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El Príncipe Bastardo

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Blurb

La guerra siempre ha marcado la vida de Emma, pero de un momento a otro, el fuego de la ira toca a su puerta destruyendo todo lo que ella conoce.Sin saber exactamente qué ocurrió, Emma despierta en un hospital, con personas a su alrededor heridas y muertas, solo ahí se da cuenta que la guerra por fin la ha alcanzado. Pero su martirio apenas ha comienza. Sin idea del paradero de sus padres, emprende una búsqueda interminable, llena de penas y desdichas, sin embargo las buenas personas siempre aparecen con un por favor y gracias. Emma es ayudada por una joven de vestimentas extravagante qué la lleva a un lugar llamado "El jardín secreto" un burdel en el que cada chica es nombrada por el nombre de una flor. Ahi le darán comida, algo que vestir y un techo donde dormir, pese a su situación, Emma estara obligada a tomar un trabajo en el burdel para continuar con su búsqueda, sin embargo, la vida en el jardín secreto es dura aunque soporta los malos tratos gracias a su nueva a miga y a una visita inesperada. Un joven hombre, llamado Roy le da las palabras de aliento qué necesitaba para seguir con su búsqueda, aquel breve encuentro es suficiente para que Emma guarde en su corazón un hermoso sentimiento deseando volver a ver al joven.Aquel pequeño amor la llevara por una senda de peligros, traiciones y secretos, donde se verá envuelta en una historia de amor qué ocurrió un siglo atrás y con la cual descubrirá un secreto oscuro y una mentira de la monarquía.

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Prefacio
14 años antes Un fuerte estruendo se hizo presente en la habitación provocando qué mi cuerpo se estremeciera ante el sonido, me encogí resguardándome en la seguridad de las mantas qué me cubrían. No podía dormir, no solo por la tempestad, qué afuera azotaba los árboles contra las ventanas de la casa, sino porque había otra cosa que me aquejaba y me evitaba poder conciliar el sueño, me obligaron a irme de casa. Mis padres ya habían planeado mi vida, algo que no lograba entender, quizás por ser joven o porque no me explicaban el porqué de las cosas, sus ideales para mí me atemorizaban más que un par de truenos. Mi vida ha sido planeada desde el mismo instante en que mis ojos vieron la luz del mundo, mi existencia siempre ha estado rodeada entre los lujos y los privilegios qué una familia como la mía pueden ofrecer, pero una vida así también exige tener sacrificios. Y por ello, mi educación militar comenzará a la corta edad de doce años y estoy a tan solo un par de horas para que un auto se presente frente a las puertas de mi casa para después llevarme lejos de mi familia, iré al lugar donde los niños dejan de serlo, donde se forma el carácter y la obediencia, estaré ahí hasta convertirme en un hombre. Me reincorporé sentándome sobre la cama tallándome levemente los ojos, es imposible dormir cuando tantas cosas pasan por mi cabeza, pienso en mi madre, la mujer que me dio la vida, pero no ha estado un solo momento a mi lado, me pregunto sí en la soledad de la casa, sin mis risas y travesuras por fin hallará en su corazón el cariño materno qué siempre he deseado recibir de ella, no, creo que es tan solo un anhelo mío, conozco a la mujer fría a la que debo llamar madre, ella no sufrirá con mi partida, ella es obediente y recatada a las órdenes de mi padre y no mostrará dolor cuando yo no esté aquí. Solo pienso en la señora Martha, mi nana, ella seguro llorara y derramara lágrimas por un niño que ni siquiera es suyo, pero así es su corazón, amoroso hasta el fondo; sin embargo, yo deberé mantenerme fuerte ante sus sollozos, no quiero llorar por ella, para cuando yo marche y su corazón no entristezca por mí. La habitación se iluminó debido a un relámpago y gracias a que las cortinas estaban mal acomodadas, vi la oportunidad perfecta para escapar de la cama esperando que mis preocupaciones se desvanecieran si estiraba un poco la piernas. Mi cuerpo se estremeció cuando pies descalzos tocaron la alfombra fría al momento de levantarme, camine hacia el escritorio qué mi padre mando a colocar para hacer los deberes de mis tutorías, frente al escritorio está situada una silla de madera fina, la cual mi madre me había dicho tantas veces que no era para jugar, pero en este momento ella no estaba aquí para regañarme y la señora Martha, debía estar completamente dormida, así que no habría testigos de lo sucedido a menos que torpemente hiciera el ruido suficiente para despertar a alguna de ellas, pero con el escándalo de la tormenta seguramente nadie notaria el arrastre de esa silla sobre la alfombra. Alcé la vista para confirmar que el cortinero está muy alto para mí y por ese motivo la necesito la silla. Subí y mire instintivamente por la abertura de la cortina, atisbe a lo lejos una luz qué sé aproximaba a gran velocidad, por lo que se suponía era la vereda por la cual transitan los únicos autos qué vienen y van de la casa. La curiosidad de saber que era o quién era lo que se acercaba a la casa me mantuvo ahí, expectante, observando la extraña escena qué sé presentaba a tan altas horas de la noche. Conforme la luz se aproximó deduje qué era un auto, debía ser de mi padre, ya qué en la zona no vivían familias, pudieran costear una de esas elegantes máquinas qué te llevan de un lugar a otro en cuestión de minutos. Espere a que el chófer saliera con una sombrilla en sus manos y la abriera para evitar que mi padre se empapara, pero no sucedió. En cambio, observé una escena perturbadora qué me obligó a dar un paso atrás, un error qué me hizo caer inevitablemente hacia el suelo. Me golpeé gravemente la espalda y me quede ahí tendido tratando de soportar el dolor que la caída me ocasionó, aproveche ese instante de dolor para encontrar lógica a lo que divisé en la lluvia. Vi la silueta de un hombre, sosteniendo su costado izquierdo, se doblaba al caminar, quizás por una herida de gravedad, imagine que lo habrían golpeado intentando asaltarlo, si hubiera sido el chófer tal vez me hubiera quedado observándolo sin hacer nada, esperando a que alguien viniera en su auxilio, pero quien había salido del auto, era mi padre. Lo reconocí, no sé como, pero sabía que ese cuerpo de espalda ancha qué sé tambaleaba hacia la entrada de la casa era mi padre. Como pude me levante del suelo, tomando una bocanada de aire para llegar con suerte a la puerta. Me encaminé con torpeza y dolor hacia afuera de la habitación, el pasillo qué lleva a las escaleras es largo y oscuro, me parecio eterno el tiempo que transcurrió de mí la habitación hasta aquí, pero finalmente llegue y enseguida note que las luces del segundo piso estaban encendidas. Pensé que tal vez los empleados de la casa habían sido despertados para atender a su amo y quizás me encontraría con uno de ellos mientras al bajar las escaleras, probablemente me uno de ellos detenga mi marcha hacia abajo y me pida volver a la habitación, pero con cada peldaño qué bajo me doy cuenta de mi equivocación, no hay nadie. Continúe bajando las escaleras a la siguiente planta, donde puedo ver claramente qué la puerta principal está abierta, dejando que el viento y la lluvia entren y manche la alfombra de fango y hojas de los árboles, también observo a tres hombres en el vestíbulo, a la nueva ama de llaves y una mancha oscura a mitad de la alfombra qué parece va dejando un sendero. —Limpien el auto, que no quede ni una sola mancha—ordenó el ama de llaves alzando la voz con gran severidad. Los hombres frente a ella asintieron acomodándose las chaquetas y los sombreros antes de salir. Baje un par de peldaños temeroso de recibir un regaño, pero mi curiosidad es más grande y me obliga a continuar hasta que el ama de llaves nota mi presencia. Suavizo su expresión severa y se aproximó a la escalera. —Joven Dashwood—me dijo mostrándose comprensiva— ¿La tormenta lo despertó? —¿Mi padre llego? —cuestione evitando responder a su pregunta, seguro ya sabía la respuesta y también sabia que me traía hasta aquí. —No—mintió, pero en realidad no me importo si lo hacía o no, yo sabía que él estaba aquí y bajaría a buscarlo— por favor, regrese a la cama. Pero yo no tenía por qué obedecerle, era una simple empleada de la casa, generalmente me portaba respetuoso ante cualquier persona y evitaba tratar así a la servidumbre porque mi padre así me lo ordenó, pero lo que no soportaba eran las mentiras y ella descaradamente lo hacía mostrándome una sonrisa. —¿Dónde está mi padre?— mi voz sonó dura, quería respuestas, aunque sabía muy bien qué la mujer frente a mí no me las daría, sin embargo, no dejaba de pensar en la mancha sobre la alfombra, su color era parecido a la sangre. —Él está con su madre ahora—respondió agachando la mirada, supuse que sería toda la información que me brindaría, pero no conforme con ello, continúe bajando hasta encontrarme con ella en el último escalón.— discúlpeme joven Dashwood, pero no puedo permitirle qué deambule por aquí a estas horas. —Déjalo pasar—pronunció la voz femenina y agraciada de mi madre. Al buscar de donde provenía su voz, la halle justo a mitad del pasillo lateral izquierdo, vestía su camisón blanco habitual para dormir qué caía hasta llegar al suelo, ocultando la piel incluso de sus pies, aunque lo que vi sobre la orilla me dejo sin habla, sangre. —Tu padre te llama—me dijo extendiendo su mano hacia mí, sonrió, gesto qué me tranquilizó, tal vez estaba preocupándome demasiado y mi padre estaba bien. Esquive al ama de llaves y camine en la dirección en la que mi madre aguarda por mí, aunque era inevitable volver a mirar aquella mancha cuando pase cerca de ella. Al tomar su mano me di cuenta del temblor qué acecha su cuerpo, la angustia volvió a apoderarse de mi debido a su extraña actitud, pero la sostuve con fuerza para que sus temblores se detuvieran, ya no sabía qué pensar al respecto. Caminamos, pero nos dirigimos al pasillo prohibido por el que no puedo deambular, no conozco esta parte de la casa, ni las habitaciones a mi alrededor qué, supongo, están cerradas. Mire a mi alrededor, aunque era imposible distinguir algo en esta oscuridad. Continuamos hasta llegar a lo que parecía una sala redonda, no había nada, ni una mesa o una ventana sobre los muros, solo se encontraban un par de puertas que supuse debían llevar al despacho de mi padre, es lo único que había en este lado de la casa. El rastro de sangre en el suelo llegaba a este lugar y mi madre, continúo hasta abrir las puertas. La emoción me invadió, no podía creer que finalmente lograría ver lo que mi padre guarda en este lugar. Y cuando finalmente se abrieron las puertas, divise algo que me desconcertó, no era lo que esperaba, un despacho común con libros, sofás, cuadros y artículos decorativos. Nada qué no haya visto antes en otra habitación, había una chimenea, estaba encendida y mi padre estaba frente a ella sentado sobre un sofá sosteniendo una copa en su mano. —Los mataron a todos Lewis—declaró mi padre al hombre que estaba agachado frente a un lado suyo. Él era su mano derecha, su amigo, trabajaba para nosotros y él miraba a mi padre apesadumbrado casi arrepentido pero yo no sabia por que motivo—has los arreglos necesarios para que no vinculen a mi familia con lo que paso y elimina a cualquier testigo qué quede con vida. —¿Qué debo hacer respecto a la familia de su hermano?—cuestionó agachando la mirada—¿Debo hacer los arreglos funerarios? —No—dijo mi padre— No deben relacionar a la familia Wellington con nosotros, por protección. Mi hijo será el último descendiente qué quede con vida así que no hagas nada, mi hermano, su esposa y sus hijas entenderán en donde sea que se encuentren sus almas. Sus muertes no serán en vano. Algo en mi pecho se sintió extraño, como si lo estrujaran y apretaran hasta dejarme sin aliento. El tío Markus estaba muerto, junto con su esposa Anne y mis primas Charlotte y Camila. ¿Cómo era eso posible? ¿Qué había sucedido? —De acuerdo—respondió Lewis, él alzó la mirada y me vio—su hijo esta aquí. Se levantó y extrañamente hizo una reverencia ante mi padre, como las que se realizan en presencia de un rey, poco después camino hasta nosotros y salió de la habitación sin decir nada. —Acércate—sugirió mi madre soltando mi mano y guiandome a avanzar sin vergüenza ante la presencia de mi padre. Camine lento no por vergüenza si no por miedo, al estar frente a mi padre confirme que había sido él quien había llegado a la casa de una forma abrupta y escandalosa, pero a simple vista no logre distinguir lo que había visto en el vestíbulo o en el camisón de mi madre. —Padre—pronuncie para llamar su atención pues tenia los ojos cerrados. —Roy—musito casi en un susurro dirigiendome la mirada, sus ojos siempre me habían causado temor pero hoy no parecían tener el mismo poder en mi cuerpo, su apariencia era desoladora, se le notaba pálido y cansado— debo decirte algo importante, hijo. Extendió su mano y con sus dedos hizo un ademán para que me aproximara. Dude, por lo extraño de la situación, pero enseguida esa duda se disipó, porque mi padre solía ser afectuoso al no vernos durante un largo tiempo y precisamente sospeche qué en esta ocasión era algo similar. —Hijo mío, este secreto qué hoy compartiré contigo ha pasado de generación en generación— una leve tos le interrumpió pero enseguida aclaro su garganta su continuó—hubo una vez un reino y la familia que lo gobernó era justa y piadosa, pero un día esa familia declinó su derecho sobre el trono y desapareció. Cuando eso sucedió los males azotaron a ese reino, sin embargo aquella familia justa qué tenia el derecho de volver y reclamar el trono no lo hizo por temor a el monarca qué sé erigio después. Ese rey, temió qué su poder sobre las tierra de su reino se le fueran arrebatadas si algún miembro de esa familia se levantaba en su contra y sabiendo que ellos tenían el derecho, decidió asesinarlos en secreto para protegerse a si mismo. La familia real de escondió y ese rey jamás los encontró pero advirtió a su hijo sobre su existencia y que debía tomar las medidas necesarias para proteger lo que ahora era suyo. La historia de mi padre concluyó sin un final y entonces se levantó con mucho esfuerzo, me atemorizo al percatarme de la sangre qué tenia a un costado de su camisa. —Padre—pronuncie angustiado—por favor no te levantes. Busque desesperado la figura de mi madre esperando apoyara mis palabras y le ordenara a mi padre permanecer sentado. —Madre—dije suplicante— por favor dile que se detenga. —Marianne—mi padre alzó la voz como si le ordenará qué hiciera caso omiso a mi petición —ya sabes lo que debes hacer de ahora en adelante, dejame darle mis instrucciones a mi hijo. Sus ojos cristalinos solo eran prueba del dolor qué le causó su orden, pero sabia que ella no se negaría a nada de lo que mi padre exigiera. Asintió pero dejo escapar un sollozo ocultando su rostro entre las palmas de su manos. —Sígueme, hijo. Dio un paso y al parecer el esfuerzo le ocasionó dolor así que me coloque a su lado para que me usará como apoyo. —Padre—vuelvo a insistir—por favor quedate quieto o te harás más daño, espera a que un médico venga a sanar tu herida. —Ya no me queda mucho tiempo hijo, esto es importante—aludio en tono grave— estoy utilizando mis últimas fuerzas para contarte algo que te incumbe así que escuchame con atención. Volvió a toser pero en esta ocasión dejo escapar sangre por la boca, mancho todo alrededor pero no desistió y continuo guiandome hasta un cuadro detrás de su escritorio, era una puerta. Cuando deslizó el cuadro contemple unas escaleras oscuras qué no parecían tener fin. Baje al paso de mi padre, peldaño por peldaño y cada paso sentí que su fuerza se apagaba. No supe en que momento las lágrimas se deslizaron por mis mejillas, estaba asustado y muy confundido, no sabía que hacer y tampoco a donde nos dirigimos. Llegamos al final de esas escaleras pero no pude ver con claridad ,sin embargo, en cuestión de segundos mi padre sucumbio dejándose caer sobre el suelo. —¡Papá! —grite asustado, quizás era la primera vez que me dirigía hacia él de tal forma—por favor levántate. En esos segundos de desesperación logre jalar su cuerpo para enderezarlo. —¡Necesito ayuda por favor! —grite lo más fuerte que pude, en esa oscuridad sentí que el más puro de los temores adentrandose en mi cuerpo apuñalado mi corazón, mi papá estaba muriendo y yo no podía hacer nada por él. Jamás en mi vida sentí tanta impotencia como en este momento. —Roy, hijo— Su voz volvió a escucharse— hay una lámpara sobre una mesa, es de aceite, enciendela. —Si papá—me atreví a pronunciar, haciendo exactamente lo que había dicho. Busque la mesa y choque con ella, con las manos tente lo que había sobre ella y encontre fósforos y a un lado la lámpara qué mi padre necesitaba. Trate de encender uno, pero mis manos temblaron demasiado, se me resbaló y cayo al piso, nada tenia sentido en este momento ni siquiera pude encender uno de forma correcta y cuando lo hice me queme el dedo, ardió, pero mi dolor físico dolía menos a comparación del tremendo nudo qué tenia atorado en mi garganta y amenazaba con salir en cualquier momento. Cuando la llama se avivó descubrí qué la habitación en la que nos encontrábamos era mucho más grande de lo que pensé pero estaba llenas de cajas, libros, hojas y mapas. Todo estaba polvoso y había un olor a humedad qué aturdia mis sentidos. —Lo que ves ahi— tosio quizás volviendo a expulsar sangre por la boca— es el legado de mi familia y ahora será tuyo. Me acerque y deje la lámpara a un lado, sosteniendo su cabeza. —Padre, debo llamar a alguien y que te saquen de este lugar, estás muy mal herido para que te atiendan, por favor. —No—ladeo la cabeza negando se nuevamente a mi suplica—escuchame bien hijo mío, lo que hay en esta habitación sera la causa de la guerra qué esta por venir, ha sido la causa de la muerte de mis padres, será la razón por la cual moriré yo y probablemente sea la tuya si no terminas con esta masacre. Tomo mi rostro entre sus manos, pude sentir como su sangre me menchaba el rostro pero al verlo, al ver su seriedad y como segundo a segundo su vitalidad y el brillo de sus ojos desaparecía, me atreví a preguntar: —¿Porqué? —Porque eres un príncipe, hijo mío, eres el legítimo heredero de estas tierras— creí que lo que me decía eran alucinaciones debido a la pérdida de su sangre pero fueran ciertas o no debía escucharlo— nuestra sangre ha sido derramada generación tras generación y ahora tú seras el último hijo de la familia real Volkov. Guarda bien este secreto hijo mío, mantenlo guardado como el más grande tesoro, debes vengar a tu familia y buscar la paz qué el reino necesita pero sobretodo no olvides que te amo mi querido hijo. Su voz se apago y sus ojos azules se quedaron inmóviles mirándome fijamente. —¿Padre? — moví su cuerpo esperando una señal de su parte—¡Papá! Sacudi su cuerpo varias veces en el suelo, una y otra vez pero no respondió. ¡Esto no estaba pasando! ¡Era una pesadilla, si, eso debía ser! Me derrumbe en su pecho abrazandolo con todas mi fuerzas, llorando y gritando, esperando ayuda, alguien que me dijera que estaba dormido, que me consolara y me dijera que todo estaba bien, pero nadie vino. Ninguna persona respondió a mi llamado aunque continúe gritando hasta que sentí que me quede sin voz y entonces me di cuenta que no estaba soñando y que mi peor pesadilla era la realidad. Me levante del cuerpo de mi padre y regrese a la oficina donde vi la figura de mi madre aguardando aun con las manos cubiertas ocultando sus lágrimas. Me aproxime a ella y la abrace aferrándome a su cuerpo, estruja do la tela de su camisón entre mis dedos, dejando escapar todo el dolor y la frustración qué mi corazón sentía. —Mi padre...él ya no despertó —anuncie entre sollozos—intente despertarlo. —Él esta bien—mintio pero agradecí lo hiciera porque intento consolarme y era el primer gesto amoroso qué me demostró— ven te llevare de nuevo a la cama. Me tomo de la mano y me llevo fuera de aquel lugar como si nada hubiera pasado, pero seguía llorando y cada lagrima qué derramaba me partía el corazón. Me llevo de vuelta a mi habitación y me arropo, me acaricio el cabello un par de segundos y luego me dio un beso. —Lo que te dijo tu padre— dijo intentando aparentar ser fuerte— no debes mencionarselo a nadie y su muerte, bueno...lo guardaremos en secreto. Asentí, asustado no dejaba de temblar pero me sentía muy cansado. Creí que el sueño vendria solo y me quedaría dormido en cualquier segundo pero eso no paso, cuando mi madre se fue me quede despierto recordando lo que había sucedido, llore pensando en que ya no lo vería jamás y ya no volvería a escucharia su voz nunca en mi vida. Me cuestione mi suerte y porque ese secreto qué mi padre protegio hasta el final de su vida de verdad era tan importante para sacrificarlo todo. Cuando el sol salio, la señora Martha se horrorizo al ver sangre en mi ropa de dormir. No dije nada al respecto cuando me pregunto por ello, me sentía perdido atrapado en mis pensamientos, un extraño mundo del qué no podria salir nunca en mi vida. —No haga preguntas— alegó mi madre al entrar por la puerta, seguro que había escuchado sus exigencias. Desee poder expresarle a mi muy amada nana todo lo que había pasado, decirle cuanto me dolía y seguía doliendo, me ahogaba no hablar con nadie sobre lo que había pasado pero creo que tampoco era capaz de hacerlo. No tenia la fuerza suficiente para decirle a alguien que mi padre estaba muerto y quizás mi madre trataría de ocultarlo. —Vamos Roy—extendió su mano hacia mi y tomo la maleta qué a guardaba cerca de la puerta de mi habitación— el teniente ha venido por ti. La mire y note que ella también había estado llorando, algo nos unía y era algo que no podíamos hablar y consolarnos. Me llevo hasta el vestíbulo donde ya no había ningún rastro de lo que había pasado horas atrás. Me llevo hacia donde el hombre vestido de uniforme a guardaba por mi. Mi madre se disculpo por la ausencia de mi padre y le reitero su agradecimiento por ayudarme a ingresar a tan corta edad en la academia militar, le aseguro que no lo decepcionaria y yo solo la mire pensando que quizás tenia razón. No lo decepcionaria y tampoco le daría una razón a mi padre para lamentarse en el lugar en donde ahora se encontraba. —¿Cómo te llamas? —cuestionó el hombre probando quizás mi valor al contestarle. —Mi nombres es Roy Fiztgerald Dashwood , señor. —Muy bien, Roy ¿Te gustaría decirle algo a tu madre antes de partir? Me gire hacia ella, la misma figura femenina qué lloraba por mi padre sin poder hacer algo por él, seguramente había sentido lo mismo que yo al no poder salvarlo de ese horrible destino. Pero ante esa mirada cristalina me jure a mi mismo terminar con la muerte de la familia Dashwood o más bien de la familia Volkov y encontrar a los que había dado muerte a mi padre. —No te preocupes por mi, estaré bien. Cuando regrese terminaré lo que mi padre me encomendó. Y ella solo sonrió ante mis palabras, qué más que palabras eran una promesa de que vengaria la muerte de mi padre y daría fin al infierno al qué habían sometido a mi familia.

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