Capítulo 2

1543 Words
André sonrió al ver la expresión en el rostro de Elena, ambos habían tenido mala suerte en el amor en tiempos pasados y solo hasta el día que se conocieron encontraron su felicidad. Era como si el destino les hubiera reservado para ese día. —¿Sí? —preguntó sin poder creerlo. —¡¡¡Síii!!! —exclamó Elena lanzándose sobre él y tumbándolo en el piso, exactamente en la misma posición de ese día en el antro. Ambos rompieron en carcajadas mientras pedían en secreto que ese amor no conociera el final. Porque ninguno de los dos estaría preparado para ello. —Tenerte de esta manera es una verdadera tentación, una invitación para no salir de casa hoy, pero… —Tienes que trabajar —interrumpió Elena mientras hacía un puchero. —Exacto y si la reunión de hoy no fuera tan importante, te juro vida mía que me la pasaría contigo. Te llevaría a navegar y a disfrutar de un día maravilloso, pero el deber llama —dijo con una sonrisa. Por lo que con todo el pesar del mundo se vio obligado a ponerse de pie, tenía que asistir a varias reuniones antes de volver a su casa y poder hablar con su madre acerca de la cena de compromiso que deseaba que fuera preparada. —Comprendo, también debo reunirme con mis padres, hay una cena en casa esta noche por motivos del cumpleaños de mi hermana menor, supongo que aún no es correcto presentarte. —Estaría encantado de asistir si me extendieras la invitación, Elena, pero también quiero aprovechar esta noche para hablar con mi madre para concertar nuestra cena de compromiso. —No digas más, eso es lo más importante para mí, a partir de hoy buscaré iniciaré a buscar el vestido de novia, quiero casarme cuanto antes contigo, ¡te amo! —dijo besando los labios de André. —Somos dos, cariño. André se despidió con un beso apasionado, como si su vida fuera a dejarla con ella. Elena por su parte estaba radiante de felicidad, jamás creyó que sería tan feliz como lo era en esos precisos momentos, su corazón latía tan rápido que por un momento creyó se le saldría del pecho. Una vez que André la dejó en el piso, llamó a Jeda la culpable de que se conocieran y por primera vez nunca tendría manera de agradecerle a su amiga el haberla arrastrado a ese antro seis meses atrás. «Aló» —¡Jeda! —gritó emocionada tan pronto escuchó la voz de su mejor amiga. «Cielos, ¡vas a dejarme sorda!» Elena se echó a reír, podía imaginarse el rostro de Jeda al decirle aquellas palabras, incluso podría jurar que la veía sobándose el oído. —Necesito verte Jeda, ¡Dios, soy tan feliz! «¿Te has ganado la lotería?» Elena no respondió a su amiga, aunque así era como su padre había iniciado en el mundo de los ricos de Manhattan, gracias a un premio de lotería de eso hacía muchos años, ella ni siquiera había nacido, pero desde entonces su padre se dedicó a comprar acciones e invertir a la bolsa y no le había ido nada mal, era uno de los hombres más ricos de la ciudad, solo quizá por detrás de André.  —Es algo mucho más importante que el dinero Jeda ¡Voy a casarme! El silencio se hizo en la línea por un largo momento, tanto que Elena creyó que se había cortado la llamada. —¿Jeda, sigues ahí? —preguntó un poco desconcertada. «Sí, sí, sigo aquí, es únicamente que me has dejado sorprendida» Elena sonrió, dejar sin palabras a Jeda era casi imposible. —Entonces… ¿podemos vernos? —insistió. «¡Claro! Nos vemos en Blue Bottle Coffee en una hora» Elena cerró la llamada con Jeda con toda la ilusión del mundo. No sabía siquiera cómo decirles a sus padres sobre su compromiso. Observó el anillo en su dedo y el corazón le martillo fuerte dentro del pecho. Se pellizcó la mejilla y solo tras sentir dolor se convenció de que no era un sueño, dentro de poco tiempo se convertiría en la esposa de André y viviría su historia de amor. Una hora después estacionó en la cafetería preferida de su mejor amiga. Tenía que comprarse el vestido que utilizaría esa noche para el cumpleaños de Anastasia, su hermana menor cumplía la mayoría de edad y la familia se reuniría para festejarla. La buscó con la mirada hasta encontrarla en la mesa al final de la cafetería. Caminó con una sonrisa en los labios, ella seguramente no se esperaba esto. —¡Jeda! —¿Cómo, que vas a casarte? —preguntó apenas la miró llegar. —Te lo he dicho amiga ¡André me ha pedido matrimonio! —exclamó presumiendo su anillo de compromiso. —¡No puedo creerlo! ¡Dios!, cuando me lo has dicho por teléfono, creí haber escuchado mal. ¡Felicidades, cariño! Jeda se puso de pie para felicitar a su amiga. —Yo aun no puedo creerlo, soy la mujer más feliz del mundo —dijo con una sonrisa de absoluta felicidad. —¿Quieres que te pellizque? —preguntó enseñándole las uñas. —Paso. El caso es que tengo tanta felicidad como miedo —se sentó para beber el café que su amiga ya había pedido. —Te lo mereces Elena, además es evidente que André está locamente enamorado de ti. Jeda quería a Elena más de lo que la propia Elena podía llegar a imaginar y su felicidad, aunque le causaba felicidad, también le propiciaba dolor, pues era un amor unilateral. Elena nunca la vería con otros ojos que no fueran de amistad. Pasaron el día juntas, compraron los vestidos de fiesta para esa noche en una de las más prestigiosas Boutique. Elena se lamentó profundamente que André no estuviera allí para ver lo hermosa que se veía con ese vestido rojo pasión. Mientras tanto André sonreía por quinta vez en lo que iba de la tarde, había cerrado varios acuerdos importantes para su empresa. Pero lo que en realidad le hizo feliz, fue la adquisición de un Yate el regalo perfecto para Elena, de hecho, había pedido que le colocaran su nombre en letras grandes y hermosas. Estaba deseoso de ver el rostro de Elena cuando le enseñara la sorpresa que le tenía preparado. Volvió a su oficina al filo de la tarde y la llamada de su madre le entretuvo un rato más en la oficina. —Hola, madre —saludó con una sonrisa en los labios y que su madre no podía ver, pero que podía fácilmente adivinar «Hola, cariño. Llamaba para preguntarte si vienes a casa esta noche, tengo que asistir a una cita importante, pero no te he visto en dos días» —Lo siento mamá, pero de hecho voy saliendo a casa, ¿puedes esperar por mí? —preguntó cogiendo su portafolios. «Por supuesto que puedo cariño» —Estoy enamorado mamá —dijo sin pensarlo, aunque imaginaba que su madre podía sospecharlo. Así eran todas las madres, siempre iban un paso delante de los hijos. «Lo sé, nunca te he visto más feliz que ahora André y eso me hace muy feliz. Aunque debo confesar que me siento herida ¿Cuándo podré conocer a la mujer que te aparta de mi lado y se la ganado tu corazón?» —Es sobre ella de quien deseo hablarte madre, esta noche te necesito de tiempo completo, quiero que hagas algo por mí y es lo más importante que hasta ahora te pediré. «Dios, quiero saber de qué se trata. Date prisa hijo te estaré esperando» —Te veré en casa en unos minutos, te amo mamá. «Yo también te amo cariño. Conduce con cuidado» André se despidió de su madre para salir de la oficina, estaba nervioso parecía un chiquillo que se confiesa por primera vez ante sus padres. Llamó a Elena, pero ella no cogió el móvil, imaginó que estaba ya en casa de sus padres por lo que no insistió subió a su auto y salió del estacionamiento. Antes de adentrarse en el tráfico buscó la canción favorita de Elena, para que le hiciera compañía y lo que parecía ser una tarde noche normal se convirtió en su peor pesadilla, cuando un camión salido de la nada, se pasó el alta y golpeó el bruscamente el auto de André, haciendo que este impactara contra un muro de contención. El dolor atravesó el cuerpo de André, su cabeza había golpeado contra el vidrio del auto. Sus pensamientos viajaron a Elena, mientras la sangre caliente y espesa bajaba por su rostro, intentó abrir sus ojos, pero fue incapaz el solo intento casi terminó por arrebatarle las fuerzas, se sentía perdido y desesperado, como si alguien le robara el alma y su conciencia empezaba a perderse. Escuchó las sirenas en la distancia, mientras él era absorbido por la oscuridad. Mientras tanto, la copa en las manos de Elena se hizo en dos sin darse cuenta, hasta que escuchó el grito de Jeda.  —¡Elena! La sangre roja que emanaba de la mano de Elena cayó a la gramilla del jardín, mientras lágrimas mojaban sus mejillas. —André —susurró.
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