Cinco años más tarde…
Estaba terminando de desayunar rápidamente, dejando mi cereal a medio comer para correr al baño a lavarme los dientes y no llegar tarde a mi primer día. Antes de salir, le preparé el almuerzo a Bianca. Ella había ingresado a la misma universidad hace unos años y se dio cuenta de que los programas eran mucho más completos; sus prácticas la tenían completamente abrumada. Bianca estaba estudiando medicina, especializándose en pediatría, y casi no encontraba tiempo ni para comer, salvo cuando yo se lo dejaba listo.
Llegué a la universidad y estacioné a Berta en nuestro lugar habitual. Me dirigí rápidamente al aula y llegué justo a tiempo. Me senté en la última fila, mi sitio preferido, porque ahí me concentro mejor y presto más atención. Después de una larga mañana, finalmente llegó la hora del almuerzo. La mejor cafetería se encuentra justo enfrente, así que crucé la calle y, al llegar, solo quedaba una mesa libre. Me senté de inmediato, y la joven que atiende vino enseguida.
—¡Hola, Aly! ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó.
—¡Hey, Silvia! Sí, ¿me podrías traer un emparedado de carne y un té, por favor?
—Por supuesto —respondió sonriendo antes de marcharse.
Estoy en mi último año para conseguir mi licenciatura y todo va muy bien. Aún no tengo pareja y no he salido de noche a tomar algo, no porque no quiera, sino porque no tengo tiempo. Sin embargo, de vez en cuando disfruto de una copa en casa. Además, durante los dos primeros años seguí soñando con el enigmático hombre de ojos color zafiro.
Percibo por el rabillo del ojo que alguien se acerca, y rápidamente bajo la mirada.
—Perdona, ¿puedo sentarme contigo? Todas las otras mesas están ocupadas —dice, disculpándose mientras señala a su alrededor.
—Claro —contesté de manera seca, sin levantar la vista.
—Gracias, de verdad —responde con agradecimiento.
Ninguno de los dos hablamos, y la situación se tornó un poco incómoda. Saqué unas hojas con diseños que había dibujado a mano y comencé a analizar detenidamente mi proyecto. Al levantar un poco la vista, noté que él también estaba leyendo unos papeles, así que continué concentrada en lo mío y él en lo suyo, hasta que finalmente rompió el silencio.
—¿Puedo saber cómo te llamas? —preguntó, y al mirarlo de nuevo, me di cuenta de que tenía una sonrisa tímida.
En ese momento, Silvia llega con mi pedido. ¡Por fin! Tengo un hambre voraz. Recojo lo que tengo en la mesa y lo guardo nuevamente.
—Muchas gracias —le digo a Silvia antes de que se aleje. Luego, devolviendo la sonrisa al joven que está frente a mí, decido contestarle—: Alycia White.
Me preparo para comer, sintiéndome un poco avergonzada, y observo cómo la otra mesera le trae su almuerzo a él.
—Gracias —le dice a la mesera—. Mucho gusto, Alycia, mi nombre es Noah Harris.
Sonrío y decido iniciar una conversación para que no parezca que estoy comiendo sola.
—Bueno, Noah, cuéntame, ¿Qué haces aquí? ¿O trabajas cerca? —me sorprendo a mí misma por ser tan directa.
Desde que tengo memoria, siempre me ha costado relacionarme con las personas; en cambio, a Bianca se le da muy bien. Aunque no lo crean, en cinco años de estar aquí no he hecho ningún amigo. Tengo compañeros, claro, pero sigo siendo solo yo y mi carrera. Por eso me sorprende que ahora, sentada aquí, quiera hablar con un desconocido. Me río de mí misma; si mi familia o incluso Bianca me vieran, no lo podrían creer.
—Bueno, soy tutor en la carrera de Arquitectura y de vez en cuando trabajo para una empresa de una amistad —sonríe de medio lado—. ¿Y tú, qué estudias?
—¡De verdad! Qué bien, no te había visto aquí —le respondo, sorprendida. Es cierto, pero así soy yo, la joven que se "devora" los libros, como dice Bianca—. Estoy estudiando esa carrera también, solo que ya estoy a punto de obtener la licenciatura. Me llena de felicidad poder hablar con alguien que comparte mis intereses y que no lo encuentra aburrido.
—¡Qué bien! Estás casi al final. Si necesitas ayuda, estaré encantado de echarte una mano —me dice, mostrando una sonrisa amplia.
Lo observé atentamente y me di cuenta de que es un chico muy atractivo, con su cabello castaño oscuro y unos ojos grises muy penetrantes. A simple vista, su figura está bien esculpida, sin duda es un hombre que llama la atención. Además, me cae muy bien, ya que no ha intentado sobrepasar los límites, lo cual es un gran punto a su favor. Miro el reloj y me doy cuenta de que quedan quince minutos para entrar.
—Por supuesto, Noah, lo tendré en mente. Bueno, me despido porque ya es hora de entrar —me levanté de la silla—. Fue un placer charlar contigo; hasta luego.
—Igualmente, Alycia, fue un placer y muchas gracias por compartir tu mesa conmigo. Espero poder verte de nuevo, y si necesitas ayuda, no dudes en contar conmigo.
—Claro —le respondí mientras me alejaba, despidiéndome con la mano.
He llegado apenas. La tarde transcurre lentamente, así que me enfoco en tomar notas sobre varias cosas que necesito para el primer proyecto que se presentará a concurso. Tengo muchas ganas de comenzar a trabajar en una empresa y diseñar casas, edificios y rascacielos; realmente me emociona mucho.
Finalmente, la clase concluye y me dirijo hacia el coche. Al llegar, me doy cuenta de que Noah está a mi lado; no creo que me esté esperando. Qué curioso.
—¿Este es tu coche, Alycia? —me señala a Berta.
—Sí —respondo un poco sorprendida por su pregunta—. ¿Hay algún inconveniente?
—Para nada, es un auto precioso para una dama tan encantadora —me dice con una sonrisa deslumbrante.
—Noah, no quiero incomodarte, pero si sigues haciéndome cumplidos así, no podremos ser amigos. No me gustan esas cosas; estoy muy concentrada en mi carrera y, en este momento, lo único que puedo ofrecerte es una amistad y ser tratada de la misma manera.
Él se quedó con los ojos como platos, nunca imaginó que le diría algo así, pero la realidad es que no puedo comprometerme con nadie en este momento.
—Discúlpame, Alycia, jamás quise… —se queda en silencio, buscando las palabras correctas. Finalmente, dice—. No quiero que te sientas así; por supuesto que quiero tu amistad, no hay nada que desee más, y lamento lo que dije, no volverá a pasar.
Se le nota el arrepentimiento, y eso me da una idea.
—Noah, ¿Cómo llegaste hoy?
Se queda sorprendido por mi pregunta; no es de extrañar, considerando lo que le dije, hasta yo me habría sorprendido.
—Hoy vine en Uber, mi coche está en revisión—me responde.
—¿A dónde vas? Yo te puedo llevar—le pregunto sin pensarlo, intentando corregir lo que le dije hace un rato.
—No te preocupes, estoy cerca—responde un poco avergonzado.
—Nada de eso, ven, yo te llevo—le digo con una sonrisa tímida—. Dime, ¿a dónde vas?
—Voy a los apartamentos Cien Midtown, donde está un amigo—me dice, y su rostro se ilumina, como si todo hubiera cambiado de repente para él.
—¿De verdad, Noah? —le pregunto sorprendida—. ¡Yo vivo en esos apartamentos! ¡Vamos! Con más razón te llevo. Al subirme al coche, le guiño un ojo y él se ríe de forma genuina.
—¿Quién iba a imaginar que vivieras allí?—dice, acercándose a mí—. Entonces, ¿tú y una amiga viven ahí? Porque Anthony me comentó que vive con unas…—se detiene un instante y luego continúa—. Chicas muy amables.
Enciendo el coche y me incorporo al tráfico.
—Ya llevamos cinco años viviendo aquí; somos de Birmingham. Vinimos a estudiar porque hay más oportunidades aquí que en casa—respondo sin quitar la vista del camino.
—Qué hermoso es Birmingham. ¿Tienes familia aquí, Aly?
—No, no tengo familia aquí; mi única familia es Bianca, mi amiga. Y antes de que lo preguntes, tampoco tengo más amigos que ella durante este tiempo—respondo.
Se queda en silencio y, tras un momento, dice:
—Nena, poco a poco irás conociendo a más personas, así como lo hice yo contigo.
—Me cuesta mucho, soy muy tímida. Además, ya llevo bastante tiempo aquí, ¿no crees que es extraño que solo tenga a Bica y Berta? —le digo, pensando que si supiera lo mucho que me ha costado abrirme a él, entendería que busco otra amistad aparte de Bianca.
—¿Berta? —pregunta, sonriendo de medio lado.
Sonreí de medio lado y le dije:
—Sí, Berta—respondí feliz—, es mi Mini Cooper.
Él soltó una carcajada sonora que me hizo reír también.
—¿De verdad? ¿Berta? —preguntó sonriendo—. Es un nombre muy divertido.
—No puede ser que te rías del nombre de mi Mini—fingí estar indignada.
—Nena, para nada—continuó sonriendo—. Más bien te iba a decir que conmigo no eres así; eres muy simpática.
Me sonrojé.
—Gracias, me esfuerzo, créeme...
—Bueno, ya somos amigos, o al menos espero que lo seamos—lo miro de reojo y veo su rostro radiante de felicidad.
Sonreí de oreja a oreja.
—Hemos llegado a nuestro destino—le guiño un ojo.
Se rió a carcajadas, y lo mejor fue que la pasamos bien sin ninguna incomodidad. Nos bajamos y caminamos hacia el ascensor, conversando sobre comida, probablemente porque teníamos hambre. "Espero que Bianca haya preparado algo de comer", pensé. Seguimos charlando de todo un poco. Al llegar a mi piso, salgo y él me acompaña hasta la puerta.
—Gracias, Noah, hoy has sido una excelente compañía para mí y para Berta. Me divertí mucho y espero verte de nuevo—le digo mientras él me observa con una sonrisa.
—Fue un privilegio andar con una mujer tan increíble, y nena, siempre que quieras puedo ser tu acompañante. Aquí estamos, recuerda—se queda en silencio por un momento antes de continuar—. Si quieres, anota mi número y así podemos mantenernos en contacto.
—Claro, dámelo y de una vez apuntas el mío—respondo con una sonrisa.
Así que intercambiamos números, y con un beso en la mejilla se despidió, y se fue al apartamento de al lado. Al abrir la puerta, vi a Bianca con nada menos que Ethan. Solté un grito de felicidad y corrí hacia él; me tomó en sus brazos y me abrazó tan fuerte que pensé que me iba a romper las costillas. Bianca se veía muy feliz, y sabía que era porque mi querido hermano se quedaría una semana aquí. Desde que volvieron hace dos años, su relación se ha vuelto formal, y se les ve muy felices. Incluso nuestros padres lo aprueban y están encantados.
—¡Hola, guapo!—le exclamé, dándole un sonoro beso en la mejilla—. ¿Por qué no me avisaste? —Él me bajó con suavidad y se acercó a Bianca.
Se ven tan bien juntos. Saber que él fue el primer novio de Bianca y que, al parecer, será el único, me llena de felicidad.
—Hola, Bica, ¿Cómo la pasaron?—sonreí mientras levantaba las cejas con un toque de picardía.
Bianca puso los ojos en blanco y se dirigió a la cocina, así que la seguí. Al llegar, vi la deliciosa lasaña que había preparado. Tomé un plato y serví una buena porción, porque realmente tenía muchísima hambre.
—Déjame decirte que fue asombroso, Corqui. Cuando llegué a casa, Ethan me esperaba con un precioso ramo de rosas—señala el jarrón lleno de agua donde las ha puesto— y decidí llevarlo a la c…
—No necesito saber eso, Bica—contesté haciendo gestos de desagrado con el dedo índice en la boca.
—Oye, pequeña, así que llegaste acompañada, pero entraste sola—comentó Ethan.
Me sirvo una copa de vino blanco y me dirijo a un taburete en la barra de la cocina, lista para disfrutar de mi comida.
—Está riquísimo—le respondí con la boca llena, disfrutando de la deliciosa comida. Decidí que era momento de hablarle sobre Noah; sabía que iba a causar revuelo y que pensaría lo que quisiera, pero no me importaba—. Es que, querido chismoso, hoy conocí a un chico muy…—y antes de que pudiera terminar, Bica me interrumpe con los ojos como platos.
—¿Quéeee? ¡No lo puedo creer, hablando con un hombre! Esto sí que es una sorpresa.
Rodé los ojos y continué.
—Sí, se llama Noah; me cae muy bien—le dije con una sonrisa, mientras su asombro iba en aumento—. Lo traje al edificio, vive justo al lado y parece que es amigo de alguien que está ahí.
—Voy a buscarlo—declaró Ethan con una seriedad inesperada.
—Ni se te ocurra, Ethan White—le advertí señalándole con el tenedor.
—Eres mi…
Bianca lo interrumpió de inmediato.
—Es increíble, Corqui, realmente eres una caja de sorpresas. Parece que el aire de Atlanta finalmente te está beneficiando—me comenta entre risas.
—¿Qué puedo decirte...?—respondí, ignorando su comentario mientras me encogía de hombros. Terminé de comer, recogí el plato y lo lavé. —Bueno, los dejo. Ethan, qué alegría verte, me hace muy feliz tenerte aquí—me despedí dándoles un beso en la mejilla a ambos antes de encaminarme hacia mi habitación. —Te dejo en buenas manos—sonreí.
Preparo la tina, rociando aceite de jazmín y jabón líquido mientras se va llenando. Aprovecho para lavarme los dientes y hacerme una coleta. Miro mi iPhone para poner música y encuentro una de mis canciones favoritas de Sia: "Unstoppable". Justo en ese momento, veo que tengo un mensaje de Noah.
*Buenas noches, nena. Te espero mañana en la cafetería.
17:28
Noah *
No puedo evitar reírme al ver que me llama "nena". Así que le contesto:
*Claro, buenas noches, amigo.
22:20
Aly *
Me quito la ropa, entro a la bañera y disfruto de un relajante baño mientras reflexiono sobre todo lo que ha sucedido en un solo día. No puedo evitar reírme, ¿quién lo hubiera imaginado? Ni siquiera con mis compañeros era sociable. Mi vida se enfocó tanto en mis maquetas y proyectos que no pensé en nada más; siempre los hice sola. Después de un rato, salgo de la bañera envuelta en una toalla, me pongo el pijama y me preparo para dormir.
***
Al día siguiente, seguí con mi rutina de correr, pero esta vez Berta decidió no funcionar. Afortunadamente, Ethan se ofreció a llevarme a clases.
—Mil gracias, hermano—le di un beso en la mejilla—. ¿Me echas una mano con Berta?
—Eso ni se pregunta—me respondió con una sonrisa—. Te recojo después, buena suerte, pequeña.
Salí apresurada hacia mi clase y, por fortuna, el profesor Carter todavía no había llegado. Tras un rato, todos estábamos enfocados en nuestros proyectos cuando, de repente, el profesor se acercó a mi mesa, me pidió mi plano y comenzó a revisarlo. Solo asintió con la cabeza, lo que me hizo saber que le había gustado. Así, la clase se pasó volando. Justo cuando estaba a punto de salir, oí:
—Señorita White, excelente trabajo—dijo sin levantar la vista.
Salí con una sonrisa y una sensación de satisfacción. Al entrar a la cafetería, vi a Noah esperándome con mi té habitual y un emparedado de carne. No pude evitar reírme al darme cuenta de que había estado atento a mis gustos el otro día. Al sentarme, él me sonrió de manera genuina.
—Ya pedí por ti—comentó.
—Sí, ya lo vi—respondí mientras alcanzaba mi té y le daba un sorbo—. Te lo agradezco mucho.
—¿Y cómo estuvo la mañana? —preguntó mientras disfrutaba de su emparedado.
—El profe Carter me felicitó por mi proyecto—dije, sonriendo de nuevo—. Sabes que eso no es algo común en él.
Yo era consciente de que el profesor no solía comportarse así con nadie; siempre me había parecido una persona reservada, a pesar de su edad. Sin embargo, para mí, él es el mejor.
Noah asintió.
—Debe ser un proyecto verdaderamente bueno—comentó mientras bebía su Coca-Cola—. Fue mi profesor hace años, y nunca me dijo nada. Solo a un primo.
Su expresión cambió a molesta en un instante, así que decidí cambiar de tema rápidamente.
—¿Qué vas a hacer después de aquí?
—Tengo una clase, pero me desocupo a las cinco—respondió, volviendo a su estado habitual—. ¿Quieres hacer algo?
Sonreí, apreciando lo rápido que captaba las cosas.
—El novio de mi amiga está en casa y no quiero ser una entrometida. No sé, tal vez podríamos salir a dar una vuelta.
Me sonrojé, y Noah se dio cuenta de inmediato.
Tenía dos preocupaciones: no quería que supiera que era mi hermano, y tampoco quería que pensara que era una cita o algo parecido.
—Está bien, nena—sonrió con esa arrogancia que tanto lo caracteriza.
—Ni lo pienses, esto no es una cita—dije, rodando los ojos.
Al salir de la universidad, tal como lo prometió, Ethan me esperaba con Bianca. Sonreí al verlos allí.
—¿Qué han estado haciendo, tortolitos?—pregunté mientras me subía al coche.
Sonrieron con complicidad, y supe que era mejor no indagar más. En el camino, Ethan me comentó que Berta no tenía nada serio—eso me hizo suspirar de alivio—, solo necesitaba un cambio de batería. ¿Qué haría sin él? Me dejaron en el apartamento porque tenían otros compromisos. Subí, saludando al guardia con la mano.
Vi que ya casi era la hora de encontrarme con Noah, así que me duché rápidamente. Opté por un vestido corto n***o que se ajustaba al cuerpo, combinado con unas sandalias de plataformas doradas. Me maquillé de manera natural y dejé mi cabello suelto.
*Nena, ya casi paso por ti.
17:10
Noah *
Pocos minutos después llegó a recogerme, y no paraba de decirme lo hermosa que me veía.
—Hice una reserva en el restaurante Little Bear—informó con entusiasmo.
Asentí, recordando que ya había estado allí varias veces con Bianca y que la comida era realmente deliciosa.
Al entrar al restaurante, una mujer menuda nos recibió con una amplia sonrisa.
—Hola, caballero—dijo la mujer, devorando a Noah con la mirada—. ¿En qué le puedo ayudar? —preguntó con voz melosa.
Rodé los ojos, un poco fastidiada.
Noah, sin darle importancia a su tono, respondió de manera cortante:
—Tengo una reserva a nombre de Noah Harris.
La mujer señaló con desgana la mesa al fondo del restaurante. Caminamos hacia allí, con Noah guiándome. Sentí un escalofrío en la nuca y llevé mi muñeca para frotarla. Algo dentro de mí me impulsó a observar el restaurante en busca de algo, y entonces lo vi. Me detuve en seco al notar a un hombre vestido completamente de n***o, con una sonrisa ladeada que hizo que me estremeciera hasta lo más profundo. Sus ojos color zafiro me analizaron de tal manera que me sentí desnuda ante él. Era, sin duda, el hombre más atractivo que había visto en mi vida.
—Alycia—me llamó Noah, sacándome de mi ensimismamiento.
Noah siguió la dirección de mi mirada, y lo que vi en los ojos de aquel hombre me llenó de temor. El misterioso desconocido miró a Noah con un odio palpable, y antes de marcharse, me dirigió una última mirada intensa. Después de cinco años, me había reencontrado con el hombre que me había atormentado durante un tiempo.
A pesar de lo que había ocurrido, la cena con Noah resultó ser muy amena y agradable. Me compartió cómo fueron sus inicios en la arquitectura, y la noche se deslizó rápidamente. Al mirar el reloj, me di cuenta de que ya era tarde y que tenía clases al día siguiente. Al llegar a mi apartamento, me despedí de Noah, asegurándole que nos veríamos mañana en la cafetería.
—Pero ¿Quién es esta rebelde que entra en silencio? —susurró Bianca.
Di un pequeño salto del susto, mientras ella me observaba con una sonrisa divertida en el rostro.
Mi amiga vestía una bata de seda plateada y sostenía un vaso de agua. Eché un vistazo por la sala y suspiré aliviada al no ver a Ethan con sus preguntas irritantes.
—No hagas ruido, Bica, no quiero que tu novio acosador aparezca—murmuré.
Me acerqué a ella y le quité el vaso de agua para bebérmelo de un solo trago.
—Vi al señor hombre misterioso, Bica—le dije, bajando aún más la voz.
Ella abrió los ojos como platos, recordando aquella noche.
—No puede ser...
Asentí con la cabeza.
—Solo te diré que me desnudó con la mirada y, la verdad, está aún más atractivo que antes—suspiré al rememorarlo.
Se puso a reír a carcajadas y yo me lancé sobre ella para cubrirle la boca con mis manos.
—¡Cállate, Bica!
Ella seguía riendo sin parar, hasta que me apartó y se enjugó las lágrimas.
—Estás loca, Corqui. Ya es hora de que encuentres a alguien que satisfaga ese deseo.
—Eres tremenda, Bianca —le dije sonriendo—. Salí con Noah a comer para darte un poco de espacio, loca.
—Eres la mejor amiga —respondió devolviéndome la sonrisa—. ¿Te gusta Noah?
Negué con la cabeza.
—No, solo somos amigos. No siento eso por él.
Ella asintió, dejando claro que lo entendía completamente. Con un gesto sencillo, nos despedimos con un beso, mientras mencionaba que soñaba con unos ojos color zafiro.
Tras darme una ducha, me acosté y acabé soñando con esos ojos tan hermosos.