–Ve a hablar con Vivian, hazle saber que lo que pasó hoy no volverá a suceder – Alise acarició la mejilla de su hijo.
Benjamín asintió con la cabeza y se dirigió a su oficina, donde ya estaba Vivian mordiéndose las uñas y esperándolo para que le aclarara que Catalina no era nadie importante y que se iría de esa casa antes de convertirse en un problema.
–Dime que te deshiciste de esa arpía – dijo Vivian en cuanto Ben entró en el despacho.
Benjamín negó resignado y entonces soltó un bufido pesado – tienes que dejes de tratarla como tal, no la conoces, no tienes por qué tratarla como si fuera una cualquiera, eso no le queda nada bien a una mujer de tu categoría.
–¿Cuándo vas a aprender, Benjamín? – la chica bajó la voz y se acercó al asiento de Ben – ¿Cómo tengo que hacerte entender que ninguna de esas mujeres te quiere realmente? – preguntó mirándolo con decepción.
–Ella no va a ser nadie más que una empleada, para que te quedes tranquila, pero tendrás que aprender a respetarla como a cualquier otra persona.
–¡Estás demente si crees que voy a tratar con amabilidad a esa mujerzuela! – bufó – ¿No has hablado con tu madre? Alise tampoco permitirá que ella permanezca aquí.
–Ni mi madre ni tu tienen que interferir en mis asuntos personales – la detuvo – pero no te preocupes, la estadía de Catalina en esta casa no cambiará absolutamente nada, ¿De acuerdo? – Ben se acercó a ella y le dio un beso en la frente – no tienes que preocuparte, pequeña.
Los brazos de Benjamín eran suficientes para calmar a Vivian, por lo menos mientras buscaba una estrategia con la cual pudiera deshacerse de Catalina.
–Ve a dormir, nos veremos mañana en el desayuno – la despidió Ben.
La chica le dio un beso en la mejilla y salió de la oficina mientras se prometía a sí misma no permitir que nadie pudiera interferir entre ella y lo que estaba construyendo con Benjamín. Él era el hombre perfecto y ella no iba a dejar que cualquier aparecida se lo arrebatara asi porque sí.
Una vez que Vivian se fue, Benjamín esperó un par de minutos y entonces se fue directamente hacia la habitación de Catalina, cuando llegó ella le abrio la puerta y lo recibió usando únicamente una camisola que había encontrado en uno de los cajones del armario.
–Espero que no te moleste, encontré esto allá – señalo el compartimento.
–No hay problema – Benjamín la observo de arriba abajo, ella estaba usando una de las viejas batas de Elena, tenía el cabello mojado y olía jabón de fresa, toda ella era un reflejo vivo de Elena, y Benjamín solo deseaba poder besarla y quitarle la ropa justo como hubiera hecho si se hubiera tratado de su Elena. Inconscientemente, él se acercó más a ella, dispuesto a llegar tan lejos como ella se lo permitiera.
–¿Qué estás haciendo? – preguntó sorprendida al verlo tan cerca.
–Quiero besarte, ¡Joder! Me muero por morderte la boca.
Catalina sintió que su cuerpo temblaba bajo la mirada de Benjamín que estaba a solo unos centímetros de su rostro, la chica vio los labios de él y aunque tambien queria probarlo, sabía que no podia hacerlo, así que lo empujó de inmediato poniendo sus dos manos en su pecho.
–¡¿Qué te pasa?! – preguntó con falsa indignación, dándose la vuelta para que él no se diera cuenta de lo coloradas que se habían puesto sus mejillas.
Benjamín soltó un suspiro, intentó normalizar su respiración y entonces miro a sus pantalones en donde resaltaba un gran bulto que delataba todas las ganas que tenia de probar a Catalina.
–Deberías mantener tu distancia.
Él asintió con la cabeza y caminó a un lado de ella para poder controlar a su cuerpo y mente, se sentia estúpido, ¿En qué diablos había estado pensando cuando había intentado besarla de esa forma? Algo le decía que el problema era que al estar cerca de ella le era imposible pensar con claridad, ella le recordaba a Elena, y últimamente la había estado echando mucho de menos.
Ben respiro profundo y espero hasta sentirse en condiciones para volver a hablar con ella.
–Catalina, mañana en la noche tendremos un evento muy importante al que tengo que asistir, quiero que vengas conmigo como mi asistente.
–Pero ¿Es realmente necesario…? – cuestionó nerviosa.
–De ahora en adelante trabajas conmigo, tendrás que estar atenta a cualquier cosa que yo pueda necesitar, tienes que estar ahí para mí, no es un evento social – respondió con seriedad, evitando que ella pusiera más objeciones al respecto.
–¿Se trata de algo formal? – se removió incomoda en el asiento por la manera tan cruda en la que él habló.
–Si, pero no tienes que preocuparte de nada, yo me encargaré de cualquier cosa que puedas necesitar. Ya tengo que irme, no quiero incomodarte aún más – él soltó un suspiro – que pases una buena noche.
En contra de cada uno de los pensamientos que le pedían que se quedase con ella, el hombre salió de la habitación dejando a Catalina completamente confundida, por una parte, agradecía que él no hubiera intentado nada a la fuerza, como solía hacer Antoni, pero por la otra, no comprendía como una persona podia pasar de querer besar a otra para después tratarla con tanta frialdad, es como si el chip en el cerebro de Benjamín hubiera hecho cortocircuito.
–¿Qué estás haciendo, Catalina? – se preguntó a sí misma, tumbándose en el colchón, en el que poco a poco se quedaba dormida mientras pensaba en que hubiera pasado si Benjamín la hubiera besado.