Capítulo 2. Hechicera.

1121 Words
Una hechicera, eso tenía que ser. Una bruja que lo seducía con sus encantos y atributos. —Toma lo que quieras, pero deja de matar a mi gente—Dijo la pequeña mujer con coraje, ella defendería a su reino hasta su último aliento. —Por Odín, que belleza de mujer— dijo uno de los guerreros, quién no dudo en acercarse a la princesa para verla de cerca, la verdad era que todos estaban fascinados con ella, habían quedado encantados con su grácil silueta y ese perfecto rostro. Los guardias se opusieron y solo tardaron un par de segundos en ser eliminados, ni siquiera pudieron dar pelea. Hasir, uno de los guerreros Nórdicos, se acercó a la princesa y olió su cabello, su delicado aroma lo calentó de inmediato, la sujetó de la cintura con fuerza y la pobre Olivia gritó y lo golpeó en el rostro tratando de hacer que la soltara, ella no sentía nada más que asco, ningún hombre se había atrevido a tocarla de ese modo, no le gustaba. —Es una fiera, me gustaría someterla en mi cama y enseñarle quien manda— se burló Hasir mientras se sobaba el golpe que ella dejó en su rostro. Harald estaba mirando aquella escena, jamás les negó a sus hombres el placer de una mujer, pero al ver como Hasir la estrujaba con sus brazos toscos y sucios, él se sintió celoso, la sangre le hirvió y su mirada se volvió oscura. —Déjala—ordenó con calma, estaba un poco confundido, ¿Por qué de pronto se sentía tan enojado?. Todos se miraron unos con otros, mientras que Olivia lloraba y mantenía los ojos tan apretados que le dolían. —¿No me has escuchado?—preguntó Harald mientras lo veía con seriedad. Hasir la soltó y gruñó un poco fastidiado, pero prefería por mucho, dejar ir a una mujer bonita, que estar en la mira del rey. Harald caminó hasta la joven y la sujetó del mentón, era exquisitamente deliciosa, quería lamer su cara y devorar su boca, succionar de sus pechos y probar la jugosidad de su delicado sex*o, se moría de ganas por ver ese delicado rostro, lleno de placer. —¿Cuál es tu nombre?. Olivia abrió los ojos, temblaba sin control, y tembló aún mas al ver a Harald, era enorme, como un oso, en sus hombros descansaba la piel de un lobo, sus enormes brazos la destrozarían de un solo golpe, olía como un animal, sus ojos destellaban furia, traía una armadura que estaba cubierta de barro y sangre, y en sus labios ella podía ver la lujuria misma, era intimidante, en verdad daba mucho miedo estar cerca de él, pero no había lugar para demostrar debilidad. —Olivia. —Olivia— repitió él mientras veía cada detalle de ella. —¿Dónde está mi padre?—Preguntó Olivia mientras su voz se volvía débil. —Murió. Olivia dejo caer unas lagrimas, pero no apartó la mirada de la de ese hombre. —Eso te vuelve mi enemigo. —Créeme, no quieres eso—Advirtió Harald. —Voy a odiarte desde hoy, y a matarte si tengo la oportunidad— dijo ella con el corazón galopando desbocado. Todos los hombres presentes rieron ante tal chiste, pero Harald no rió, podía ver que ella lo decía enserio. —Muy bien, inténtalo fierecilla. Harald se enderezó y miró a las mujeres que estaban ahí. —Desde ahora serán esclavas, al igual que tú, princesa, serás mi esclava personal, me servirás a mi en todo lo que yo te diga, de lo contrario voy a torturarte hasta que pidas piedad y después, voy entregarte a mis hombres para su entretenimiento. Dicho aquello, la tomó del brazo y la arrastró por todo el reino, todos veían como la princesa había pasado de ser noble a una simple plebeya. Y eso les hizo saber que ahora el reino de Sajir, le pertenecía a ese rey nórdico. La respiración de Olivia era violenta, aquel hombre la manipulaba sin esfuerzo no importaba cuanto ella se resistiera, no podía comparar su fuerza con la de él. La llevó hasta los aposentos del antiguo rey y la empujó dentro, cerrando la puerta detrás de si, miró el lugar y bufo. —Parecen los aposentos de una dama. —¡Hombre bárbaro, pagarás todo lo que has hecho ante nuestro señor, serás castigado y enviado a los infiernos!. Harald se carcajeo y negó. —Mi señora, yo moriré en batalla y seré llevado por las valkirias al Valhalla donde beberé con los dioses, yo no iré a tu infierno. Olivia sentía que se hacía cada vez mas pequeña dentro de aquella habitación, miró el cuerpo de Harald y dejó escapar un suspiro, no estaba segura de que iba a pasar, pero sabía que fuera lo que fuera, iba a ser muy doloroso, sabía que esos hombres bárbaros cometían atrocidades en contra de las mujeres y estaba indefensa ante él. Mientras tanto, Harald sentía aquella punzada en su entrepierna, palpitando fuertemente, quería liberar aquella presión pero no estaba seguro de cómo iba a lograrlo, no quería obligar a la pequeña mujer a tener sex*o, y ella no parecía que quisiera cooperar. Si algo lo caracterizaba, era que jamás obligaba a las mujeres a intimar con él, ellas caían solas y rogaban por el placer que él podía darles. A Harald le encantaba el sex*o, para él no solo era algo carnal, para él el sex*o era algo que debía de disfrutarse, le gustaba sentir, complacer a las mujeres, verlas terminar en un delicioso orgasmo*, le fascinaba terminar dentro de ellas o fuera, se consideraba así mismo un adicto, pero durante las últimas semanas no había encontrado alguna mujer que logrará satisfacer esa enorme necesidad que sentía en su cuerpo Todo le dolía y era debido a esa pequeña joven, la pequeña Olivia, con sus mejillas rosadas y sus labios carnosos, se volvió impaciente, quería someterla y penetrarla sin compasión, satisfacerse a sí mismo, oírla gritar, quería que ella gritara su nombre y que pidiera más. —No te atrevas a tocarme— dijo ella al ver su mirada lasciva sobre sus senos, estaba bien vestida, con esa delicada seda, ella misma se aseguraba de que los diseños de sus vestidos fueran recatados y elegantes. Pero aún así, la mirada de Harald la hacía sentir desnuda, se sentía realmente desprotegida. Temblaba sin control y trataba de ocultarlo sujetándose las manos. —¿Tocarte?— preguntó Harald. —¿Por qué crees que yo querría tocarte?, solo mírate, eres delgaducha y sin una pizca de encanto— mintió él ocultando la verdad, ocultando que ella lo había puesto como un animal en celo.
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