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Me siento como una niña pequeña siendo llevada por su padre, lo que hace que el momento sea un poco incómodo, ya que de padre no le veo nada a Bastian, de hecho, es un hombre demasiado atractivo y aunque no se ve mayor, sí me debe llevar al menos unos seis años, porque se ve maduro, con porte elegante y comestible.
«Ya, deja de mirarle el trasero que se dará cuenta», me regaño y me obligo a retener una risa.
Disimuladamente suelto mi mano de entre la suya y parece que se da cuenta de que lo que hizo fue raro y más porque soy una desconocida con la que lleva menos de cinco minutos.
—Lo siento —dice. Sonríe y continúa caminando por el pasillo del crucero —. Mira, allá está el lugar del que te hablaba —. Señala un gran negocio perfectamente iluminado y que deja ver una gran variedad de productos para comer, aunque realmente no reemplazan un almuerzo.
—Gracias… Creo que no hubiera logrado llegar por mí misma —comento y miro a mi alrededor, frunciendo el ceño—. Mira que todos los pasillos son iguales… creo que me voy a perder más de una vez —digo para mí misma, aunque en un tono de voz normal, ocasionando que él se ría.
—Depende de qué tanta retentiva tengas, porque sí es verdad que son muy parecidos los pasillos —. Asiente y llegamos a la entrada del lugar.
Empiezo a mirar desde la puerta hacia dónde me debo dirigir a buscar algo que me ayude a calmar los ruidos que está haciendo mi estómago, hasta que veo en la parte de atrás una nevera con algunos recipientes de comida tipo gourmet.
—No te quedes en la puerta… Ve a comprar algo porque hasta acá escucho a tu pobre estómago reclamando por tu desatención —me dice burlón y yo lo volteo a ver con los ojos entrecerrados, pero sin decir nada empiezo a caminar por el mini market.
Recorro todo el lugar y finalmente encuentro un wraps de pollo, lechuga, tomate y compro una bebida que jamás había visto y eso es lo que me convence de llevarla. Cuando decidí venir a este crucero, me propuse tener la mayor cantidad de experiencias diferentes, así que era momento de empezarlas.
Lo había perdido de vista mientras estaba en el mini market, tanto así que pensé, que se había ido, pero en un momento que me asomo por uno de los estantes lo veo de espalda con algo en las manos y no puedo evitar volver a posar mi vista en su trasero. Siento que me da un poco de calor por todo el cuerpo y muerdo mi labio.
«Dios, ¿cómo es posible que me pongas esa tentación cuando llevo más de un año en sequía?», comento mirando al techo e intentando calmar mi temperatura. En ese momento se da la vuelta y me ve, así que para disimular agarro lo primero que encuentro a mi alcance.
—¡Estoy lista! —grito y camino hacia la caja para dejar mis compras sobre el mostrador.
—¿Esas son tus compras? —me pregunta incrédulo y yo asiento con seguridad.
—Sí. Ese será mi almuerzo —comento y dejo de mirarlo porque me siento intimidada, además que sus ojos azules no me ayudan a alejar los pensamientos de mi mente corrompida.
—Yo cancelo… —dice Bastian, así que volteo para encontrarme de frente con que lo que agarré de último fue una caja de condones. «¡f**k!».
—¡Oye, no! —comento avergonzada, pero solo produzco que se ría un poco y no me preste atención, mientras sigue terminando de cancelar lo que llevo y veo que también compró algo para él, pero no alcanzo a detallar qué es. Simplemente lo guarda dentro del bolsillo de la chaqueta que lleva en el momento.
—Listo… Creo que te están esperando —dice señalando la bolsa y trago saliva al recordar mi compra vergonzosa.
—Nadie me espera… ¿Acaso no sabes que los condones tienen muchas más utilidades que solo esa? —me hago la ofendida, pero ni yo entiendo de dónde saqué ese comentario.
—Ah, claro… de torniquete, para almacenar agua, como reemplazo de un guante quirúrgico… —dice siguiéndome la idea, aunque se nota que no está plenamente convencido. Asiento y le sonrío.
—Tengo hambre —me quejo haciendo un pequeño puchero, cuando siento otra vez mi estómago sonar y él se ríe.
—Vamos y te llevo a una zona donde puedes comer —dice coqueto y no sé ni qué decir, así que prefiero quedarme callada, mientras mi mente pervertida se imagina millones de opciones que pueden aplicar a esa descripción... con él y mi compra inesperada.
Empezamos a caminar y yo observo que hay muchas tiendas, muy elegantes, que venden accesorios de todo tipo, hasta una relojería de lujo y que en este momento están recibiendo clientes interesados en comprar y de solo imaginar los precios que deben tener, mejor miro hacia otro lado.
Caminamos hacia la proa, por lo que, al llegar a los ascensores, me doy cuenta de que son iguales a los que hay en la parte de popa, por donde bajé hasta este piso y definitivamente afianzo más mi teoría, de que me voy a perder en algún momento al interior del barco.
Subimos al piso quince y quedo asombrada al ver lo que parece ser un bar, con luces azules y neón, muy elegante y con una escultura como si fuera en hielo a la entrada, de hecho, pareciera que la ambientación es como si fuera un gran iglú y todo se congelara. Sin embargo, Bastian me toma de la cintura y me jala hacia un lado, llevándome por un pequeño corredor, que llega a una cómoda terraza al aire libre.
Algunas mesas están ocupadas con personas que conversan, toman fotos hacia el mar y la ciudad que está al costado y se sienten tanto la alegría como la ansiedad de los pasajeros.
Me voy a sentar y Bastian muy caballeroso se apresura a correrla para darme espacio, así que le sonrío nerviosa, porque realmente son pocos los caballeros con los que me he topado últimamente, empezando por mi queridísimo exjefe.
—Debo suponer que abordaste el barco acá en Barcelona —dice él, como si intentara romper el silencio que se acaba de entablar entre los dos.
—Sí, ayer llegué de Londres —respondo y no entiendo qué me pasa con él, pero casi no me salen las palabras… es como si todas se estuvieran formando en mi cabeza, viajaran a mi lengua y esta se las tragara.
—Espero que sean una muy agradables vacaciones y puedas volver a tu trabajo con más energía —dice sin perder el ánimo de entablar conversación conmigo.
—No hablemos de trabajo… —le digo haciendo una sonrisa suplicante, a la que responde riendo.
—Perfecto. Entiendo… Sin embargo, mi deseo sigue en pie —. Me guiña un ojo.
—Muchas gracias. Supongo que también son tus vacaciones, así que también te deseo que sean agradables —contesto normal, pero al final le doy una mirada coqueta, la cual evidentemente percibió porque lo veo apretar los labios.
—Pues con una compañía como esta, definitivamente están empezando muy bien.
«¡Aaaaaah! ¿Está coqueteando conmigo o me estoy imaginando lo que no es?», me cuestiono, mientras me quedo mirándolo como idiota. «¿Será que hay autos antiguos en este barco?». Suelto el aire y abanico mi rostro con la mano, llamando así su atención.
—¿Tienes calor? — Me mira extrañado.
—No… Estaba alejando un estornudo —contesto y me rasco la nariz para disimular.
—Deberías comer… o ¿ya se te quitó el hambre? — Levanta una ceja.
No respondo nada y cojo la bolsa de papel que él dejó hace un momento sobre la mesa, meto la mano para sacar mi comida y empiezo a degustar el wrap, bajo su atenta mirada, la cual intento esquivar fijando mis ojos en los yates y veleros que están también en el puerto.
En un momento doy una mordida tan grande que la salsa que tiene me ensucia la cara y un poco me alcanza a caer en la ropa que tengo puesta, pero antes de poderme limpiar, siento la mano de Bastian, que me empieza a limpiar con una servilleta.
La pasa junto a mi boca y está tan concentrado en eso, que no ha notado que lo estoy mirando con los ojos bien abiertos, mi corazón late rápido y estoy un poco paralizada. Parálisis que se me quita cuando baja la servilleta a limpiarme la ropa, donde precisamente la mancha quedó sobre mi seno izquierdo y él empieza a masajear para limpiarlo.
—Yo me puedo limpiar —digo apresuradamente y le quito la servilleta de la mano.
—Perdón —. Sus mejillas se ponen rojas y se nota que está muy avergonzado por lo que acaba de hacer.
—No pasa nada —contesto, con el corazón aún agitado.
Volvemos a sumirnos en un silencio un poco incómodo. Me concentro en mi comida y abro la lata de la bebida que compré. Doy el primer sorbo y hago una mueca, arrugando la nariz, sin poder entender el sabor que estoy percibiendo.
Levanto la vista de la lata y me encuentro con los ojos de Bastian sobre mí y cubre su boca con una mano, escondiendo la risa que le causa el verme arrepentida de mi compra. Vuelvo a darle otro sorbo, más pequeño y esta vez no hago la misma mueca de antes, pero definitivamente sigo sin entender su sabor.
—¿Si está tan mal, por qué la compraste? —me pregunta y suelto una risa nerviosa.
—Para probar algo nuevo, diferente y delicioso —. Me burlo de mí misma, hago un puchero y él suelta una carcajada.
—A veces quedarse con lo conocido es lo mejor —me aconseja y yo asiento con la cabeza —. Si quieres te puedo traer algo más de tomar —ofrece, pero niego.
—No es necesario… con cada sorbo, sabe menos feo —comento y doy otro sorbo, con el que intento no hacer mueca alguna.
—¿Qué edad tienes? —me pregunta curioso y antes de contestar, me miro rápidamente y me arrepiento de haberme puesto esta ropa hoy, porque me hace ver mucho menor de lo que soy, además de mi contextura pequeña y delgada.
—Tengo veintiocho —contesto y definitivamente confirmo que él pensó que era más pequeña.
—Te ves más joven —comenta.
—¿Gracias? —le digo sin saber cómo tomar eso, si como halago o queja, por lo que se ríe —. Y tú, ¿qué edad tienes? —pregunto curiosa y doy otro sorbo a mi bebida, la cual no sabe tan mal, pero definitivamente no la volveré a comprar.
—Más que tú, pero no los suficientes para ser como tu padre —. Me guiña un ojo y su comentario me toma tan desprevenida que escupo el líquido que tenía en mi boca y empiezo a toser —. Perdón, perdón… fue solo una broma, además que ya me he portado como un papá en varias ocasiones —comenta avergonzado, lo miro con los ojos entrecerrados y él hace una seña de rendición con sus manos —. Tengo treinta y seis y soy un poco idiota cuando estoy frente a una chica linda —dice y mis mejillas se enrojecen.
Voy a contestarle algo, cuando empieza a sonar una alarma demasiado fuerte, haciéndome pegar un respingo y todos a mi alrededor comienzan a ir dentro del barco, por lo que no entiendo nada.
—¡¿Qué eso?! ¡¿Qué sucede?! —le pregunto angustiada y me mira divertido.
—¡Definitivamente no pusiste atención a nada de lo que dicen al llegar al barco! —grita burlándose de mí, mientras la alarma sigue sonando muy fuerte. Lo miro confundida y me pide que me acerque un poco más a él, por lo que hago caso —. Es el simulacro de emergencia y es obligatorio —me informa y lo miro con los ojos bien abiertos.
—¿Qué tengo que hacer? —pregunto inquieta.
—Ir a tu camarote, buscar el chaleco que hay en tu armario, colocarlo como corresponde y dirigirte a la zona de evacuación de tu piso —me indica y antes de preguntarle algo más, se empieza a alejar de mí —. ¡Más noche nos vemos en el comedor! —dice y me guiña un ojo, para después desaparecer ante mis ojos.
Empiezo a bajar las escaleras hasta el piso diez, pero cuando voy pasando por el doceavo nivel, alcanzo a verlo junto a una mujer joven y dos pequeños, una niña y un pequeño que lleva en los brazos. «¡f**k! ¡Estuve coqueteando con un casado!», cubro mi rostro.
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