Su casa

1191 Words
Cuando el coche se detuvo, me atrapó un miedo horrible frente a su casa, me quité el cinturón, sabía que sus ojos estaban sobre mí y eso me traía nerviosa, yo no servía para esto, no se si podría entrar a la casa de un desconocido, arriesgarme. Ya estaba en modo cobarde, mi verdadera naturaleza. —Oye, no estás obligada a entrar a la casa de un hombre al que acabas de conocer y para ser honesto, yo si fuera tú no lo haría, es un riesgo, puedo ser un loco muy peligroso, aunque un loco sexi debo de admitir.—respiré profundo y levanté la vista, mirando los ojos de Ari, eran tan negros como la noche, sus expresiones eran un poco fuertes, tenía el ceño fruncido pero aún así sonreía, le divertía mi cara, eso era seguro. ¿Me veía como una conejilla asustada? Esta no era una situación que pasara mucho en mi vida, de hecho mi vida era un tanto aburrida, lo más divertido y loco que hice fue perder la virginidad.—¿Quieres que te lleve a tu casa o algún otro lugar? Quizás donde un familiar cercano, un lugar donde puedas quedarte hasta que te pienses mejor las cosas. ¿Necesitas un móvil para realizar alguna llamada? Trix, tienes cara de que te acabas de escapar de casa, no pareces el tipo de chica que haga estas cosas, ¿tienes la mayoría de edad? —Tengo veintidós años y no tengo a donde ir, pagué por mi alojamiento, ahora tienes que cumplir, no quieras convencerme de que quiera irme, no puedes devolverme el beso que pagué por mi alojamiento. Es lógico que esté nerviosa, ¿no lo crees? —Supongo que sí, pero dime ¿escapaste de casa? —¡Lo hice! ¡¿Y?! Cualquier persona puede hacerlo, seguro miles de personas lo hacen cada día, cada hora. No puede ser tan raro. Él comenzó a reír de mi valiosa hazaña que yo había realizado. —¿Segura que eres mayor de edad?—preguntó, tenía dudas y yo no tenía ningún tipo de identificación. —¡Que si!—insistí, porque no estaba mintiendo. —No quiero verme en las noticias por un secuestro a una menor. Vamos dentro, te voy a creer lo de la edad. —¿Cuantos años tienes tu?—quise saber, al menos eso de él, no se veía tan mayor y sus expresiones eran muy juguetonas. —Veintisiete.—respondió. Podía jurar que parecía de menos, pero yo no era buena con eso de las edades o las apariencias. —Vaya, así se ve un hombre de veintisiete años.—el se quedó mirándome sin entender y entonces yo comprendí que aquello no solo lo pensé, también lo dije en voz alta.—Lo siento. ¿Vives solo? —Pero nunca estoy solo.—dijo sonriente, por lo visto era de sonreír mucho y no el hombre malhumorado que me persiguió en medio de un centro comercial. —¿Qué significa eso? —Ya lo verás, suelo tener buena compañía.—sonrió, de manera como si estuviera pensando en algún recuerdo bueno.—¿Entramos? Al menos tenía una bonita sonrisa y era probable que él lo supiera, porque la usaba mucho. —Si.—bajamos del coche y yo iba detrás de él. —Te muestro la casa, aunque solo pagaste por dos días, que te quede claro. —¿Qué hay del otro beso? ¿Cuándo piensas pedirlo? Puede que tenga fecha de caducidad. No pienso hacer que sea una deuda eterna. —No lo creo, te dije que lo pediría cuando yo quisiera, por lo que no puede tener fecha de caducidad, no sería muy justo de tu parte. Tenía un lindo recibidor, la casa desde ya se veía muy iluminada, era obvio que Ari era un hombre rico. Me mostró el salón con unos hermosos muebles, suaves sofás, me fui a sentar en ellos y eran tan cómodos como se veían, en el centro del salón habían unas hermosas escaleras, cubiertas de una alfombra color vino en todo el centro dando al segundo nivel, no subimos, me mostró la cocina, muy actual, moderna y con cada aparato que te pudieras imaginar, había que adivinar donde se encendía el fuego, porque yo no veía ningún botón por ningún lado, me mostró el baño que quedaba abajo y después nos fuimos a una pequeña sala de estar y al final al comedor. Tenía una larga y amplia mesa comedor, de al menos unas doce sillas, muy espaciadas, por lo que se le podían poner mas perfectamente. La casa era una maravilla, era muy grande, casi gigante y solo habíamos visto la parte baja. —Subamos. Me daba pena pisar la hermosa alfombra mientras subíamos las escaleras. Había una lámpara hermosa de cristales muy brillantes colgando del techo, estaba apagada. Una vez que subimos, podíamos ir en dos direcciones, derecha o izquierda, él fue por la derecha y yo lo seguí, me mostró un enorme salón de juegos y allí entramos, tenía unos sillones muy cómodos y graciosos, varias consolas. Me di la vuelta por la habitación y lo seguí fuera de esta. —Es enorme. ¿Seguro que vives solo? —Solía vivir aquí con mis padres y un montón de sirvientes. Mi hermano está en el extranjero y mis padres murieron. Los sirvientes no siempre están aquí y de cualquier modo yo prefiero estar fuera que dentro, te será un poco aburrido en estos dos días de tu estancia. Esta es mi habitación, la tuya estará hacia aquel lado, vamos. —nos fuimos en dirección contraria y me indicó la primera puerta que encontramos.—Aquí, todas las de aquel lado están ocupadas. Espero no te moleste estar tan lejos de la mía. —Para nada, me sentiré cómoda de ese modo. —Bien. Hay alguien mas que se queda aquí con mucha frecuencia, aunque eso no tiene mucha importancia. Seguro que ni se llegan a encontrar en estos dos días, su nombre es Eleonor, es una amiga. Su habitación está justo al lado de la tuya, por lo que si en la noche escuchas algo, puede que sea ella al llegar. —Está bien. No soy tan asustadiza. —Te dejo que te pongas cómoda. Estaré abajo. Abrí la puerta de la habitación y cerré con llave, lo primero que hice al cerrar, fue correr hacia la cama y tirarme en ella, hundiendo mi cabeza en la almohada para poder llorar. Sabía que mi rabieta no me iba a durar mucho y al final yo misma terminaría accediendo a casarme con ese desconocido que mis padres tenían para mi. Yo misma sabía que sería así, me hacía sentir patética porque toda mi rebeldía al final no serviría para nada, tendría que volver donde mis padres en algún momento, pues no tenía otra opción, ni un plan y menos dinero. Era lo mas sensato. Por ahora solo podía quedarme estas dos noches aquí, había pagado por ello. A lo mejor mis padres se asustaban y me tomaban un poco en serio. Podría ser.
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