CAPÍTULO 3: Reencuentros

1335 Words
Lo que construímos © Safe Creative Código 2210032145244 IG: @anamarescritora Mientras vamos a casa de los Lafuente, puedo a notar a David callado, sentado sobre su silla y viendo hacia la ventanilla. Sus silencios me recuerdan a los de Alegra, cuando se sentaba a observar todo, como si lo analizara. David se parece tanto a su madre, tanto, que me pesa mucho a veces verlo directamente. Debo ser un cobarde por esconderme de mi propio hijo, sin embargo lo hago. David sabe que soy su padre, con su ternura trata de llamar mi atención y ablandar mi corazón y lo logra todo el tiempo. Luego me acuerdo de que es hijo de otro hombre y la amargura regresa a mí. ⎯David⎯ llamo su atención y el niño perfectamente peinado y limpio, voltea a verme con sus ojos aún brillando⎯ debes portarte bien en casa de los Lafuente, ¿me lo prometes? Él asiente con la cabeza, a pesar de su corta edad, David es muy inteligente y sé que todo lo que le digo lo comprende. Abraza su oso con traje de pirata y suspira. Aún está lidiando con el berrinche comprimido y esas ganas de llorar que quité en un segundo; lo siento, pero era necesario. El auto se detiene y el chofer se baja. Vemos el elegante y antiguo edificio de los Lafuente. Desabrocho el cinturón de David y luego lo tomo entre mis brazos. ⎯David, ¿te vas a portar bien? ⎯Sí⎯ responde tímido, para luego recargase en mi hombro y abrazar el oso. Tomo un suspiro hondo⎯ te pido que me esperes en el estacionamiento⎯ le comunico al chofer y él asiente. ⎯Adiós, David⎯ se despide. ⎯Aios⎯ responde, y le regala una sonrisa. Esa es una mala señal, muy mala señal. Cuando tu hijo le sonríe más al chofer que a ti, demuestra lo ausente que estás. Cuando entramos al elevador, David me pide que lo baje, así que al abrirse las puertas del elevador, camino despacio a su lado, mientras lo tomo de la mano. Los pasos lentos y aún inseguros del niño me ayudan mucho a tranquilizarme, ya que debo controlar el ataque de ansiedad que está por darme. Llegamos ante la puerta y David me ve a los ojos⎯ bien portado, ¿sí?⎯ le advierto y él ya no me contesta, sé que lo entendió. El timbre suena y de inmediato, Dalila me abre la puerta con una sonrisa⎯señor Canarias. ⎯Dalila, ¿cómo te encuentras? ⎯¿Pero quién es este pequeñito?, ¿a caso es David?⎯ pregunta con cariño, mientras lo ve con ternura. Mi hijo tiene algo que hace que a todos les agrada, parece que sacó la sangre liviana de su madre y su simpatía, así que dónde voy, saca sonrisas. ⎯Saluda David⎯ le pido. ⎯Hola⎯ murmura, mientras se esconde detrás de mis piernas, abrazando el oso. ⎯Es un poco tímido⎯ le comento y Dalila ríe⎯ pase, el señor Lafuente le espera. David y yo entramos paso a paso al elegante piso de los Lafuente. La luz es tan brillante que hace que cierre los ojos por un instante antes de seguir. ⎯¡Papá, mira!⎯ me señala David, al ver unas figuras de cristal en forma de elefantes. ⎯Como los de tu habitación⎯ le contesto, y él quiere soltarse para ir a tocarlos⎯ no David, no se tocan los elefantes⎯ hablo firme y el niño corta su impulso por irse y se queda de pie. ⎯¡David!⎯ escucho la voz de Lafuente, que viene poco a poco caminando con un bastón⎯¡bienvenido como siempre!, veo que traes a un pequeño acompañante. ⎯Lo siento, la niñera tenía la noche libre y me tocó traerlo. Lafuente se acerca a David y le estira la mano⎯¿cómo está jovencito?⎯ le pregunta y David me mira como esperando una orden. ⎯Vamos, toma su mano⎯ le pido, y él me suelta y le da la mano a Lafuente. ⎯Aprieta fuerte, fuerte, fuerte⎯ le pide Lafuente y David aprieta tanto que la mano se le pone roja, luego se ríe. ⎯Así es el saludo de un hombre seguro, siempre recuérdalo⎯ le comenta. El niño lo suelta y luego me toma de la mano, abraza al oso y se queda de pie viendo la situación.⎯Lo has educado bien. ⎯Trato⎯ respondo. De pronto, me llega un aroma a lilas que hace que voltee al pasillo. Caminando por ahí, viene Fátima Lafuente, con un pantalón de vestir de color n***o y una blusa de seda color amarillo que hace resaltar sus ojos, y sobre todo su piel morena. En su cuello trae una cadena con un dije de elefante. ⎯¿Fátima?⎯ pregunto sorprendido, ya que hace tiempo no la veía. Incluso, después de la muerte de Alegra, ella se quedó en Nueva York y ya no regresó a España. ⎯Señor Canarias, como siempre un gusto⎯ me comenta la joven con una sonrisa. ⎯Dime David⎯ le pido, ya que Fátima no es la niña de 12 años que conocí. ⎯¡Mira, papá!⎯ grita David emocionado, al ver el elefante sobre su cuello. Fátima se acerca a mí, me saluda con un apretón de manos bastante propio y con una sonrisa.⎯Me da gusto verle, David. ⎯Igualmente⎯ contesto educado. Fátima se agacha para quedar a la altura de David y acaricia su cabello. ⎯Hola David⎯ le murmura, para luego regalarle una sonrisa. ⎯Hola⎯ responde tímido y luego me suelta la mano para tocar el dije. ⎯Con cuidado⎯ le pido, y el niño lo toma con una seguridad que me asusta, no quisiera que se lo arrancara. Fátima se quita la cadena y la pone sobre su mano para que el niño la vea mejor.⎯¿Te gusta?⎯ le pregunta mientras ve los pequeños zafiros que brillaban en el dije. ⎯Muy bonito⎯ habla con esa voz tan tierna. Me quedo viendo por un instante la escena y me siento mal, ¿cómo es que mi hijo puede tener tanta cercanía con los demás?, yo soy un total desconocido. ⎯Eres tan bonito David, tienes los ojos de tu madre. ⎯¡Mamá!⎯ repite él. ⎯Fátima, no seas imprudente⎯ escucho a Lafuente que la corrige. ⎯No, no pasa nada... es verdad que tiene los ojos de su madre⎯ la defiendo. Ella me ve a los ojos y me sonríe⎯ lo siento, no era mi intención molestar. Disculpa si fui imprudente. ⎯No me molesta... no se puede negar lo que no es⎯ le contesto, y aunque me duele, es verdad. David sigue viendo el elefante, y los ojos de ambos se cruzan⎯¿quieres un poco de tarta de chocolate? ⎯ le pregunta Fátima, y David de inmediato me voltea a ver esperando la orden. Mi hijo debería de ser capaz de tomar sus decisiones pero, siento que me tiene tanto miedo que prefiere que yo le diga que hacer. ⎯Poquito, porque ya comiste crema de cacahuate. Fátima se pone de pie y le estira la mano⎯¿Vamos? ⎯Fátima, recuerda que vamos a cenar pronto... ⎯ le dice su padre. ⎯Lo sé, pero un poco de chocolate no hace mal, ¿verdad?⎯ le pregunta al niño. ⎯Si⎯ responde con seguridad David, y ambos se van caminado por el pasillo para después entrar a la cocina. Me quedo en silencio viendo la escena, una que por un segundo me hace sonreír. Mi hijo es tierno, lindo, inocente y, por ahora, no se ve que tenga alguna maña de su padre biológico. ⎯Es un buen niño⎯ me menciona Lafuente. ⎯Lo es... ⎯No importa lo que pienses, es tu hijo David, padre es quién lo cría, no quién lo engendra... ⎯Lo sé... ⎯Vamos a tomar algo, después de la cena hablo contigo. Fátima lo cuidará bien, es buena con los niños. Lafuente camina hacia la sala y yo me quedo viendo hacia el corredor, sintiendo una gran nostalgia. No importa donde vaya o dónde esté, Alegra se hace presente. Es mi fantasma personal, que revive una y otra vez, cada vez que alguien conoce a mi hijo.
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