Capítulo 2/¿Festejar y despejar?

1658 Words
Bett firmó todos los espacios en aquel contrato y estampó la carpeta contra mi pecho. — Aquí tienes, Giordano. — me miró fijo, cuando Bett usaba mi apellido era porque estaba o molesta conmigo o porque lo que diría era realmente serio. — más te vale no meterme en problemas porque sabes que te haré pagar. — asentí levemente con la cabeza. — Entonces, ¿Cuándo empezamos? — carraspee la garganta, saque nuevamente el dichoso anillo de compromiso. — Ahora. — dije tratando de de parecer lo más serio posible, estaba muy feliz de que Bett quisiera ayudarme. Intenté tomar su mano para ponerle el anillo, pero ella negó con la cabeza y retiro su mano de la mía, la miré estupefacto. — Pero, acabas de firmar... — Así es, Giordano. Pero que haya firmado esos documentos. — señaló los documentos que yo había dejado sobre la gran mesa de conferencias. — no quiere decir que no merezca una petición como cualquier otra chica, después de todo, sería la primera vez que me caso... — ¿En serio, Bett? — suspiré molesto. Ella se cruzó de brazos. — ¿Harás que me arrodille. — ella me miró y asintió divertida. — Es lo mínimo que puedes hacer, después de que me robaras mi primer beso. — suspiré y asentí en respuesta, tenía razón, era lo mínimo. Me dispuse a incarme. — Bien, aquí me tienes, Bett. Yo: Franco Giordano, tu mejor amigo. Me inclino ante ti, para pedir tu mano en matrimonio. Espero aceptes a este pobre imbécil por esposo. — las palabras salieron de mi boca de manera espontánea. Le sonreí a mi mejor amiga, quien extendió su mano en mi dirección para que pudiera colocarle el anillo. — Date prisa, antes de que me arrepienta. — sonrió en mi dirección. Le puse el anillo en el dedo y me levanté. — debo decir Fran, que verte de rodillas ante mí sienta bien. — dijo divertida. — Te estoy odiando en este momento, Bett. — despeine su cabello un poco. — Ay, Fran. ¿Cómo puedes hacerle esto a tu prometida? — señaló su pelo alborotado. — tómalo como una pequeña venganza por hacerme inclinar para pedirte matrimonio. — ella sonrió y arreglo su cabello. La abrace antes de que pudiera alejarse. — Gracias Bett, te prometo que no te torturare demasiado siendo tu esposo, esto es por darle a mi padre lo que quiere, para mantenerme como CEO, pero tan pronto mis abogados encuentren la forma de que yo pueda dirigir está compañía sin necesidad de casarme, estarás libre de mí. — Bett asintió en acuerdo. — Está bien, nos vemos. Llámame para terminar este famoso plan macabro tuyo. — me dio un rápido beso en la mejilla. — adiós, tengo cita con mi madre y ya voy retrasada. Bett salio por la puerta despidiéndose con la mano, de manera apresurada. — ¡Si! ¡Lo hice! — sonreí victorioso. — Franco Giordano no es un idiota, papá. Ya vas a ver cómo te dejare con la boca abierta cuando veas quién será mi esposa. — me acerque al teléfono y llamé a mi secretaria. Al instante contestó y le pedí que cancelara todas mis citas de la tarde, tenía que festejar y sabía exactamente con quién, mi amigo de la universidad, solíamos ser imparables juntos. — ¿Estas bromeando? — pregunto carcajeandose. — ¿Te vas a casar con la gorda? — dijo burlándose de mi. — Te he dicho un millón de veces que no le digas gorda, se llama Bett. Y ha tenido ese problema desde que era niña... — Bastian se rió nuevamente y me dio dos fuertes palmadas en la espalda. — Bueno, Bett. Entonces, ¿Por qué ella? — lo miré para luego desviar la vista a un punto impreciso. — Mis padres adoran a Bett, mi madre solía decirme que Bett era perfecta para mí. La conocen desde que era niña, y sus padres se llevan muy bien con mi padre y con mi madre era igual, además era un sueño para todos ellos que Bett y yo estemos juntos... — Hay algo más que no me estás diciendo. — dijo Bastian con sospecha. Lo miré y asentí en su dirección. — Si, mi padre me puso un ultimátum. — me bebí mi copa de un trago y le hice señas al camarero para que nos trajera una ronda más. — quiere que me casé, para mi padre es primordial casarse y tener una familia... Él quiere que me casé, que tenga hijos y herede nuestra compañía como lo está haciendo él, pero ya sabes cómo soy, las mujeres que se me acercan solo tienen un fin... — Tu dinero... — terminó la frase él. Asentí. Me tomé una copa más. Esta vez Bastian fue quien le hizo señas al mesero. — trae la botella, amigo. — el mesero asintió y al momento volvió con la botella. Mi amigo lleno las copas y brindamos. — entonces, supongo que Bett la gordita... — le di una mirada de advertencia. Bastian río y levantó las manos en señal de paz. — bueno, Bett, es perfecta porque la conoces de toda la vida... Pero, ¿Qué harás cuando te divorcies y tengas que dividir los bienes con ella? — levanté una ceja ofendido. — No seas idiota, Bastian. Sabes que si soy CEO de una compañía no es por estúpido ni mucho menos porque lleve la sangre de los Giordano, si fuese un incompetente no sería el CEO. — Bastian se rió de mi comentario y asintió confirmando lo que dije. — obviamente hice un contrato, en realidad varios, para proteger sus intereses y los míos. — Bastian asintió nuevamente y se terminó su copa para luego servirse otra. — ¿Qué harás si se enamora de ti? — lo miré serio. Él se dispuso a llenar mi copa nuevamente. — Bett es la mujer más feroz para los negocios, ha llevado su compañía hacía arriba en el tiempo que ha estado al frente de ella, sus hermanos decidieron que ella se encargará de la sede principal, ellos manejan las de otros países pero ella es tan inteligente y feroz que es quien da las órdenes. — Bastian sonrió y se quedó mirándome fijamente. — lo que quiero decir con esto es que Bett no es tonta, me conoce de toda la vida, sabe de todos mis amoríos, sabe que no soy un hombre de una sola mujer, ella misma me lo dijo también, no es mi tipo. — Tienes razón, pero no sabes cuanto puedan durar las investigaciones de tus abogados, tu papá también es un as para los negocios, no creo que te la haya puesto fácil. Te conoce muy bien cómo para saber que podrías arreglar un matrimonio por contrato. — en ese momento Bastian me había puesto los pies sobre la tierra. — Tienes razón, mi padre tiene toda la experiencia en este negocio, no lo puedo subestimar. Pero hay algo que él no se puede esperar, él nunca esperaría que Bett participará en algo como esto, así que le creerá más a ella que a mí, no tengo de que preocuparme si Bett es mi prometida. — vacíe una copa más. Un rato más tarde ya me sentía lo bastante ebrio posible como para que mi personalidad de CEO cambiará a la de un joven libertino. Cada uno estaba en compañía de una bella mujer, como a mí me gustaba, bello rostro, con un cuerpo de diosa. — ¿Cómo me dijiste que te llamas, preciosa? — le pregunté a la exuberante mujer que tenía a mi lado. — Bethany. — dijo ella en tono coqueto soltando una risita chillona. — ¿Y a qué se dedica la hermosa Bethany? — ella me sonrió y posó sus manos en mi pecho, abriendo un poco mi camisa, luego me dio un beso para distraerme de mi pregunta. — Está noche; a complacerte. — dijo cuando se apartó un poco, pero nuevamente junto sus labios con los míos y sus manos empezaron a palpar en lugares en los cuales no podría describir. Frene su mano y la aleje un poco. — vámonos a un lugar más privado. — le propuse. Ella asintió. — Un momento señor Giordano, le avisaré a mi amiga. — asentí. Sabía que no le había mencionado mi nombre a esta mujer, y sabía que era lo que ella quería. Por eso, todas esas mujeres no valían la pena, solo querían su rato con Franco Giordano, quizá su momento de fama o mostrárselo a sus amigas... Una que otra vez llegaba alguna de esas mujeres diciéndome que esperaba un hijo mío, pero si algo aprendí era a ser precavido, me cuidaba siempre, y de alguna forma yo siempre les hacía tomar la píldora al día siguiente, si no querían buscaba la forma... Jamás alguien podía tomar como tonto a Franco Giordano. La señorita, como se llame informo a su amiga y nos marchamos juntos a un hotel. Pasamos el rato juntos, la había hecho mía, y había logrado que se tomará la píldora unas cuatro horas después, aunque hubiera usado preservativo, su insistencia porque no lo usará no había logrado convencerme, no sería la primera vez que lo intentarán y seguramente tampoco la última. — Adiós, señorita como te llames... — le dije a la chica que aún dormía en la cama del hotel. — seguramente pasarás la noche aquí, así que me marcho, por la cuenta no debes preocuparte, dejé todo p**o y ordene que te trajeran el desayuno temprano, también pague un poco más por si se te ocurre pedir algo en medio de la noche. — me reí de mí mismo. — ¿Crees que hablas con ella, Franco? Esta dormida... Termine de vestirme y salí de la habitación de hotel, directo a mi piso de lujo, donde la soledad siempre era latente...
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