Capítulo 3 - Pedirle ayuda a la persona correcta: Zoe.

1967 Words
Desperté en mi mansión vacía, nuevamente solo, sabía que estaban los muchachos de seguridad porque cada uno tenía un lugar para patrullar, pero no había nadie más, la soledad podía ser abrumadora, pero está era la vida que había heredado, debía acostumbrarme. Me levanté, prepare café, y un desayuno nutritivo, hice mi rutina de ejercicios, me bañe y listo, estaba listo para un nuevo día. En ese momento el timbre sonó, abrí la puerta, era Rogelio, ese buen hombre que siempre cuidaba de mí, estaba seguro de que él conoció a mi madre, tal vez algún día le preguntaría sin temor a que me tomara por un sentimental, pero que idiota, Rogelio ya creía que yo era un sentimental. Lo mire pensativo, con el ceño levemente fruncido. — ¿Crees que soy un sentimental, Rogelio? — él me miró sorprendido por lo repentina que había sido la pregunta. — Eh, buenos días, señor. Y no, claro que no, yo no pienso eso se usted... — lo mire con desdén. — Bien, buenos días. — dirigí mi mirada a una caja en sus manos. — ¿Qué es eso? ¿Que traes ahí? — él miró la caja en sus manos nervioso. — Esto lo dejo la señorita Jessie hace un rato, y luego huyó en su auto, hemos registrado el paquete y no hay nada peligroso... — me extendió la caja con un gesto extraño. — ¿Qué es? — le pregunté dubitativo. Él sonrió y se encogió de hombros, para luego dejar el paquete en el suelo, y salir huyendo. — ¡Rogelio! ¡Imbécil! ¿Por qué te vas? ¡Así solo haces que desconfíe. — me agache, y detalle la caja, no había nada sospechoso, lo sospechoso era eso, había algo dentro, un pequeño ruidito se alcanzaba a oír, rápidamente la abrí quedando impresionado con lo que había dentro. Con una carta pegada en el interior, a un lado de la caja, había un pequeño gatito comiendo de un platito. Lo mire estupefacto. Despegue la carta y la leí. — cuidaste bien del señor Motas, así que supuse que te vendría bien algo de compañía. — leí en voz alta. Miré al gatito que ya había terminado con su comida, ahora lamía sus patitas. — ¡Rogelio! — grite con todas mis fuerzas. El hombre vino rápidamente a mi encuentro. — ¿Dígame, señor? — dijo alarmado. Levanté la caja, y se la di. — Déjalo en un refugio para animales o donde lo cuiden bien, yo no quiero un gato, menos ahora, no estoy en condiciones para cuidarlo... — Pero señor, debemos irnos, supervisaremos la entrega del pago de la mercancía que se envió la semana pasada. — suspiré frustrado. — Ya ves, y yo tengo reuniones de negocios, no puedo hacerme cargo de él. — Rogelio suspiro, y se quedó ahí parado esperando que le diera una solución. — Eres un inútil Rogelio. Ve y consigue a una persona que sepa de animales para que lo cuide y entrene... No quiero ver mis cortinas arañadas ni mi sillón rasgado. — él sonrió satisfecho. — Tengo a la persona indicada... Usted nos pidió que la investigaramos... — lo mire interrogante. — le encantan los gatos, ha adiestrado a los suyos, ella podría ayudarle con su gato. — dijo levantando el teléfono. — ¿Quién diablos es ella? — le pregunté con un deje de molestia. Rogelio me hizo un shh con la mano y rápidamente me alcanzó el teléfono. — ¿Hola? — escuché una voz femenina contestar al otro lado de la línea. — ¿Hola...? ¿Quién habla? — pregunte intrigado, aunque su voz me sonaba conocida. — Habla con Zoe Johnson, si me llama por trabajo, lamento decirle que en estos momentos no estoy en condiciones para trabajar, me estoy tomando un tiempo... Adiós. — ¡Espera, Zoe! — casi que grite, Rogelio me miraba burlón. — ¿Hola? — pregunte para asegurarme de que siguiera en la línea. — ¿Si? ¿Quién es? ¿Si no me está llamando por trabajo, entonces para que me llama? — sonreí. — Son muchas preguntas, Zoe. Soy Luciano... Nos conocimos en el funeral de Bethany. — la escuché suspirar. — Ah sí, Luciano... El chico alto de ojos grises. ¿Si? — pregunto, sonreí inconsciente. — ¿Te gustan mis ojos? — la escuché soltar una risita. — lo tomaré como un sí. — Eres un payaso Luciano, solo estaba corroborando que fueras ese chico... Además los tengo mejores que los tuyos. — levanté una ceja y torci los labios en un gesto divertido. — Eso crees tú. — dije. — pero si te llamo porque necesito un favor con urgencia. — No es que este haciendo algo productivo, así que cuéntame... De igual forma no he salido de la pijama, y llevo al... Digo, tú dime qué es lo que necesitas, con gusto te ayudaré si está a mi alcance, después de todo eres el chico que cuido de mí. Cuando no tenía un hombro en el cual llorar ofreciste el tuyo... Te lo debo. — suspiré, preocupado. — Ven a mi casa, te enviaré la dirección por mensaje, te espero. — no la dejé decidir. Colgué inmediatamente el teléfono, esperaba que ella viniera, más por ella que por mí. Rogelio se dio la vuelta y se marchó con una sonrisa triunfante en el rostro. Zoe no tardó en llegar, mis hombres la dejaron pasar de inmediato, su ropa era casual, pero aún así lucia preciosa, su cabello lacio y rubio que llegaba hasta su cintura, esos ojos celestes como el océano, tan pronto entro se fijó rápidamente en mí, que no podía quitarle la vista de encima. — Hola Luciano... — dijo acercándose a mí. — bonita casa, eh. — miró alrededor. Una vez frente a mí beso mi mejilla en un saludo amistoso, le sonreí para no quedar como un idiota. — Hola Zoe, debo decir que luces preciosa hasta con ropa casual... Jeans y una blusa ancha, y mírate, luciendo hermosa con tu look. — me sonrió agradecida. — siéntate por favor, pediré que nos traigan algo... — Gracias, y no te preocupes... Lo que me gustaría saber es... ¿Cuál es ese problema que requería mi presencia? — asentí y le sonreí. — Ah, el problema, sí. — carraspee la garganta, sintiéndome inexplicablemente incomodo. Zoe había prácticamente pasado de mi comentario, debía ser normal para ella que un hombre la halagara. ¿Qué dices Luciano? ¡Claro que lo es, idiota! ¡Es una modelo! Zoe trono los dedos frente a mí cara, la miré confundido... — ¿Luciano? ¿Me vas a decir o no? — pase saliva y asentí ante su mirada interrogante, sus ojos tenían algo que me incitaba a perderme en ellos. — Eh sí. En esa caja. — señale la caja sobre la mesa, Zoe se levantó y se dirigió hacia allí a paso decidido. La seguí. — Oh, ¿Pero qué es esta hermosura? — dijo levantando al gatito en sus brazos. Se giró rápidamente con él en brazos, quedando justo frente a mí, sus ojos celestes como el cielo me miraron con un brillo diferente. — ¿Es tuyo? ¿Lo adoptaste? ¿Por qué lo tenías en una caja y sobre la mesa? — la miré sorprendido y nervioso, eran muchas preguntas. — Calma Zoe. — puse mis manos en sus hombros, y le sonreí dulcemente. — yo lo recibí hoy, una vieja loca lo abandonó en mi puerta... — ella me miraba atentamente, parecía tan interesada en lo que le estaba contando que hasta asentía. — mi guardaespaldas lo trajo aquí para que yo pudiera cuidarlo... — retire mis manos de sus hombros y sobe mi nuca, avergonzado. — ¿Pero? — pregunto enarcando una ceja, interrogante. — Pero no he tenido un gato desde que era niño, además no lo cuidaba yo, lo hacían mis nanas. — Zoe levantó ambas cejas y luego sonrió. — Está bien, debemos llevarlo o llamar a un veterinario, para que lo revise. — asentí. Le envié inmediatamente un mensaje a Rogelio para que se encargará, vi como Zoe tomaba su bolso con el gato en brazo y caminaba hacia la puerta. — ¿Zoe? — dije su nombre confundido, tratando de llamar su atención. Ella se giró y me miró, interrogante. — ¿Eh? ¿Qué pasa? ¿No vienes? — suspiré y me acerque a ella, la tomé de su mano libre, ella me miró frunciendo el entrecejo, confundida. — Ya le pedí a mi hombre de confianza que se encargue de traer un veterinario, no tardará... — la arrastre de vuelta al sofá. — siéntate, te traeré algo de comer, es muy temprano y por lo rápido que llegaste supongo que no desayunaste. — ella simplemente me miró atónita y negó con la cabeza. Bese el dorso de su mano y me marché en dirección a la cocina. Unas tostadas, huevos revueltos y chocolate, todo organizado de forma perfecta en una bandeja, más un vaso de zumo de naranja, café por si le apetecía, y fruta. Caminé sonriente hacia ella que no dejaba de consentir y acariciar al pequeño gato. Lo dejo en el piso y me recibió el desayuno. — ¡Wuao! Esto se ve increíble Luciano, gracias. — me sonrió con sus mejillas sonrojadas. — ¿Puedes cuidarlo, por mí? — señaló al gato. — ¡Claro! Tú come tranquila, yo me encargo. La ví devorar su desayuno mientras que cuidaba del pequeño animalito, parecía haberle gustado, de algo me había servido aprender a cocinar con mi nana, sonreí satisfecho al verla dejar la bandeja limpia, la llevo a la cocina y la lavo, todo mientras yo la miraba detalladamente. Una vez termino de dirigió a mi, me dio las gracias nuevamente añadiendo que estaba delicioso, un rato después Rogelio llegó con un veterinario, quién también traía un bulto de purina para gatitos bebés. Lo reviso y nos aseguro que estaba en perfectas condiciones, dándonos cita para llevarlo a vacunarse, lo alimentamos, y limpiamos después de que el veterinario se marchó. Le pedí a Rogelio que le diera una gran suma por haber venido. — Bueno, yo creo que va siendo hora de que yo me vaya... — dijo ella levantándose. Me levanté también con el gatito en mis manos. — no olvides alimentarlo, y compra juguetes para él, si no quieres que dale nada. — asentí. — Dame un segundo, te llevaré, Rogelio puede cuidar de él en lo que regreso... — ella me miró extrañamente, era una mirada indescriptible. Asintió en acuerdo. — tomo mis llaves y nos vamos, recuerda que tenemos que ir al veterinario y llevarlo a que lo vacunen. — dije tomando mis llaves. — ¿Qué dices? Es tuyo, tú debes ir. — sonreí. — Ahora es de los dos, eres su mamá, responde por nuestro bebé. — dije divertido. Levanté al pobre gatito y se lo puse en frente en lo que me acercaba a ella. — gatito, dile a tu mamá que debe ir... — Zoe soltó una carcajada. — Vale iré, no me manipules con esta belleza. — acarició su cabecita sonriente. — Además debemos darle un nombre... ¿Crees que debamos ir al registro civil? — Zoe se rió nuevamente, su risa era música para mis oídos, sonreí. Ella salió por la puerta seguida de mí. — Eres un tonto, apresurate. Y lo hice deje al gatito con Rogelio y me apresuré en tomar mi auto para llevarla a casa, el transcurso del viaje fue divertido, no había incomodidad, íbamos de bromas a indirectas románticas, hablando no muy a profundidad de nosotros, ella se veía hermosa cuando sonreía y yo no perdía oportunidad para hacerla sonreír.
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