—Puede irse si así lo desea madame—la joven se dirigió a ella de una forma mas seria al parecer por el cambio abrupto del tono de voz de mi dueña— la oficina de asuntos oficiales se encargará de llevar a casa a su esclava y le proporcionará un permiso especial que para que pueda ir y venir sin la necesidad de molestarla a usted.
La asistente se volvió hacia mí, mostrándome una sonrisa e ignorando la presencia de mi dueña. Volvió a extender la mano y comenzó a caminar para guiarme hacia el lugar donde conocería al príncipe. Camine detrás de ella sin volver la mirada hacia atrás y ver a mi dueña molesta por el desplante que la joven fácilmente le había hecho, no había duda alguna que al volver un duro castigo me esperaría y sería empleado una vez cruce la puerta.
Secretamente, le agradecí a la joven asistente de la cual aún no conocía su nombre, pero ella había hecho en pocos minutos lo que muchas otras personas no habían logrado hacer en años, ignorar alguna petición de mi dueña y señora.
Entramos por la puerta y una vez adentro entendí que mi vida era tan solo un granito de arena que casualmente había sido arrojado por el viento hacia un lugar mejor. La magnificencia de cada pasillo me deslumbraba, hallé hermosos lienzos que retrataban la historia de esa nación en cada pared y muro del palacio, las alfombras eran finas telas que evitaban el sonido de nuestro andar y tan solo con verla supe que mis pies de esclava pisaban un objeto que bien podrían valer más que yo.
—Tienes mala suerte— escuché la voz de la asistente delante de mí— me refiero a tu dueña, parece ser una mujer muy cruel.
—Lo es—respondí algo sorprendida de escuchar su voz de nuevo, pensé que en este lugar la disciplina era peor que allá afuera y si hablaban solo debía ser por sus deberes y no para entablar una conversación amistosa, pero supongo que me había equivocado.
—Mi nombre es Alva, soy la segunda asistente del príncipe, yo me encargo de la eficacia de los servicios que él requiera — pronuncio girando a verme sin detener su andar— servir en el palacio es una muy digna tarea para personas como nosotros.
Se detuvo un poco para que yo pudiera apreciar los olanes de la manga de su vestido y justo en su brazo derecho tenía una marca de esclavitud. No sabía que la servidumbre de este palacio también eran esclavos, pensaba que los esclavos no éramos dignos de servir a la realeza, pero ambas estábamos ahí, entonces eso quería decir que no éramos la basura que ellos decían que éramos.
—Tu servicio en el palacio será muy simple, solo debes seguir mis indicaciones para que todo salga a la perfección y no tendrás que preocuparte de nada—aludió aclarándose la garganta, quizás alistándose para darme las instrucciones que debia seguir mientras estuviera ahí— darás tus lecciones de violín en el salón de música en el séptimo piso, solo en caso de que el príncipe así lo solicite la clase puede ser otorgada en otro sitio. Memoriza el camino porque de ahora en adelante deberás llegar por tu cuenta. En alguna que otra ocasión el príncipe no asistirá al salón de música, si eso sucede puedes retirarte, pero siempre y cuando solicites el permiso a tu supervisor, en este caso yo, generalmente siempre estoy detrás del príncipe, pero cuando está en alguna reunión me encuentro en la sala de descanso en el tercer piso o en alguna sala aledaña en donde se encuentre su alteza real, pregunta por su paradero y pronto me encontrarás a mí. No llegues tarde o la recompensa que se le entrega a tu dueña será reducida por tu irresponsabilidad.
Seguimos caminando hasta llegar a unas escaleras que nos llevó hacia arriba, Alva menciono que los esclavos no podían utilizar las escaleras magnas por las que sube y baja la familia real así que debía pasar por las escaleras de servicio, quizás el camino era muy largo y complejo, además de que los pasillos eran largos y todos similares, sin mencionar que pasábamos por antecámaras que llevaban a unos balcones donde había sillas acojinadas y hermosas decoraciones a los lados que proporcionaban la comodidad apropiada para apreciar una hermosa vista de la ciudad, debía aprender como ir y venir sin perderme, ya que todos ahí tenían sus propias tareas y no debia molestar a nadie si acaso yo tuviese un problema, pero entonces llegamos al salón de música.
Cuando Alva abrió las puertas del salón descubrí lo espacioso que era, además de elegante por donde sea que observara y por supuesto magnífica, con eso me refería a los instrumentos que ahí se encontraban, un piano blanco que brillaba por el poco uso que le habían dado, trompetas, violonchelos, violines, trompetas, tambores; todo lo que una orquesta magnífica necesitaba para ofrecer un concierto, pero todo lo que había ahí solo pertenecía a la familia real.
Tragué saliva, absorta de lo que mis ojos contemplaban, mi instrumento parecía una varita de un árbol comparado con la elegancia de los violines que ahí se guardaban.
—¿Se encuentra bien señorita Annelie? — escuche su voz como un eco lejano y al girar a verla, observe la extraña expresión en el rostro de la señorita Alva. —Son instrumentos muy bonitos, ¿no? — expreso entendiendo el porqué de mi silencio.
—Lo son— logré decir. De nuevo volví a sentir esa extraña sensación de bienestar y calidez, como si esos instrumentos fueran puestos ahí para mí, la idea me resulto estúpida, pero realmente así se sintió.
—Solo el príncipe tiene pasión por la música y las artes, él es el único que viene a esta habitación, así que prácticamente todos los instrumentos son de él—lo menciono quizás para que tuviera cuidado con ellos— ponte cómoda y alista tu material para la clase, le anunciaré al príncipe que ya estás aquí.
Volvió a inclinar la cabeza, un gesto que aún no lograba comprender del todo. Dio media vuelta y salió de la misma forma delicada y armoniosa con la que había llegado ahí, su figura parecía flotar por encima del piso, pero el sonido de sus tacones me advertía que era tan solo mi imaginación.
Cuando me encontré sola, volví a mirar los instrumentos y me acerqué a uno de ellos, el piano. Pase los dedos sobre las teclas sin oprimirlas realmente, no quería que nadie se diera cuenta de que la esclava a la que habían contratado era una curiosa y muy atrevida persona, pero quería saber cómo se sentía estar sentado ahí o quizás lo que realmente pensé fue en la suerte de aquel que había nacido libre y no solo eso, había nacido siendo el hijo de un rey poderoso y también ese sería su futuro, ser un rey; mientras que yo no tenía idea de lo que me deparaba el destino, ya no quería ser esclava eso era seguro, pero el camino para lograr esa meta era incierto y turbulento.
Me alejé del piano decepcionada y hasta un poco triste por darme cuenta de la brecha lejana que me separaba de aquel a quien ese día le enseñaría a tocar el violín, nuestras vidas iban por rumbos diferentes y nuestros caminos nunca se cruzarían, eso lo sabía muy bien, pero una voz interior me decía que tal vez eso no era completamente cierto.
Tome asiento sobre un sofá enorme en medio de la habitación, saque las partituras del estuche y mi violín respectivamente, entonces sin previo aviso las puertas se abrieron.