Capítulo 1

1687 Words
Tres años después... Arreglé mi cabello otra vez. El maldito mechón no se quedaba donde yo quería. Todo debía estar perfecto. Ese día era el día en el que conseguiría el mejor puesto hasta el momento, porque claro, esperaba ascender. Pero ser la asistente personal del dueño, único dueño, de una de las empresas más grandes de todo el mundo, era un buen comienzo para mi carrera profesional. Claro que no estudié para asistente, pero sí relaciones internacionales, así que el trabajo me quedaba perfecto. Me retoqué las mejillas y salí. El otoñal aire de Vancouver, Canadá, me golpeó al salir, por suerte, y experiencia adquirida al vivir ahí casi toda mi vida, llevaba puesto un abrigo sobre el saco, que formaba parte del conjunto con la falda recta. Me encaminé en dirección a la parada del autobús mientras veía la hora en mi viejo celular. Aún quedaban treinta minutos para la entrevista y tardaba veinte en autobús para llegar al enorme edificio de treinta y dos plantas. Afortunadamente el autobús llegó tres minutos después que yo, lo cual significaba que este día sería perfecto. Me subí al autobús con una estúpida sonrisa llena de positividad. Pagué y me senté en una de las últimas filas, del lado de la ventana. Me coloqué los audífonos y observé los edificios pasar, uno detrás de otro. Diecisiete minutos después llegó mi parada. Pude notar el cambio, toda mi positividad había sido remplazada por nervios, mi sonrisa se había intercambiado por una mueca de preocupación y mis manos sudaban. Tragué saliva y entré por las altas puertas de vidrio. La recepcionista, detrás de un suntuoso escritorio de granito, me miró por sobré sus gafas de media luna. Debía tener unos treinta y pocos, pero su atuendo y su peinado la hacían parecer de cuarenta. Me acerqué a ella. - ¿En qué puedo ayudarla? -me preguntó de forma estirada. -Busco al señor Axel Donovan. -Nombre-me dijo seca. -Emma Smith. - ¿Tiene cita? -Entrevista de trabajo. -ella me dio una rápida, pero nada discreta, mirada, haciendo una mueca al fijarse en mi atuendo. Era obvio que no creía que encajara ahí. -Sí, suba al piso treinta y dos, la estarán esperando. -Gracias. -me dirigí al elevador. El elevador estaba cubierto de espejos en todas las paredes, a cualquier lugar que mirara ahí estaba yo, bueno, yo y el señor de traje que no dejaba de mirar mi trasero. Ignóralo, Emma, no puedes empezar tu entrevista peleando con un extraño. Conforme el elevador subía los pisos mi nerviosismo crecía, y no sólo por el hecho de que los elevadores me aterraban y llevaba mucho tiempo dentro de uno, sino porque realmente necesitaba un empleo, este empleo. Sophie estaba a punto de entrar a la escuela y el sueldo de mi hermana no alcanzaba para cubrir todos los gastos de la casa. Pero si conseguía este puesto de asistente personal tendría dinero para regalar, ya que la paga era más que generosa. El elevador se detuvo y mi corazón también, pero las puertas se abrieron y yo pude volver a respirar. Ante mí se abría un pasillo, el cual llegaba a otra recepción con escritorio de granito negro. Me acerqué y una morena de ojos azules y chispeantes me sonrió. -Emma, ¿verdad?-asentí con la cabeza-el señor Donovan la está esperando, su oficina está por allá-señaló a su izquierda, e instintivamente volteé en esa dirección, ahí había otro largo pasillo, flanqueado por oficinas de puertas transparentes, pero la del final, que quedaba justo frente a mí, y que era la más grande de todas, era de caoba obscura.-es la del final-siguió la recepcionista-él la está esperando sólo toqué la puerta. Asentí con la cabeza y me alejé del mostrador para caminar a la gran puerta de caoba. Mis manos sudaban cada vez más, así que las sequé con mi falda. Con mano temblorosa toqué suavemente la puerta, tanto que dudé si me escucharon dentro. Pero mis dudas se aclararon al escuchar una gruesa voz del otro lado de la puerta. -Pase-esa voz me resultó algo familiar, pero borré esa idea de mi cabeza, seguro tenía una voz común. Mi corazón se desbocó, estaba segura de que me estaba dando taquicardia. Giré el pomo y...la puerta no cedió. Volví a intentar, pero nada. El pomo estaba atorado. Apliqué más fuerza mientras empujaba con mi hombro, y entonces la puerta de abrió, pero no porque yo lo haya causado. La persona que estaba adentro abrió tan de repente que salí dispara... ¡pero hacía él! Mi cara chocó contra su fuerte pecho, él apenas se movió. Estaba segura de que mi cara estaba roja de la vergüenza. -Lo-lo lam-mento en serio-me disculpé, apartándome de él, y mirando mis zapatos. Él se giró hacia su escritorio. -No se preocupe, es la mejor entrada que haya visto en años. -aunque sólo alcanzaba a ver su fuerte y ancha espalda, estaba segura de que estaba sonriendo. Mi cara enrojeció más, como si fuera posible. -Me alegra divertirle-murmuré, pero en voz muy baja pasa que no me oyera. Él se sentó detrás de su escritorio, un gran mueble de caoba con detalles tallados, y giró a verme. Y entonces vi su rostro. El aire escapó de mis pulmones, era realmente atractivo. Tenía el pelo negro, pero eso ya lo había notado, sus ojos azules y tremendamente profundos, me miraban serios, esperando mi reacción. Sus gruesos y bien delineados labios se curvaron en una sonrisa arrogante al ver que me quedaba como estatua. -Puede tomar asiento, señorita Smith. -me señaló una silla. Como en un sueño me dirigí a esta. - ¿por qué quiere trabajar con nosotros o, mejor dicho, para mí? -algo en su mirada cambió, pero no estaba segura de que había sido. -Bueno son una de las mejores empresas a nivel mundial-dije, recuperada ya mi calma. No me preocupaba realmente la entrevista, había estado practicando con mi hermana por días y me sabía las respuestas a todas sus posibles preguntas de memoria-pero lo que llamó mi atención-continué-fue que trabajan mucho con exportaciones, ya que estudié relaciones internacionales. Viene en el currículum que le dejé a su secretaria. -Buen trabajo, halaga su empresa y haz notar tus cualidades. -Sí, de hecho, aquí tengo su currículum. Para estudiar relaciones internacionales no ha viajado mucho ¿verdad? -no sabía que contestar a eso, pero afortunadamente él no esperó ninguna respuesta-no hace mucho terminó sus estudios y estuvo trabajando, ¿me equivoco? -No. Estuve trabajando en una pequeña editorial, no hacía la gran cosa, pero... -Y ¿Por qué lo dejó? -me interrumpió- ¿No le gustó? -No, era un trabajo encantador y me sentí muy cómoda, pero yo... -Quería uno mejor, con mejor paga. -volvió a interrumpirme. -Podría decirse que sí, pero más que nada... - ¿Y qué estas dispuesta hacer para conseguir el trabajo, Emma? -su voz se volvió más ronca al igual que sus ojos más obscuros. Un escalofrío recorrió mi espalda, esa voz la había escuchado antes. -Lo que sea, realmente quiero este empleo. -le contesté segura y mordaz. - ¡Estupendo! -saltó de repente-entonces no te importará que algunos días salgas más tarde ¿verdad? -En absoluto. -Sabes que tendrás que viajar mucho, ¿no hay nadie en casa que te extrañe durante esos viajes de trabajo? -No son demasiado largos, supongo. -evadí su pregunta, ya que pensé que era algo personal. -En absoluto-me sonrió arrogante. -bien, entonces el empleo es tuyo. - ¿En serio? -me sorprendí-gracias, de verdad. -Empiezas mañana. - ¿Mañana? Pero si no he firmado nada. -No te preocupes, yo me encargo de que el contrato te llegué hoy en la tarde. ¿Dejaste tu dirección? -asentí confundida, ¿desde cuándo me tuteaba? -Excelente, te espero mañana a las siete y media. Ingrid, la antigua empleada, se ocupará de mostrarte todo lo que tienes que hacer como mi asistente. Se levantó y me tendió la mano, imité su gesto y estreché su mano extendida. Una corriente eléctrica atravesó mi columna vertebral, me pregunté si él había sentido lo mismo, pero obtuve la respuesta al ver sus ojos, notablemente más obscuros. Separé nuestras manos más rápido de lo que los buenos modales permitían y me aclaré la garganta. -Un gusto conocerle señor Donovan. -El placer es todo mío, señorita Smith-habló pausado, acariciándome con cada palabra, tuve que hacer un gran esfuerzo para no gemir. Me giré hacia la puerta. Veté antes de que hagas otra estupidez, me recomendó mi subconsciente, y yo obediente me dirigí a la puerta. -Señorita Smith-me detuvo cuando ya tenía la mano en el pomo-sé me olvidaba-se acercó a mí en grandes zancadas, terminando muy cerca de mí, demasiado. Podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo y oler su colonia. Ese olor...lo conocía. -la última vez que nos vimos olvidó algo- ¿última vez que nos vimos? ¿Nos habíamos visto antes de hoy? -tomé-me tendió unas braguitas rojas con encaje, que reconocí de inmediato. Abrí los ojos como platos, pero las acepté. Después, sin previo aviso, él se agachó, me tomó de la cintura, y me besó. Abrí los ojos todavía más, si es que era posible, pero, muy a mi pesar, le devolví el beso con auténtico fervor. Separé los labios para dar paso a su lengua, la cual exploró mi boca. Sus manos bajaron de mi cintura hasta mi trasero, el cual apretó y masajeó, mientras me pegaba más a él para que pudiera sentir su erección. Casi como un reflejo, le eché los brazos al cuello y acaricié su nuca, mientras me pegaba más a él. Pero, tan precipitado como cuando empezó, él se separó de mí. -Será un gusto trabajar a su lado-su voz, aún ronca, no daba muchas señales de lo que acababa de pasar, tan sólo un poco de agitación. Yo, por otro lado, no estaba segura de poder hablar. ¡Era él! Mi nuevo jefe era el extraño del antifaz. Salí de su oficina en estado de shock, cuando pasé junto a la recepcionista esta me sonrió picara. No comprendí por qué hasta que con la mirada me señaló las bragas rojas que llevaba en la mano izquierda. Rápidamente las metí en mi bolso y corrí al elevador. Por los espejos de este pude ver mis labios, rojos e hinchados, una clara prueba de lo que había pasado con mi nuevo jefe. Traté de despejar mi mente y me alisé el cabello y la falda. Debía llegar rápidamente a mi casa y alejarme lo más posible de ese sujeto.
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