Amigas

3585 Words
Nos pusimos manos a la obra, organizando nuestras pertenencias y acondicionando el apartamento a nuestro gusto. La tarea fue agotadora, pero también emocionante. Cada rincón del nuevo hogar resonaba con la promesa de aventuras, risas y recuerdos por crear. Una vez que terminamos, nos sentamos en el sofá, exhaustas pero satisfechas. Miramos alrededor, contemplando el resultado de nuestro trabajo. Bianca suspiró y, con una sonrisa en el rostro, dijo: —Esto es solo el comienzo, Corqui. Aquí vamos a vivir momentos inolvidables. Asentí, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo por lo que nos esperaba. El futuro estaba lleno de incógnitas, pero lo íbamos a enfrentar juntas, como siempre lo habíamos hecho. —Sí, Bica, es solo el comienzo. Y pase lo que pase, siempre estaremos la una para la otra. Nos abrazamos, sellando así un nuevo capítulo en nuestras vidas. Nos quedamos en silencio por un momento, hasta que Bica decidió hablar. —Corqui, ¿estás lista para ir al supermercado? —noté que estaba más animada y eso me hizo sonreír. —Dame cinco minutos para cambiarme la blusa y lavarme los dientes. —Solo cinco... —me advierte. Me visto con una blusa de seda morada y holgada, me cepillo los dientes, me aplico un poco de maquillaje, dejo mi cabello suelto y me rocío con mi colonia favorita de Chanel. Tomo mi bolso y me dirijo a la sala, donde Bianca me espera con expresión de molestia. —Esto siempre parece interminable —comenta mientras se encamina hacia la salida. —No exageres tanto, Bica, salimos a comprar comida y volvemos —dije, rodando los ojos. —También para salir a tomar una copa —dijo guiñando un ojo mientras cerraba la puerta. —¿Y cómo se supone que vamos a lograrlo? —pregunté con tono sarcástico—. Todavía no tenemos la edad suficiente. —Unos vestidos elegantes podrían hacer maravillas. No le presté atención; solo de pensar en que nos echaran del sitio me ponía nerviosa. Llegamos al supermercado y adquirimos todo lo que necesitábamos para la semana, ya que durante los días laborales no tendríamos tiempo. Al regresar a casa, Bica conectó su iPhone a los altavoces de mi Mini Cooper, al que llamo "Berta". De repente, comenzó a sonar "Girls Just Want to Have Fun" de Cyndi Lauper y, sin pensarlo, empezamos a cantar a todo pulmón. Sacamos las bolsas pesadas del coche y nos dirigimos hacia la casa. Al vernos, el guardia nos ayudó a subirlas, mientras Bianca sonreía como el gato de Cheshire. Yo simplemente puse los ojos en blanco, ya que ella es muy coqueta. Debo admitir que el guardia es joven y bastante atractivo, pero no me interesa en lo absoluto. Después de dejar las bolsas en nuestra puerta, nos sonrió a ambas y se marchó. —Tienes que reconocer que está delicioso, Corqui —comentó mientras revisaba las bolsas en busca de los vinos que compramos; sacó uno y buscó dos copas—. Si no me sintiera tan afectada, le diría… —No le dirías nada —respondí mientras guardaba las cosas que van en la nevera—. Además, no estás afectada, estás enamorada, es algo normal. —¿En el mundo de quién? —preguntó con la copa en la mano antes de darle un sorbo. Continué sacando las cosas mientras ella me observaba, esperando mi respuesta. La miré de nuevo. —Sabes que él te ama, Bianca —le dije con firmeza—. Solo que él quiere que persigas tus sueños, eso es todo. —¿En qué lugar encaja aquí la mujer con la que lo vieron? —su voz se quebró. —No existe tal mujer —afirmé con firmeza. Organicé todo de inmediato, incluyendo los vinos que adquirimos, mientras ella continuaba reflexionando sobre el tema. —¿Cómo lo sabes, Alycia? —sé que ella busca tranquilidad, así que se la proporcionaré. —Ethan está enamorado de ti —le dije mientras la observaba—. ¿Por qué dudas tanto de eso? —Es que… —las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas—. ¿No lo entiendes? Es tan guapo y todas las compañeras del trabajo están interesadas en él. No puedo soportar la idea de que Ethan esté solo —se secó las lágrimas. Es evidente que ambos están atravesando un momento difícil. Puedo ver claramente la tristeza en los ojos de él, pero no sé cómo expresárselo a ella. Además, él fue su primer amor, y la posesividad de Ethan era algo que la atraía profundamente. —Es terrible, no vuelvas a decir eso de mi hermano nunca más —dije, y aunque me sonrió, su sonrisa no alcanzó sus ojos—. Tómate tu tiempo, y Bica, disfrutemos de estar aquí sin preocuparnos por los hombres. Ella asintió con la cabeza, y su cambio de tema me sorprendió. —Corqui, esta vez sí que salimos —dijo con más determinación que nunca—. Necesito despejarme. —Claro que sí —respondí con una sonrisa tonta—, pero si nos echan, será por tu culpa. —Nuestra primera aventura será que nos saquen de un bar y la segunda, nada de hombres —me guiñó un ojo, y yo sonreí feliz. —Así se habla, Bica. Ella movió la mano con indiferencia. —Siempre tengo buenas ideas, Corqui. —Lo que tú digas —respondí con sarcasmo, lo que me recordó: —No quiero música deprimente, Bianca. Me miró de nuevo con una sonrisa de autosuficiencia, dejándome claro que lo haría. Bianca puso "Broken Hearted Girl" de Beyoncé en los altavoces, lo que me indicó que mientras se ducha, está llorando por mi querido hermano mayor. Ella siempre me ha llamado Corqui, y ya estoy tan acostumbrada que cuando utiliza mi nombre real, me siento incómoda, como si me estuviera regañando, aunque sé que lo hace con cariño. Mi amiga es realmente hermosa, con una piel morena, una nariz bien perfilada, cejas perfectas y ojos de un castaño oscuro. Su cabello es largo hasta la cintura, liso en la parte superior y rizado en las puntas. Tiene una sonrisa preciosa y un cuerpo impresionante. Mide un metro sesenta y cinco y no tiene nada que envidiarle a nadie. Por eso, mi hermano quedó enamorado de ella desde que ella tenía diecisiete años y él veintitrés. Sin embargo, todo se mantuvo en secreto, y todavía me sorprende que ni nuestra familia ni la de ella se dieran cuenta de lo que pasaba. Mi hermano era bastante mayor que ella. Lo que me fascina de Bianca es su personalidad; siempre ha sido muy extrovertida y nunca permite que nadie la intimide. Ella es todo lo contrario a mí. Tengo la piel clara, una nariz perfilada y me encantan mis cejas. Mi cabello es largo hasta la cintura, completamente lacio y n***o como el de mi madre. Mis ojos son color miel, al igual que los de mi padre. Mido un metro sesenta y soy bastante seria. Salgo de mis pensamientos cuando noto que Bianca abre mi puerta con elegancia. Lleva puesto un vestido de encaje n***o con un forro color menta que se ajusta perfectamente a su figura, complementado con unos tacones negros de quince centímetros con tres hebillas al frente. Luce increíblemente atractiva; si mi hermano la viera, seguro le daría un infarto. De repente, me percato de que Bianca me está mirando de forma extraña. ¿Qué le sucede? ¿Tengo algo raro? ¿Por qué me observa así? —Alycia, ¿en serio vas a salir con esa ropa? —me pregunta mientras me mira de pies a cabeza. —¿Y cuál es el problema? —le respondo a Bianca, haciéndome la despistada. —¿Vamos a tomar algo y piensas salir con la misma ropa que llevaste al supermercado? No me convence, Corqui, no es la vestimenta adecuada. Además, mencioné que deberíamos llevar vestidos sexys para que nos dejen entrar. —Bianca, ¿hablas en serio? No me hagas reír. No tengo intención de usar algo como lo que llevas puesto —comenté señalando su vestido. —Pues, mala suerte para ti, porque sí te lo vas a poner. Ya te traigo uno de mis vestidos. —Bianca, en serio no, estoy bien así. Cuando la veo regresar, trae un vestido n***o y más corto. Me quedo mirándola; si ella cree que voy a ponerme ese maldito vestido, está muy equivocada. —Si crees que me voy a poner eso, estás muy equivocada, Bianca —dije mientras negaba con la cabeza. —Te lo vas a poner y no se discute. Anda, date prisa que se nos hace tarde, y no querrás que me vaya sola por ahí con el corazón roto, ¿verdad? —Qué terrible, siempre con tus manipulaciones —dije mientras agarraba el vestido a regañadientes y me dirigía a cambiarme. Al salir, Bianca me miró con una gran sonrisa y me dijo: —Luces espectacular, tienes unas curvas increíbles. De verdad, un cuerpo de infarto, nena. No entiendo cómo no te vistes así siempre; incluso tus piernas se ven hermosas. Ven aquí, déjame quitarte el sostén —abro los ojos sorprendida. Ella rápidamente nota mi expresión y me dice—: Tranquila, Corqui, te ves preciosa y no tienes de qué avergonzarte. Vamos a buscar unos zapatos. Preferí quedarme en silencio. La verdad es que la veo muy entusiasmada, y eso me hace feliz, aunque me sienta como su conejillo de indias. Me observó en el espejo y apenas me reconocí; ella me maquilló de forma excelente, dejándome el cabello suelto. Me coloqué unos zapatos grises del mismo tamaño que los de Bianca, aunque los míos son completamente cerrados. El vestido que llevo se ajusta al cuerpo y tiene unos cortes con figuras decorativas en el cuello y sobre el pecho. —Bica, ¿de verdad no se me nota nada con este minivestido? —pregunto mientras señalo mi atuendo. —Para nada, Corqui, nunca permitiría que te pusieras algo que expusiera tu hermoso cuerpo. Te ves preciosa. Ahora sí, ¡vamos! —Sería mejor que tomemos un Uber, por si nos pasamos de copas. —Sí, claro, es lo mejor. Bianca pidió un Uber y, mientras bajábamos, sabíamos que estaba a punto de llegar. El guardia nos abrió el portón tras una espera de diez minutos. —Por favor, llévenos al club que está cerca de la Universidad Georgia State —dijo Bianca con determinación. —Claro que sí, señorita. Al llegar, el lugar estaba bastante concurrido. Mientras estábamos en la fila, unos hombres muy atractivos se acercaron y nos sonrieron. —¿Quieren entrar rápido? —preguntó uno de ellos. —Sí, amigo —respondió Bianca, sonriendo de vuelta. —Adelante, hermosas damas —dijo él con cortesía. Volví a mirar al otro amigo y noté que me observaba con una expresión seria, lo que provocó que me sonrojara. Rápidamente aparté la mirada. Al entrar, la música resonaba con "Animals" de Martin Garrix a todo volumen. Buscamos una mesa con la mirada, pero estaban todas ocupadas, así que nos dirigimos a la barra con la esperanza de encontrar un lugar donde sentarnos, aunque tampoco había espacio disponible. En ese momento, el bartender se acercó a nosotras: —Señoritas, ¿Qué desean tomar? —Por favor, dos cócteles Cosmopolitan —pidió Bianca con una sonrisa. —Claro, en un momento se los traigo —respondió, guiñándole un ojo. —Bica, por favor, deja de coquetear con ese chico —le murmuré. No podía ni pensar en Bianca con otro hombre. Sé que suena muy egoísta, pero así me siento; me desagradaría verla con alguien más. —Es solo para que no nos pidan la identificación, Corqui —me explicó. Me sentí tranquila hasta que los hombres que nos ayudaron a entrar se colocaron detrás de nosotras. Los señalé con los ojos y Bianca lo captó de inmediato, haciéndose la desentendida. —Hola, señoritas. Yo evitaba mirarlos, pero Bianca sí lo hizo y los saludó con mucha amabilidad. —Hola, chicos —dijo con una sonrisa amplia y radiante, mostrando todos sus dientes—. Gracias por lo de antes. —No hay problema —contestó él con una sonrisa—. ¿Por qué están solas, unas chicas tan guapas? —preguntó el mismo que siempre inicia la conversación. Justo en ese instante, el bartender se acercó para traernos las bebidas. —Aquí tienen, señoritas —dijo con amabilidad, sonriendo mientras se alejaba. Agarré mi copa y empecé a beber, intentando evitar hablar con esos hombres. —Es que somos nuevas en la ciudad —respondió mi amiga. Le lancé una mirada de molestia a mi amiga, pero ella decidió ignorarme por completo. —¿Y de dónde son? —preguntó el otro hombre. Sentí cómo su mirada se clavaba en mí, y al escuchar su voz, un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Sabía que no debía mirarlo, pero resultaba imposible evitarlo; su atractivo me dejó en shock. Su cuerpo parecía estar en excelente forma, con brazos bien definidos. Llevaba el cabello corto, una barba de dos días y una nariz perfilada y atractiva. Sin embargo, lo que realmente me tenía cautivada eran sus ojos, de un azul intenso como una gema de zafiro. No quería que él notara cuánto me afectaba, así que aparté la mirada y me concentré en mi bebida. —Somos de Birmingham, pero nos mudamos aquí para estudiar. La próxima semana comenzamos la universidad —dijo Bianca con orgullo. En ese instante, mi móvil empezó a sonar y vi que en la pantalla aparecía el nombre "papá". Necesitaba salir a contestar. —Bica, voy a salir un momento, ya vuelvo —le comenté. Salí del lugar, dejando a Bianca con esos dos hombres que, de desconocidos, ya no tenían mucho, ya que ella se había puesto a contarles toda nuestra historia. Necesitaba encontrar un lugar tranquilo para atender la llamada, alejándome del ruido, pero parecía casi imposible. Así que me dirigí al baño de mujeres y me encerré en un cubículo. —¿Hola? —pregunté, tapándome el otro oído para escuchar mejor. —Hola, cariño, ¿Cómo estás? Llegué hace un rato, pero me acosté un poco a descansar y, al despertarme, decidí llamarte —me emocioné al escuchar su voz. —¡Hola, papá! Por suerte ya nos organizamos. De hecho, fuimos al supermercado a hacer las compras de la semana y ahora estamos saliendo a cenar a un restaurante —estaba llena de emoción, aún me cuesta acostumbrarme a tenerlo tan lejos. —Qué bien, cuídense, ya es tarde —sé que no me creyó que estamos en un restaurante—. Se escucha muy fuerte la música. Decido ignorar su comentario sobre la música. —Claro, papá, no te preocupes, en un momento nos vamos. Te quiero, buenas noches, besos a todos. —Igual, mi niña, buenas noches, mañana te llamo. Te amo. Corto la llamada y me dispongo a salir, pero de repente siento unas manos en mi cintura que me detienen. Me quedo paralizada y me giro, quedando frente a un hombre con ojos deslumbrantes de un profundo color zafiro. Me siento atrapada por su mirada. Él suelta una mano y acaricia mi mejilla derecha con sus nudillos, lo que me provoca un escalofrío. Aunque eso me asusta, sorprendentemente, no quiero que me suelte. Mi cuerpo responde a su toque y acerco mi cabeza para facilitarle el gesto. Él se aproxima más a mí y percibo su respiración acelerada; yo estoy igual de nerviosa. Se inclina y acerca sus labios a los míos, y me dejo llevar como una polilla atraída por la luz. El beso comienza con suavidad, solo probando mis labios, y yo le respondo, dejando que mi lengua roce sus labios carnosos. Él emite un gruñido y, de repente, se deja atrapar por mi encanto. Me besa con una desesperación que coincide con la mía, con fuerza y pasión. —Eres tan hermosa —susurra entre los besos. Estábamos besándonos con una intensidad que nunca antes había experimentado, especialmente con un hombre tan atractivo como él. —Necesito irme —logré decir entre los besos. Era consciente de que mis labios estaban hinchados. —Esto es todo, no vuelvas a hacerlo —le dije, apartándome de él. Él sonrió de manera arrogante, lo que me llenó de frustración por haberle permitido llegar hasta allí. Sin pensarlo más, di media vuelta y me alejé. Empiezo a respirar con dificultad, como si hubiera corrido un maratón, sin atreverme a mirar atrás, sabiendo que él me sigue. Al llegar al lugar donde dejé a Bianca, escucho un grito que resuena entre la música alta y la veo en la zona VIP, acompañada por un chico que no había notado antes. Me acerco a ella, que parece estar disfrutando de la compañía. —Aly, ¿Qué te pasó? ¿Por qué llegas como si hubieras corrido una carrera? —me pregunta, antes de mirar por encima de mi hombro y entender la situación. —Nada, solo era papá —sonreí, rogándole con la mirada que no hiciera más preguntas. —Qué bien, ahora sí... —comentó, señalando a los dos hombres en la mesa. Me senté junto a ella, tomé el Cosmopolitan que había en la mesa y le di un gran trago. —Te presento a estos caballeros que nos han concedido el privilegio de estar aquí —dijo. Traté de esbozar la sonrisa más falsa que pude. —Matt y Ashton —dijo, volviendo a mirar al otro hombre. Bianca se pasó la lengua por los dientes y supe que ya había deducido la razón de mis labios hinchados. —Ella es Alycia —añadió. —Mucho gusto, chicos —respondí, tratando de mantener la compostura a pesar de la situación. Todos comenzaron a compartir historias sobre sus vidas durante un buen rato, pero poco a poco empecé a sentirme incómoda, ya que el joven misterioso no dejaba de observarme, como un halcón al acecho. La tensión aumentaba cada vez que nos traían las bebidas de otros hombres, así que, finalmente, decidimos que era hora de irnos. —¿Están seguras de que no quieren que las llevemos? —preguntó Matt, con tono amable. —No, para nada —respondió Bianca—. En realidad, nuestro Uber ya debe estar en camino. —Fue un placer conocerlas, espero que podamos vernos de nuevo —dijo, sonriendo. De verdad no quería arruinar el momento de coqueteo de mi amiga, pero los celos de cuñada me cegaron y terminé echándolo todo a perder. —Lo siento, amigo, pero mi querida cuñada no está disponible —dije con una sonrisa, disfrutando al ver a Bianca arder de frustración mientras arruinaba su oportunidad con un hombre como él. —Nos vemos luego, chicos —añadí, sintiendo que era momento de salir de allí. Salimos corriendo, yo para alejarme de esa mirada incómoda y Bianca porque quería llegar a casa y matarme; y, para ser honesta, tenía razón. Una vez en casa, sanas y salvas, me dirigí rápidamente a mi habitación para darme una ducha, sin percatarme de que Bianca me seguía, furiosa. —¿Por qué hiciste eso? —preguntó con evidente molestia. —Porque sabía que te ibas a arrepentir, Bica —intenté defenderme, aunque en el fondo sabía que era inútil. —No tienes derecho —dijo mientras las lágrimas corrían por su rostro con desespero—, pero aun así, gracias, porque en todo momento lo visualicé entrando por la puerta del bar para salvarme, y eso nunca ocurrió —su voz se quebró al pronunciar esas palabras. Y pude ver que realmente estaba sufriendo, y eso que apenas llevamos unas horas aquí. La abracé y nos dejamos caer, mientras ella lloraba como una persona ebria que extraña a su ex. Lo que me sorprendió fue que no lo llamó, como suelen hacer las personas locamente enamoradas. —Me envió un mensaje —dijo entre sollozos—. ¿Quieres leerlo? Asentí en silencio y ella me entregó su iPhone. Al leer el mensaje, las lágrimas brotaron de mis ojos, porque era evidente que lo que sentía era real. *Te extraño, mi amor, tanto. Me vuelve loco pensar que otros hombres podrían verte. Prométeme que eres y serás mía para siempre, Bianca, y yo te prometo que seré tuyo por siempre, porque no hay nadie más que lo será hasta que tú decidas que sea yo. Tu hombre favorito, que te ama. 22:10 Ethan. * —¿Qué piensas responderle? —pregunté, aunque la pregunta era un poco absurda, ya que ella ya estaba tecleando su respuesta. *Siempre tuya, mi amor, y te prometo que jamás habrá nadie más que tú, mi guapo. Te extraño aún más. Buenas noches, te amo ❤️ 1:50 Bianca. * En ese instante, su teléfono empezó a sonar, y entendí que era nuestro momento de levantarnos. Ella se marchó hablando con mi hermano. La noche no resultó tan mala, pero no podía dejar de pensar en esos ojos color zafiro y su sonrisa desafiante. Me di una ducha, me puse el pijama, me lavé los dientes y me metí en la cama. Al principio, no lograba dormir; daba vueltas sin cesar, atormentada por lo que podría haber ocurrido si me hubiera dejado llevar por sus besos. Esa idea me sacó una sonrisa.
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