AMELIA Elliot ni se molestó en ir a su charla de la universidad, pero yo me tuve que molestar en empezar el curso escolar. Como nuestro ritual antes de las clases, Erick pasó a por mi con el coche de su madre, pero también pasamos a por Jess y llegamos veinte minutos antes al instituto para poder darle una guía. Compartíamos algunas clases juntos, como la de gimnasia, y volví a escuchar a Erick quejarse del entrenador Pérez. —Es demasiado duro —jadeó al terminar la segunda vuelta, se llevó una mano a la cadera y respiró como un perro con la lengua fuera—. ¿No sentís que os queman los pulmones? Necesito agua. Nos acercamos a las gradas y saqué una botella de agua de mi mochila. Me la arrebató y al beberla con tanta prisa se le derramó por toda la camiseta. —¡Oye! Te vas a tragar ha