —No me cabe la menor duda cariño —respondió André mientras caminaba hacia la mesa, para servir el café. —Te he preparado un desayuno tradicional, huevos, frijoles, plátanos y crema. ¡Un desayuno perfecto, después de una noche más que perfecta! —dijo emocionado. André valoraba cada detalle que Elena tenía para él, ninguna mujer antes le había cocinado, ¡ni su madre! «Ella es la mujer perfecta» pensó. —Me consientes demasiado, cariño, puedo acostumbrarme a este trato privilegiado —dijo sentándose a la mesa. —Vivo para eso cariño, pero ahora deberías darte prisa, se te hará tarde —urgió. —Lo sé, lo sé. Hablaré con mi madre esta noche, le haré saber de nuestra relación y le pediré que organice una cena para conocer a tus padres. Elena se quedó de una pieza, no se esperaba esto, pero sin duda era lo que más deseaba, nunca antes había presentado a ningún novio a su familia y André sería el primero. —¿Bromeas? —preguntó con lágrimas en los ojos. —Jamás, te amo y quiero formalizar nuestra relación, pedir formalmente a tus padres me permitan convertirte en mi esposa. Elena se quedó de piedra, mientras procesaba las palabras de André. —¿Quieres que sea tu esposa? —preguntó. André sonrió y se puso de pie, para dos segundos después caer de rodillas frente a ella, y enseñando un pequeño estuche. —¡André! —exclamó emocionada. —¿Quieres ser mi esposa, Elena? ¿Quieres ser la mujer de mi vida? —preguntó con una sonrisa en los labios. —¡Síii! ¡Sí, quiero!

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