Aaron Taylor

2644 Words
Estuve algo incomoda aquel día, no salí de la habitación más que para cenar, era extraño estar en la casa de un desconocido y que él mostrara esa amabilidad solo por un beso. Durante la cena solo estuve yo, me avisaron que ya estaba puesta y luego no había nadie, aquello era normal para mí. Ari no estaba allí. Cuando me levanté, había un poco de ruido que provenía de la ventana de mi habitación, probablemente del jardín. Era mi última noche aquí, así que ya mañana tendría que buscarme la vida o… De manera sensata, volver con mis padres, era una adulta pero no independiente. Si al menos no hubiera perdido mi bolso, otra cosa fuera. Hubiera podido acudir a donde alguna amiga, suponiendo que me quedara alguna o sacar algo de dinero y quedarme en un hotel barato para ahorrar y mantenerme un poco. Lo había pensado mucho y no tenía muchas opciones, siendo optimista, para no ver que mis opciones eran nulas. Me levanté despacio en busca de ese sonido, asomándome a la ventana y abriéndola. Allí, había un hombre todo sudado que corría de un lado a otro sin parar, con unos auriculares y una venda en la frente que evitaba que el sudor bajara a sus ojos. Su pecho desnudo brillaba con el sol que los golpeaba, los suaves rayos de sol de la mañana, ¿qué hora sería? Parecía temprano. Había una piscina y él le daba la vuelta una y otra y otra vez más sin parar. Yo solo lo observaba con una mano apoyada en la ventana y reposando mi rostro en ella. Era guapo. Era muy apuesto. Aquellos tatuajes le daban un aspecto mas varonil, según mi punto de vista, sobre todo porque sus brazos eran fuertes, lo hacían ver candente y llamativo. Muy llamativo Fácilmente podría pasarme todo el día en esto, observándolo correr, verlo sudar e imaginando que escuchaba su respiración agitada desde mi ventana. Era una sensación de agrado. —Buenos días.— se había detenido y me observaba. —¿Sabias que estás en ropa interior? ¿Qué? ¿Qué decía? —¿Qué?—pregunté sin comprender. Él tenía sus manos apoyadas en su cintura y miraba hacia arriba, respirando con agitación. —Que desde aquí veo tus diminutos pechos.—señaló con su mano izquierda en mi dirección. Entonces comprendí a que se refería. Yo me había quitado la ropa antes de dormir, acostándome solo en ropa interior. Me había asomado a la ventana sin darme cuenta y menos de que él se iba a detener a mirarme. Me cubrí con mis manos algo avergonzada. —¿Ya te diste cuenta o solo te asomaste para enseñarme tus limones? Es una buena manera de darme los buenos días, gracias.—ahora él reía. Me di la vuelta muy avergonzada. —¡Tan pequeños no son si los ves desde allí!— le grité, para poder recuperar la moral o al menos responderle algo y no dejarlo con la última palabra. ¡Aaah! ¡Ese idiota! Cerré la ventana y tapé las cortinas. Corrí hacia el baño y miré mis pechos al espejo, retirando mi sostén. ¡No eran limones! No eran como limones, yo creía más bien que eran como naranjas, pero naranjas pequeñas, quizás un poco más como mandarinas, ¡pero no limones! Seguro se veían más pequeños desde donde estaba él y por eso le llamaba limones, pero le dejaría claro que eran más que limones. Lavé mi cara y cepillé mis dientes con uno nuevo que había en el baño, salí de la habitación rumbo a las escaleras, Ari venía subiendo. —¡Oye, míralos!—le pedí, alzándolos con mis manos para que parecieran más grandes, él se detuvo justo frente a mi .—¿Te parece que son limones?—él obedientemente los miraba. —Creo que hablé muy a la ligera, tengo que tocarlos y medir el tamaño con mis manos para saber si son limones, podrían ser otra cosa, la forma, el tamaño, su inclinación. Suéltalos para verlos mejor. —Son casi naranjas.—dije insistente, sin soltarlos, pues se veían mejor si yo los elevaba, eso estaba claro. —No, no creo. —¡Que si! ¡Míralos! Pero míralos bien. —Oye, Trix. Ya te dije, tengo que tocarlos. Es la única manera de saberlo. —sus manos iban avanzando despacio hacia mis pechos, yo bajé mis manos y dejé de sostenerlos. —Espera…—dije despacio, viendo lo que realmente él quería y que yo estaba cayendo como una tonta. —¡Pervertido!— golpeé sus manos y él se echó a reír. Retrocediendo unos pasos. —Yo no hice nada.—siguió mirando mis pechos y repitió lo antes dicho. —Son limones, pequeños limones. Me irritaba, era un poco irritante. Menos mal que esta era mi última noche aquí. —¿Cuál es el alboroto?—preguntó alguien desde detrás de mi, me di la vuelta y Ari también dejó de subir. Era una mujer joven, de unos veinticinco años, su cabello castaño era ondulado, llevaba una pijama muy sexi, de tela trasparente, donde podía ver desde aquí sus pezones, definitivamente aquellos sí que no eran limones. Mis ojos se abrieron al poder ver sus pechos, sin poder apartar los ojos. ¿Esto era lo que les pasaba a los hombre cuando veían unas buenas tetas? Era imposible no mirarlas. Mi mirada fue bajando, deteniéndome en el diminuto pantalón que llevaba, quizás por la poca tela que tenía ya eso recibía otro nombre. Menos mal y llevaba bragas porque se le iba a ver todo, con mucha claridad. Observé a Ari y milagrosamente él no observaba sus pechos, si la miraba, pero directo a los ojos. ¿Cómo era eso posible? A menos que fuera algún familiar.—¿Quién es esa? ¿Ya empiezan a llegar las camareras o tu trajiste a alguna para hacer de las tuyas, Aaron? ¿Aaron? ¿Ese era su nombre? Creo que solo había usado un diminutivo, como había hecho yo. —¿Camarera?—pregunté confundida, él guardaba silencio mientras la mujer me observaba cruzada de brazos, no podría ser su novia, dado que ella había salido de la dirección contraria a la habitación de Ari. Quizás era la amiga de la que habló ayer. Podría ser. —¿Necesitan camarera?—pregunté, dirigiéndome a Ari, con la idea de que podría ganarme algo con eso y así mañana tener donde quedarme, algún hotel de mala muerte. —No, no las necesitamos. Ya están completas.—respondió él, carente del tono juguetón que tenía antes.—Ve a desayunar, Trix. —¿Quién es ella?—exigió la mujer, ahora bajando las escaleras hasta nosotros. —No es nadie, se queda hasta esta noche y mañana se marcha, no te preocupes. —Pero, ¿por qué está aquí? —Ya te dije, no es nadie. Perdona si te hemos despertado, me olvidé que llegaste anoche. Mientras ellos se quedaron conversando, yo bajé las escaleras y me dirigí a la cocina, allí estaba la misma mujer que me había preparado la cena. —Buenos días.—le saludé. —Buenos días, joven. ¿Esperará a los demás o gusta desayunar ahora? —Creo que será menos incómodo si no los espero, eso está claro. Desayunaré ahora.—de inmediato ella comenzó a poner cosas en la mesa, un montón de cosas.—Salma.—como me había dicho que se llamaba.—¿Cuál es el nombre completo de Aaron? —Solo las personas cercanas a él lo llaman así, supongo que son buenos amigos, pero no sabes su apellido. Estos jóvenes son cada vez más extraños. Su nombre es Aaron Taylor. —¿Podrías decirme mas cosas sobre él o su familia? —Tiene un hermano tan solo un año menor que él, Liam Taylor, aunque al joven se ve le poco. No le gusta venir a esta casa, tiene malos recuerdos, por eso solo está el joven Ari, pero Eleonor suele hacerle mucha compañía, son muy buenos amigos, desde siempre, cualquiera pensaría que son parejas, pero no es así, sin embargo son muy celosos uno con el otro, como si fueron mucho mas que amigos, es una relación extraña y yo diría que poco sana. —¿Qué hay de sus padres? Los señores Taylor. —Hace quince años murió su madre, a una muy temporada edad, fue una lástima. Su padre murió hace unos tres años, le dio un infarto y falleció. —Ya veo, Aaron y su familia son realmente ricos, ¿a qué se dedican? —La familia Taylor, para la revolución industrial, fueron los pioneros en la industria textil, Graham Taylor fue un gran hombre que le dio trabajo y de comer a miles de personas, es una gran figura, ejemplo de humanidad y un hombre muy solidario, era el tatarabuelo de estos niños, su hijo se encargó de innovar, adentrándose en cosas actuales aún cuando no lo eran, el hijo y heredero de este se casó con la joven Isabel Marshall que era de buena familia y juntos crearon un imperio, pero nada de eso pudo darle la salud a la hermosa Isabel, le dio dos hijos a Graham hijo y la pobre enfermó‚ su corazón era débil pero muy bondadoso, su muerte dejó a muchas personas destruidas. Hoy en día las empresas de los Taylor proveen de un material de muy buena calidad para grandes e importantes marcas de ropa, zapatos y bolsos; de ahí vienen sus riquezas. Pues la historia de esta familia era impresionante. —Guau, si que tienen historia, son una familia muy antigua. ¿Qué hay esta noche? —¿Esta noche? No, eso empieza en la tarde. Es el cumpleaños de la señorita Eleonor y habrá una gran fiesta, espero no estar aquí para cuando empiece, esto se descontrola. Me había olvidado de desayunar, pendiente a lo que me contaba Salma. Lamentablemente la mujer estaba entrando en la cocina. —Buenos días, Salma. Lo de siempre. —Buenos días señorita. Ahora mismo. Aquella mujer me miraba como si yo fuera una intrusa y sí que lo era. —¿De dónde saliste? ¿Te sacó de algún tipo de internado o algo? ¿Cuantos años tienes? ¿Eres mayor de edad? —Soy mayor de edad.—me sentía incomoda con su tono al hablarme. —Te irás hoy, no te conozco de nada, no te quiero en mi fiesta. —Tengo mi estadía paga.—respondí de mala gana, solo que no sabía como ser grosera, por lo que mis intentos eran ridículos. —¿Estadía paga? ¿Crees que esto es un hotel? Miré mi desayuno sin nada de apetito. Me puse de pie y le di la espalda, saliendo de la cocina, ignorarla era mejor. Subí las escaleras corriendo, recordando cual era su habitación y toqué su puerta. Necesitaba que me diera trabajo. Seguro que con una noche de camarera en esta fiesta podría sacarme algo de dinero. —Sabía que eras tú, no te metas en su camino y ella no se meterá en el tuyo, Eleonor es inofensiva. ¡¿Inofensiva? No me la imaginaba siendo peligrosa. —No quiero causar problemas, Ari, estoy agradecida con que me dejaras quedar aquí en tu casa con comida incluida por dos besos. Sabes que me escapé de casa, no tengo móvil, tarjetas o identificación, mañana tendré que irme de aquí, realmente no quiero regresar con mis padres, estaba pensando si podrías contratarme de camarera en la fiesta que tienen el día de hoy, ¿sería posible? Otra vez tenía esa sonrisa malévola. —No tienes experiencia y no podrás mentir con eso. Eres una niña rica, vuelve a casa, haz caso a tus padres y sigue disfrutando de tus lujos, ¿qué tiene eso de malo? —No lo entenderías ni hace falta que yo hagas. Solo dame la oportunidad de ganar algo de dinero esta noche, así mañana me voy mas tranquila. —Es un evento importante para Eleonor, ella no dejaría que una camarera novata arruine su fiesta. No puedo hacerlo. —¡Daré lo mejor de mi! ¡Por favor! —¿Qué sabes hacer? —Nada.—dije cabizbaja.—No sé hacer nada, pero si se esforzarme, eso puedo hacerlo. —Está bien, solo porque has puesto cara de pena, lo hago por pena. —Gracias por decírmelo a la cara, ¿tienes que ser tan directo y sincero? Podrías decir que lo haces para ayudarme, no porque te doy pena. —Esa es la verdad. En unas horas haré llevar tu uniforme a tu habitación, cuando empiece a llegar el servicio, necesitarás maquillaje, tu cara es pálida, no me gusta. —Está bien, lo que sea. —Habrá alcohol, mucho, otras cosas pero con buen ambiente, no ingieras nada que no quieras, mejor no ingieras nada, no me fio que seas mayor de edad, y eso me asusta. Al menos ya tenía un trabajo de unas cuantas horas, lo que me generaría dinero para poder marcharme mañana a donde sea con lo que me alcanzara de ese pago. Al cabo de unas horas, luego de el almuerzo que tomé en la habitación, pues yo era la desconocida, debía mantenerme en un lado y no importunar, como a eso de las seis de la tarde, tocaron a mi puerta con un uniforme en manos. Era Ari. —No me has hablado del sueldo, Ari. —Pregúntale a una de las chicas cuanto se les va a pagar, no se la cantidad. Es una empresa contratada. —¿Cuantas horas trabajaré? —Creo que empezarías con las demás a las seis y media, para prepararse y ver qué es lo que tienes que hacer, imagino que hay que repartir las funciones y no sé que más; la fiesta no tiene fecha de terminar o eso creo. No llegan las dos y decides que todo el mundo se irá. —Pero ellas si tienen que tener un horario. —Supongo, puede ser. Quizás de seis a dos de la madrugada. —¡¿Qué?! —Oye, puedes dejarlo, no estás obligada.—dijo con aquella sonrisa dibujada. —¡Claro que no! Lo tomo.—tomé el traje de su mano y cerré la puerta, lo coloqué sobre la cama y quité el plástico que lo cubría para ver su forma, tenía una nota detrás. “He tomado la talla que va acorde con tus limones.” ¡Maldito idiota! Al menos debía de admitir que tenía buen gusto para el uniforme. Este llevaba una pequeña boina de color gris claro, una camisa de mangas cortas del mismo color que la boina, una pequeña corbata que llegaba un poco debajo de mis pechos de color blanco y una diminuta falda tachonada a rayas con los colores blanco y gris con una especie de mandil gris que solo cubría la parte de la cintura, tendría que ponerme mis mismos zapatos. ¿Qué iba a ser con mi cara pálida? No tenía maquillaje. Cuando estuve vestida bajé con las demás chicas que estaban reunidas en la cocina. —¿Qué haces con esos pechos cubiertos? ¿Eres nueva? La boina tiene que caer hacia el lado derecho, ¿no llevas labial? No puedes trabajar así, ven conmigo.—me sacó por la puerta trasera de la cocina, donde ellas tenían montado una especie de casillero y allí tenían todas sus cosas, sacó su bolso y comenzó a maquillarme, por último, desabotonó los tres primeros botones de la camisa, dejando mis “mandarinas” fuera.—Ahora sí, estás listas. Incluso te ves mejor.—dijo, dándome un pequeño espejo para verme. Prácticamente lucía como otra, más adulta, más madura. Me gustaba.
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