Capítulo Cuatro

1410 Words
Ginebra —Sueltame maldita sea. –exijo pero él ni siquiera se detiene. Seguimos caminando hasta la habitación en la que me encontraba encerrada pero no entramos a esa, caminamos escaleras arriba y entramos a una con puertas considerablemente más grandes. Al entrar puedo notar su aroma por todos lados, lo que me hace pensar que es su habitación. Me arroja hasta la cama y se acerca a la mesa de noche, Roma el teléfono y da una orden clara y corta. —Ven a mi habitación y sube el botiquín para suturas. Cuelga el teléfono y me mira fijamente, camina hasta lo que parece ser el armario y yo me apresuro a correr hasta la puerta pero no consigo mas que darme contra ella. Está cerrada. Trato en vano de abrirla jalandola o empujándola pero nada funciona. Siento que soy tomada por la cintura y grito por qué está era la única oportunidad que tenía. Soy devuelta a la cama y veo la mirada furiosa de Adán. Su camisa blanca está llena de sangre muy seguramente por mi herida con el cuchillo. Debió doler mucho ya que no tenía punta y al atravesar todo fue más doloroso. —Sabes perfectamente lo que hiciste, ¿No? Sabes que esto me dolió como la mierda y eso te hace sonreír. ¿Que clase de mujer eres, hermana Marie? —¿Por qué me jodiste la vida? ¿Por qué a mí? —Por que tú...–él se detiene y me sonríe–, ya sabrás cuando sea el momento. Ahora vístete por qué aunque me gusta que debajo de esa bata de baño estas desnuda, no estaremos solos y no necesito gente mirando a mi mujer. —¡No soy tu mujer! –grito y me toma por los hombros y me presiona contra la cama. —Eres mía, –hace énfasis en la palabra–, y te guste o no tienes que aceptarlo. Pongo mi mano alrededor del cuchillo y lo muevo más, solo así se aleja de mi con un quejido de dolor. Se sujeta el brazo y yo corro hasta el baño y me encierro en el. Las lágrimas de nuevo salen pero ahora con más rabia que antes. Si este idiota me alejó de dios para jugar conmigo de esa manera prefiero morir. Muy a mi pesar me pongo la ropa que el me entrega pero solo lo hago por qué de otro modo estaré desnuda. Una vez que terminé de vestirme me siento en la banca de mármol junto a la tina, abrazo mis piernas y lloro en silencio, no le voy a dar la satisfacción de oírme débil. Escucho gente hablar en la habitación y yo me levanto. Busco con cuidado en los cajones a ver si algo me sirve pero no hay nada, nada aquí me sirve, no hay una ventana o lugar por donde yo me pueda escapar, estoy perdida. Si me trajo hasta esta habitación es por qué es la más segura y es obvio, es suya y no debe haber lugar mejor cuidado que este. La puerta se abre y Adán entra con el hombro vendado y sin camisa. Según yo cerré la maldita puerta. —Sí, la cerraste pero tengo llave, no soy idiota Gin, ahora sal, y antes de que comiences a joderme, es una orden. –señala con la pistola en las manos. Quiero partirle la cara, se eso no hay duda. Pero debo ser precavida hasta que descubra como salir de aquí aunque pensándolo bien, el que me mate no suena a mala idea. —¿Vas a matarme si no obedezco? –señalo acercándome a él–, por qué morir antes de tiempo no suena mala idea. —¿Realmente crees que voy a matarte? No cariño, quiero follarte pero no está noche, pero que eso no te haga confiarte, por qué puedo meterte una bala aquí, –señala mi hombro–, o aquí, sin ningún problema. –toca mi pierna–, no me importaría tener que subir solo una de tus piernas a mi hombro. Ahora camina Ginebra. Avanzo hasta la habitación sin más remedio , dios, si aún me escuchas, liberame de este hombre, llévame contigo y déjame rendir mis cuentas a tus pies. Adán me sujeta las manos y me ata. Yo forcejeo con él pero si maldito peso y altura me lo impide. Otras manos me sientan en una silla y ambos proceden a atarme con tanta fuerza a la silla que soy incapaz de mover un solo músculo. Ni siquiera puedo girar mi cabeza sin sentir que algo se va a romper. —Es un mecanismo muy bueno, mi amigo Gabriel los vende, tiene una tienda erótica y este arnés te permite inmovilizar a tu víctima...o compañera de se.xo pero está noche no es el caso. –me explica sentándose frente a mí. —¿Qué ganas con esto? Me lastima y si pretendes que no escape esto no es la mejor opción, siempre puedes... —¿Crees que lo hago para que no escapes? –interrumpe mis palabras y me hace sentir estúpida por qué yo creí que sí–, no Gin, estás ahí atada por qué voy a darte un regalito por haber sido mala aunque en tu posición dudo mucho que lo veas cómo un regalo, enr todo caso será una castigo. —¿Volverás a golpearme? —No preciosa, no voy a volver a golpearte por qué no soy así y una mujer como tú no merece eso, sé que haya algo más que te causa, ¿Repudio? Podría decirlo así, algo tan delicioso y placentero como es el sexo. –termina por decir antes de que el otro tipo salga de la habitación y una mujer entre por la puerta. Cierra la puerta y apenas lo hace se deshace de su abrigo que revela su cuerpo desnudo. Quiero girar mi cabeza a otro lado pero es imposible. Ella se pasea por enfrente de él mientras su mirada sigue puesta en mi. Ella se sienta en sus piernas mirando hacia mi, Adán toma ambas piernas y las abre, desvío la mirada de la escena, pero no puedo hacer nada para dejar de escuchar sus gemidos. La tentación acaricia mis tobillos, siento escalofríos recorrer mi cuerpo y no puedo evitarlo, mis ojos van hacia ellos, encontrándome con los dedos de Adán entrando y saliendo de su intimidad. Ella se retuerse bajo su toque y yo trago saliva con dificultad. Mis dedos comienzan a picar, mi frente a sudar, presiono mis piernas de manera involuntaria cuando sus dedos salen por completo de ella. Se levanta de sus piernas y él de la silla, ella se acomoda en el pequeño sofá y veo a Adán quitarse la ropa, desvío la mirada pero puedo verlo se reojo aunque no quiera, el punto de mi visión está justo donde ellos quieren que este. Lo veo deshacerse de su ropa interior y cierro los ojos, no quiero verlo, no quiero caer en la tentación de... Siento sus dedos debajo de mi barbilla y abro los ojos por la repentina aparición cometiendo un enorme error. Su cuerpo desnudo se erige frente a mí, presiona mis mejillas y deja un beso sobre mis labios. —Mis labios siempre serán para ti, para nadie más. –asegura antes de caminar lejos de mi. Soy consciente de que mis ojos ven su cuerpo, su erección y todo lo glorioso que un hombre podría considerarse según la hermana Ingrid. No soy tonta, crecí en las calles prácticamente y conocí hombres que me enseñaron muchas cosas, sé cómo es un hombre desnudo, sé lo que es tener sexo y no por qué yo ya lo haya hecho, sino por qué lo ví en aquel lugar donde trabajaba, día tras día, todas esas mujeres se entregaban a los hombres y yo los veía a veces y no por gusto, algunas de ellas me enseñaban cosas y ellos también, así que no soy estúpida en el tema del sexo, solo decidí entregarme a dios antes de que los placeres carnales fueran más fuertes que yo. Algo dentro de mi se mueve, es el pecado, casi puedo apostarlo y dios va a castigarme por qué juro por él que aunque no quiero esto, tampoco estoy dispuesta a mirar hacia otro lado. Primer mandamiento de la ley de Dios; no usarás el nombre de dios en vano.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD