Capítulo 4 - El veterinario, un nombre y una espía.

2039 Words
Mi gato debía tener un nombre genial, algo imponente, que me identificará también a mí... Por eso estaba en una gran discusión con Zoe. — Bueno, me alegro mucho de que vinieran para poder encargarnos de él, tiene sus primeras vacunas, y un desparasitante que deben darle... — dijo el veterinario mirando de uno a otro. Zoe y yo nos fulminabamos con la mirada. — ¿Ya decidieron que nombre tendrá este joven gatito? — pregunto el hombre, lo mire rápidamente. — Cerbero. — respondí rápidamente. — ¡Claro que no! ¿Acaso no sabes que Cerbero era un perro? — voltee la vista al cielo y volví a mirarla. — ¿Y de quién era ese perro? ¡Del puto amo del infierno, cariño! — el veterinario nos veía discutir con papel y bolígrafo en mano, esperando para escribir el nombre de nuestro bebé. — Y él no es ningún guardian de ningún infierno. — dijo Zoe cruzándose de brazos. Me acerqué con una sonrisa socarrona en los labios, y con mis labios muy cerca de su oído respondí. — Él sería el guardián de mi infierno, querida. Porque es donde vivirá... — Zoe giró su mirada hacía mí, con una sonrisa burlona. — ¿Ah, sí? ¿Infierno? Pensé que eras un empresario. —dijo dejándome estupefacto, no recordaba haberle dicho la verdad a ella, ese día tenía cosas peores que procesar. — Ah sí, es que ser un empresario también puede llegar a ser un infierno. — me aleje un poco, con una mano sobando mi nunca, algo incomodo. — Bueno, ¿Que tal Osiris? — pregunto ella, levanté una ceja y rápidamente negué con la cabeza con un gesto serio. — Todos los gatos tienen ese nombre, no podría llamarlo así. — me crucé de brazos indignado a lo que ella respondió h rodando los ojos. — ¿Zeus? — está vez era yo quien rodaba los ojos. — ¡¿Estas loca, mujer?! ¿Llamar a mi gato Zeus? ¡Eso sería quitarme el puesto! ¡Jamás! ¡Me niego rotundamente! — dije decidido, me acerque al veterinario con mi imponente figura, yo era más alto que él, y más corpulento, había entrenado mucho más en los últimos años, porque ser un mafioso no le funcionaba bien a una cara bonita como la mía, no si no era una mujer. Le arranque el dichoso papel, un certificado de vacunas, y ahí anote su nombre: Cerbero. Zoe se acercó intrigada, miró el nombre escrito y suspiro rendida, yo por otro lado sonreí satisfecho. El veterinario cansado de nuestra absurda disputa me quito el papel de las manos y lo dejo en su escritorio, se alejó hacia una estantería en busca de algo en lo que Zoe se acerqueba y me daba una fuerte mirada de reproche, yo seguía mirándola con una sonrisa victoriosa en los labios. — Creo que le faltan dos cabezas más. — señaló a Cerbero. Reí, me fue inevitable, por más orgullo que tuviera... Ella no pudo aguantar más y también se rió, su sonrisa era perfecta, dientes blancos y brillantes que resaltaban más con sus labios rosados y voluptuosos. Me perdí en ella, realmente era preciosa, inocente y al mismo tiempo sabía cómo hacerme frente. — ¿Qué te pasa, señor empresario? — pregunto ella sacándome de mis pensamientos. — Nada... Es solo que no pensé que una visita al veterinario fuera tan divertida. — ella asintió sonriente. En ese momento los labios de Zoe intentaron abrirse para decir algo, pero fueron interrumpidos por la repentina llegada del veterinario. — ¡Aquí tienen señores, los desparasitantes! — dijo él sacando nos de nuestro momento. Una vez nos indico cómo aplicar los desparasitantes a nuestro gatito bebé, salimos con un gatito muy feliz, Zoe hizo que comprará un enorme rascador, por el bien de mis cortinas y mi sofá. Caminábamos por las calles de nuestra ciudad, habíamos comprado excesivamente, estaba seguro, pero me ponía feliz que al menos había sido ella quién me hubiera acompañado. — Zoe, hey chica modelo... ¿Quieres un helado? — le pregunté mirando que un carrito heladero pasaba por nuestro lado, ella sonrió. — ¡Claro que sí! ¡Vamos! Hace mucho no como un helado. — nos apresuramos a llegar a él, yo pedí un helado de frutos del bosque, mientras que ella pedía uno de chocolate. Felices y satisfechos de haber tenido un día tranquilo caminábamos por la acera con nuestro Cerbero, gran guardián de mi infierno... El pitido de mi teléfono me hizo frenar me en seco, era de mi hombre de confianza. — Perdona Zoe, debo contestar esta llamada, es importante. — ella asintió y me recibió a Cerbero, me aleja lo debido de ella, termine mi helado y conteste rápidamente. — ¿Hola, Rogelio? Te dije que no me llamaras a menos que fuera algo importante. — dije con seriedad. — Si señor, lo sé... Es que hemos estado siguiendo a la señorita Jessie como lo pidió... — miré a lo lejos, una figura conocida se escondía tras un árbol, vigilaba a Zoe. — ¿Señor? — dijo Rogelio llamando mi atención nuevamente. — Perdona, sí. Jessie me está siguiendo, ya lo entiendo. — podía escuchar al pobre hombre suspirar frustrado. — Si señor, me lo han dicho recientemente mis hombres. — asentí inconsciente. — Bien, no te preocupes, ya me encargo. — Rogelio musitó un simple: “Esta bien, señor” y no lo deje continuar, inmediatamente colgué. Me acerqué a Zoe tranquilamente. Le sonreí con ternura estando frente a ella, si eso era lo que quería Jessie, eso tendría. — ¿Por qué sonríes así? — pregunto Zoe mientras sus mejillas se llenaban de color. — Lo siento, eres hermosa. — me acerque a ella sin darle tiempo a reaccionar y dejé un casto beso en sus labios. Al separar mis labios de los suyos me miró sorprendida. — perdoname, me fue inevitable resistir un poco más. — dije mirándola fijamente. Ella sonrió un tanto nerviosa y desvió la mirada. — Está bien, pero... Esto... Debo irme. — dijo ella, de repente. Suspiré y levanté su mentón con mi mano para que me mirará a mí. — Eres de lo que ya no hay, Zoe. Me impresionas, está bien, no tengo problema en que vayas a casa, pero por favor, cuídate... O espera contacto con alguno de mis hombres para que te lleve... — ella me sonrió dulcemente y negó con la cabeza, tomo mi mano deteniendo mi teléfono con ella. — Gracias, Luciano. Pero de verdad, no es necesario... Supongo que nos veremos pronto, cuando nuestro bebé tenga su próxima consulta... — asentí sonriente. — Quizá más pronto, recuerda las reuniones familiares con la bella y hermosa Tania. — ella asintió sonriente. — Como olvidarlo, esa niña me mantiene a flote. — dijo mientras se frotaba los brazos para distraerme de su evidente tristeza. — Ha sido una luz para todos. — sonreí amablemente. — déjame que te acompañe a tomar un taxi... — tome a Cerbero suavemente de sus manos, la abrace por la espalda y caminé a su lado hacia la acera, en espera de un taxi. Una vez que un taxi paró frente a nosotros ella hizo ademán de subirse en él, pero sorpresivamente se giró, me tomo de la nuca y me dio un beso suave y dulce, se separó de mi sonriente, para luego subirse en el taxi, que inmediatamente arranco, dejándome ahí impactado... Normalmente era yo quien solía tomar la iniciativa, pero Zoe me había sorprendido con tal gesto, sonreí olvidándome de mi misión, cuando la misión corrió a lo lejos, rápidamente me apresure a seguirla. Cuando ya me encontraba cerca la tomé de la mano para evitar que siguiera huyendo, intento forzagear, pero mi fuerza era mayor, así que se giró molesta hacia mí. — ¡Sueltame, Luciano! — me grito, suspiré rendido. — ¿Qué te pasa Jessie? Habíamos quedado en algo... ¿Recuerdas? — ella me fulminó con la mirada y soltó un fuerte suspiro, sus ojos amenazaban con dejar salir lágrimas de ellos, la miré con el ceño fruncido, intrigado. — ¿Estas bien? — pregunte instintivamente. — ¿Qué carajos te importa? ¿Acaso no estabas con tu modelito? — dijo ella, el tono de su voz sonaba como si estuviera herida, resentida. Rode los ojos ante su reclamo. — ¿Te importa con quién ando? — me incline a su altura, mirándola fijamente, pinche su nariz con mi dedo índice. Ella retiro mi mano con una palmada. — Aushh, Jessie, estás siendo muy grosera... — dije mirándola molesto, ella también me miró de igual forma. — ¿Qué quieres? — me pregunto seria. — ¿Vas a dejarme ir? — negué con la cabeza, con aire divertido. — No, necesito saber porque me sigues investigando... — dije encogiéndome de hombros. — seguro ahí hay un micrófono... — señale su pecho, está vez se encontraba bajo la tela de su camiseta. — Por cierto, me gusta tu look de incógnito, la gorra, la camiseta ancha... Nada sospechoso, eh. — dije en tono irónico. Jessie rodó los ojos. — Tú eres tan distraído que no notarias a nadie más que a ti. — le sonreí socarrón. — Dame un segundo querida... Ah, espera, sostén a mi Cerbero... — le tendi el bolso donde se encontraba mi gato, ella no tuvo más opción que tomarlo. — ¿Cerbero? — dijo con el ceño fruncido. — ¿Sabes que Cerbero es un... — puse mi dedo índice en sus labios, silenciando sus palabras. — Si, ya sé que Cerbero es un perro... — voltee los ojos al cielo. — por cierto, gracias por darmelo. — sonreí en agradecimiento, ella me miró extrañamente. — Entonces... ¿Por qué Cerbero? — pregunto seria. — Bueno, Cerbero era un guardián... Del inframundo, y es casi parecido... — respondí dubitativo, no sabía si me entendería, quizá pasaría como con Zoe, ella no lo comprendió. — Entiendo... — dijo mirándome con un gesto triste. — tú serías el Dios del infierno, y este hermoso gatito, el guardián de tu propio infierno. — asentí sorprendido. — Pensé que no lo entenderías... — respondí sorprendido. — Hasta un tonto lo hubiera entendido, si supiera a que te dedicas... Un joven mafioso que es jefe de la mafia, siendo tan joven, digamos que puede ser algo similar al infierno, y solo sabes hacer esto... — dijo ella sin mirarme, no dije nada, una sensación extraña me recorrió el pecho, no sabía que era, pero era totalmente nueva. Ambos guardamos silencio. Envié un mensaje a Rogelio, él envío a mis chicos en nuestras camionetas, está vez pedí que nadie tocará a Jessie, fuí yo quien la acompaño en la parte trasera de la camioneta, ella por otro lado y sorpresivamente decidió entrar sin discutir o pelear. Parecía que se le estaba volviendo una costumbre que la secuestrara. — ¿Por qué no luchaste? — le pregunte intrigado. — ¿De qué serviría? De igual forma me vas a llevar contigo, luche o no... Me harás preguntas y luego me dejaras libre. — dijo encogiéndose de hombros. — Bueno, eh, ¿No tienes miedo? — ella negó con la cabeza como respuesta. — puedo violarte... — insistí. — Jamás lo harías, no eres el monstruo que creí que eras... — dijo sin mirarme, su mirada estaba puesta en el cristal de la ventana, veía los autos pasar o simplemente me evitaba. — No creas que no soy un monstruo, he asesinado personas, quizá no haya violado a una mujer, no va conmigo, tampoco hace falta... — Jessie me miró de reojo. — Se lo que has hecho, llevo un gran informe de todo. — la miré estupefacto. — está en mi cabeza. — finalizó, dándome un poco más de tranquilidad. — ni siquiera puedo odiarte. — fue lo último que dijo. — ¿Qué? ¿A qué te refieres? — pregunte intrigado. — A nada. — respondió secamente, centrándose inmediatamente. Se giró y no respondió a ninguna de mis preguntas en todo el transcurso a mi casa, tampoco dijo nada, decidí darle espacio, pero sus palabras no salían de mi cabeza.
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