Un encuentro anunciado

3381 Words
La vida te presenta señales tan evidentes para muchos como ajenos e ignorantes para otros. Como si se tratase de una crónica para un encuentro anunciado. Un fatídico momento en mi vida, tan previsible, tan inevitable y desastroso. El día transcurrió tan rápido, ocupada a mil tratando de terminar la presentación de mañana y por otro lado escuchando los planes de Estela para la ansiada fiesta de “solo chicas”. Conocía muy bien a la pelirroja para saber que no estaríamos solas y a pesar de ser una simple fiesta tenía una extraña sensación.   Pasaban de las ocho y la pelirroja no daba señales de vida. Ni una llamada, ni un mensaje a pesar de ser tan insistente durante todo el día.   Como Saúl no me acompañaría preferí usar unas leggins negros de cuero y unos botines del mismo color en taco aguja; combinados con una blusa dorada de lentejuelas. Mi cabello en ondas caía sobre mi rostro.     — ¡¡Andrea!! –una de las pésimas costumbres de la pelirroja era gritar desde la puerta en lugar de tocar educadamente.     — ¿Cuándo aprenderás? –Abrí la puerta y enarqué una ceja preguntándole.     — ¿Cuándo te acostumbrarás? –resopla ensanchando una sonrisa-. Niña el amor te sienta bien, estas muy linda –mira detenidamente mi atuendo.     — Jamás me acostumbraré y gracias por lo de linda –le sonrío     — Vamos, Austin está esperando abajo –dice la pelirroja avanzando por el pasadizo. Respiro profundamente pues no me parece muy buena la idea que Austin nos acompañe.     — Pensé que sería una noche de “solo chicas” –enfatizando la frase solo chicas mientras camino a su lado.     — Es solo Austin –dice restándole importancia Al salir la pelirroja se dirige a un lujoso auto n***o estacionado frente a mi casa. Un escalofrío me recorrió por entero y por un momento la angustia, el miedo y la ansiedad paralizaron mi cuerpo por completo, hasta mi corazón dejó de latir por unos segundos ante la presencia del brillante auto.  Ese que incontable veces se estacionó frente a mi casa, el que fue testigo de mi gran amor e inevitablemente me recuerda  a... Evan.     — No… no puede ser -balbucee para mí.     — ¡Vamos Andrea! -insiste la pelirroja, subiendo al asiento delantero. En cuanto reconozco el rostro de la persona dentro del auto, mi alma vuelve al cuerpo. Intento coordinar lo mejor posible mis pasos hasta el interior para evitar caer.     — Hola Andrea -saluda Austin     — Ho… Hola – contesto evitando mirarlo. Estoy segura que percibe la incomodidad, los nervios y sobre todo el dolor que siento al estar en ese auto. La pelirroja empieza a jugar con su celular conversando de un tema que sinceramente me tiene sin cuidado. Austin se pone en marcha, plantando sus azules ojos en el espejo retrovisor. Puedo sentir su mirada y la culpa en ella. Parece querer decir algo pero no se atreve. En el pub, Caro como siempre nos esperaba cerca a la barra al lado de Gus.     — Amigaaaaa –saluda contenta abrazándome-. Me enteré de la noticia ahhhh–gritaba dando saltitos de emoción sobre su sitio-. ¡¡¡Felicitaciones!!     — ¡¡Gracias Caro!! –sonreí.     — ¿Lo de siempre? –Pregunta Gus,     — ¡Hola Gus! Quiero un shot de tequila –ambos me miraron sorprendidos. Sirviéndolo con total habilidad y rapidez. La pelirroja se mantiene ajena a todo esto, debido al encuentro de Austin con unos amigos al entrar al lugar. Tomo el trago de uno solo, para dirigirme a la morocha.     — ¡Vamos a bailar Caro! –dije eufórica, sintiendo un fuerte ardor en mi garganta. Caro me acompaña algo sorprendida, pero sin hacer una sola pregunta y agradezco por ello. El sonido estridente de la música, los movimientos desenfrenados al bailar,  las intermitentes luces fosforescentes, la multitud eufórica a mi alrededor y sobre todo el efecto del alcohol me envuelven en una especie de aturdimiento mental. No percibo el acercamiento de la pelirroja con Austin chocando irremediablemente contra éste, en ese momento las luces se apagan y una especie de humo empieza a recorrer el lugar. Austin sostiene mis hombros por la espalda. Volteo pausadamente sin poder evitar confundirlo ante la oscuridad…       — E… Ev… Evan -pronuncio tan bajo, que es casi imposible que lo escuche. Mientras mi mente me juega en contra haciendo que el ruido y las personas a mi alrededor desaparezcan. Intento acariciar su rostro cuando las luces se encienden otra vez, lo observo aturdida y descubro la razón por la que me molesta su presencia… se parece tanto a él excepto por la mirada. Observo a mi alrededor y los ojos de mis amigas están sobre mi sin comprender lo que pasa por mi mente, en ese momento todo empieza a dar vueltas nuevamente, unas incontrolables náuseas se hacen presentes despertando mi aturdida cabeza. Corro hacia los baños, esquivando lo mejor que puedo a las personas a mi alrededor.     - ¡Andrea! -escucho gritar mi nombre pero no volteo.     — ¡Andrea! -Austin me detiene del brazo en la puerta del baño-. Yo… lo siento,     — Tú no eres quien debería disculparse  -contesté sin mirarlo, zafando su agarre-. Yo… realmente lo siento… por todo y cada una de las cosas que pasaron –fui sincera, él no tenía ninguna culpa, él solo era una víctima más. Entro al baño sin decir más. Estela y Caro entran, al parecer estuvieron escuchando mi conversación con Austin. Y no es como si me hubiesen descubierto haciendo algo indebido, simplemente expuse mi lado más débil.     — ¿Estás bien? – Caro es la primera en hablar al verme  lavando mi rostro.     — Sí, estoy bien –sonreí pero no era sincera     — ¿Qué fue todo eso? –preguntó Estela desconcertada     — Nada, solo… solo…     — ¿Nada? –interrumpió la pelirroja con sarcasmo- eso no es nada Andrea. ¿Qué rayos te pasa? Sé sincera por primera vez en tu vida –gritó molesta. Caro la observó inquieta, era la primera vez que me alzaba la voz-. Aún piensas en Evan, tú… aún lo amas por eso actúas así. No te das cuenta, perdiste muchos años por él, perdiste a tus amigos, a tu familia y ahora ¿qué? ¿Piensas perder a la única persona que te ha interesado por un estúpido recuerdo? Evan ni siquiera está presente, no lo está ¡entiéndelo! Unas lágrimas cayeron por mis mejillas, la pelirroja tenía razón, sus palabras atravesaron mi corazón como una daga, aun cuando (sabia que) todo era cierto. Evan no estaba más, solo su estúpido recuerdo me atormentaba.     — Andrea –suspira expulsando su malhumor- no te digo esto porque quiera lastimarte, al contrario, sabes que te considero una hermana y todos estos años de conocerte  te he visto sufrir por un estúpido recuerdo, por un hombre que nunca aparece y no creo que lo haga.     — Y en estas últimas semanas has cambiado para bien, sonríes más, te ves más segura de ti misma, incluso te vistes mucho mejor –agrega Caro sonriendo     — Sí y aunque me cueste aceptarlo todo es gracias a Saúl –interviene la pelirroja cambiando su semblante por una sonrisa comprensiva. Estoy inmensamente agradecida con la vida, por tener a estas buenas amigas a mi lado, siempre aconsejándome, siempre tan sinceras y siendo siempre mi apoyo y consuelo.     —  Disculpa si me exalté un poco, no solo fue por los celos al ver a mi mejor amiga acariciar el rostro de mi novio –agregó Estela en  tono sarcástico- sino por ti, porque me preocupas –me abraza y Caro se nos une.     — ¡LAS QUIERO!     —  ¡¡Bahh!! Dejémonos de cursilerías, vayamos a disfrutar un poco más de la noche  -agrega Caro. Y así lo hicimos, bailamos un rato más antes de ir a casa. Austin se mantuvo distante, con la mirada solapada me observaba. Atribuí su accionar por lo acontecido minutos antes. …       — ¡Evan! – me despierto de golpe, con el sudor en mi frente y la respiración agitada. He soñado con él y estoy sorprendida, porque han pasado meses desde la última vez que lo hice. Quizá fue casualidad o tal vez una advertencia de la vida o simplemente mi conciencia decidió jugarme una broma pesada de manera inconsciente por los sucesos  de la noche anterior. El corazón retumba en mi pecho recordando aquel sueño o debo considerarlo una pesadilla. Sí, eso fue una pesadilla. Un terrible sueño que trae recuerdos de aquel doloroso pasado que hasta ese momento creí olvidado y enterrado. Un sueño donde Evan estaba presente, sin duda algo tan irreal. Escucho sonar el celular entre llamadas y mensajes, me limito a revisar el remitente: Estela. Un fuerte dolor de cabeza me atormenta, veo la hora y salto de la cama al recordar la importante reunión de hoy sin mirar el contenido de los mensajes.     — Maldita sea, es tarde – digo al mirar el reloj junto a mi cama. Me apresuro en bañarme, busco mi ropa y me visto. Recojo mi bolso y sin revisar el celular lo guardo dentro. Camino hasta la cafetería de Caro, por un café y algo más que puede aliviar mi tormentoso dolor de cabeza que no es más que el resultado de haber bebido la noche anterior. Llego a la empresa cinco minutos tarde y corro en dirección a la sala de reuniones.     — Andrea, por fin llegas – un día normal, hubiese recibido un buen grito por parte de Daniel.     — Lamento llegar tarde – me disculpé, aun sin ver el rostro de la persona con la que estaba tratando mi jefe.     — Ven por aquí por favor– resopló–, te presentaré.     — Sr. Evan Martinelli –sí, ese era su nombre- la señorita es Andrea Mertz y estará a cargo de sus cuentas a partir del hoy. Al escuchar su nombre el corazón se me aceleró desesperadamente, no podía creer que por primera vez, después de 3 años nos volvíamos a encontrar. Ahora frente a él, sé que no es un sueño. Mis piernas son tan endebles y apenas si puedo mantenerme de pie. El cuerpo me vibra de una manera estremecedora, mis manos frías se posan en mi vientre abrazándome para evitar mostrarme débil ante él. Tal vez todo lo que pasó anoche fueron señales del destino tratando de hacerme ver que hoy el pasado volvería, un pasado tan doloroso y cruel. Que pasa como un tornado, levantando hasta la capa más oculta de la tierra para traerla consigo y exponerla en la superficie para vanagloriarse de su poder; así pasaba en mi interior, todos los recuerdos fracturados, mis temores más profundos, mis sueños rotos y la inmensa oscuridad pasaban ante mis ojos como dagas directas al corazón dejándolo en carne viva.     — Encantado de conocerla, Srta. Mertz -  sonreía nuevamente, con esos maravillosos ojos negros, que no mostraban ni un atisbo de arrepentimiento.     — Andrea – carraspeaba mi jefe, haciendo una mueca para corresponder el saludo     — Sí, señor Martinelli el gusto es mío –pronuncié, sintiendo un estrujón en el corazón cuando sus ojos se posaron en los míos. Imposible no flaquear con su mirada.     — Señor lo dejo con la señorita Mertz, es la mejor en lo que hace -  Daniel salió por la puerta enseguida, aunque dudaba si en realidad estaba apta para tomar a cargo esa cuenta.   Sin embargo mantuve mi cuerpo erguido durante toda la presentación, usando todo el autocontrol que era capaz de poseer, de mi dignidad, de mi amor propio para transformarlos en repudio y odio hacia él. Como única forma de resistir, de ser fuerte y no desmoronarme ante él.     — Andrea - se detuvo     — Bien, Sr. Martinelli ¿Tiene alguna consulta al respecto? – trataba de terminar la reunión lo más rápido posible, su presencia aún me perturbaba.     — No, Srta Mertz – soltó un suspiro como si expulsara con ello toda la tensión de su cuerpo.     — Muy bien. Nuestra reunión finalizó, me hace llegar alguna duda al respecto – puntualicé tratando de salir de la sala     — Espera – caminó a la puerta, miró fijamente mis ojos haciéndome sonrojar y agregó –hoy a las siete paso por ti– y salió sin más. Observo detenidamente su caminar, entra en su auto y desaparece –nuevamente- de mi vista, tal como llegó, como un fantasma. Camino como puedo hasta mi oficina, mi rostro casi inalterable, no refleja ningún sentimiento a no ser por las incontables lágrimas que corren a través de mis mejillas. Entro y cierro la puerta con seguro, me dejo caer sobre mi silla con el pecho vibrando fuertemente por la respiración agitada y el corazón latiendo a mil, por los cortos minutos que dura el silencio en el lugar.     — ¡¿Andrea?! ¡¿¡Andrea!?! ¡¡Sé que estás ahí!! ¡¡Abre!! ... ¡¡Abre maldita sea!! –grita la pelirroja detrás de la puerta. Sin embargo, el profundo trance en el que me encuentro no me deja tener control sobre mi cuerpo. A los minutos escucho abrir la puerta.     — ¡Andrea! ¿Lo viste? –desesperada, preocupada y nerviosa, así lucía la pelirroja al entrar. Corre hasta mí, para envolverme en un fuerte y reconfortante abrazo. Fue entonces cuando todo explotó, todo el dolor salió en un desesperado e inconsolable llanto. Y es que aveces solo necesitas desahogarte para poder continuar, es como dar un paso atrás para tomar impulso.     — ¿Cómo sabías que él estuvo aquí? –pregunté cuando por fin logré controlarme. Separándome de ella para ver su respuesta.     —  Austin me lo dijo –respiró hondo sin darme opción a replicar- intenté comunicarme contigo toda la mañana, por llamadas y mensajes pero jamás contestaste –     —  Se me hizo tarde, no tuve tiempo de contestar     —  Él… ¿Te dijo algo? –     —  Asentí- Hoy a las siete pasa por mí, pero nunca mencionó un lugar –estaba desconcertada     —  ¿Y piensas reunirte con él? -     —  No estoy segura de poder hacerlo –aspiré hondo, deshaciendo el nudo en  mi garganta. …   Estaba completamente segura que, a pesar de su solicitud (prácticamente una orden) por reunirnos hoy a las siete, no podría hacerlo. Los nervios me mataban con la sola idea de tenerlo frente a mí. Camino pensativa y ansiosa por el pequeño pasadizo entre la sala, la cocina y mi habitación, igual que en las últimas dos horas desde que la pelirroja se fue de mi departamento, debatiendo si debería considerar encontrarme con él. Caigo en la cuenta que el lugar es muy pequeño aunque en el momento en que lo adquirí me encantó por su estilo nórdico y su ambiente neutro y apacible. Pasan por mi mente mil ideas, tal vez una más tonta que la otra, desde huir dejando todo atrás hasta esperar tenerlo frente a mí y gritarle hasta de qué se va a morir. Cosa que estoy segura nunca sucederá. Siete en punto mi teléfono suena.     —  Andrea ¿Dónde estás? –pregunta Evan     — Lo siento, no puedo hablar contigo. No tenemos nada de… –la voz temblorosa delataba mi nerviosismo-     — Paso por ti en 10 minutos –me interrumpe y corta la llamada Mi cuerpo se estremeció al escuchar su voz, pero ¿Dónde? ¿Acaso sabe dónde vivo? –pensé, tratando de entender sus palabras- y si es así ¿Por qué ahora? Lo había necesitado por tanto tiempo sin embargo jamás apareció ante mí, ni una llamada, ni un texto… absolutamente nada. Me abandonó sin importarle mi amor, dejándome atrás con el dolor y la desolación  plasmada en mi rostro. ¿Acaso se podría perdonar eso? El timbre sonó, sentí el temblor de mis frías y sudorosas manos al abrir la puerta.     — ¡Saúl! –exclamé nerviosa, tratando de calmar mi agitado corazón.     — ¿Esperabas alguien más? –pregunta incrédulo, con sus espalda apoyada en el dintel.     — No, solo me sorprende tu visita –contesté parpadeando rápidamente para quitar la tonta idea de Evan.     — Lo siento, no he podido comunicarme contigo durante el día, estas reuniones realmente son una pérdida de tiempo –se quejaba y su semblante cansado lo confirmaba. Incluso era la primera vez que lucía un poco descuidado con su atuendo, su camisa blanca suelta por los dos botones superiores dejando a la vista su fornido pecho y las mangas recogidas descuidadamente. Sin embargo esto no le restaba sensualidad, al contrario se veía igual de encantador y perfecto como siempre.     — ¿Me extrañaste? –me susurra al oído provocando un cosquilleo en mi bajo vientre. No sé en qué momento llegó a mi lado con esa sonrisa seductora. Lo miré desconcertada sin saber qué contestar, las manos tiemblan al calor de su cuerpo y me siento culpable. Esquivo por completo cualquier contacto con su mirada tratando de evitar encuentre duda en ella. Sus manos envuelven mi cintura con suavidad esperando una respuesta.     — ¿Te pasa algo? –pregunta levantando mi rostro con el dorso de su mano. El sonido de mi estómago se hace presente, recordando que no he probado alimento alguno durante todo el día. Mis mejillas se ruborizan y él solo me abraza. Puedo sentir su olor amaderado entrar por mis fosas nasales, simplemente me siento reconfortada y segura entre sus brazos.     — Deberíamos ir a cenar – posa sus labios en los míos. El suave y delicado beso logra borrar aquellos pensamientos que minutos antes no me dejaban de atormentar.     — Llevé mi mano a su mejilla, acariciándola suavemente. Quería detener el tiempo y permanecer así por un rato, pero mi estómago no lo resistiría.     — ¿Vamos? Tu estómago está a punto de creer que soy comestible –bromea, sin alejarse de mis labios.     — Aún con los ojos cerrados puedo sentir su sonrisa en mis manos y eso me hace realmente feliz. Doy un último beso antes de contestar.     — ¡Vamos! – sonreí tomando su mano.     — ¿A dónde? ¿A tu cuarto o al restaurante? – entornó con una mirada retadora.     — Por lo visto no estas lo suficientemente cansado. ¿O el agotamiento te hace feliz? –enarqué una ceja     — Ambas cosas preciosa–resopló-, ahora salgamos de aquí no quiero tomar tus palabras como una proposición.     — ¿Debo cambiarme? –pregunté al no saber a cuál restaurante iríamos.     — No es necesario– acarició mi rostro con el dorso de su mano- luces encantadora como siempre. Tomó mi mano y avanzamos por el estrecho pasadizo hasta su auto. Su aire egocéntrico parece  solapar aquella sonrisa cálida en sus labios que de manera inconsciente parece esbozar. Sonrío de manera despreocupada al verlo abrir la puerta del auto por mí. Levanto el rostro y la sonrisa se desvanece al instante al notar la presencia de Evan al otro lado de la pista. Su mirada intensa me sobrepasa, sobresaltando el latido de mi corazón y ambas manos tiemblan como resultado del pánico que se apodera de mí al notar su expresión intimidantemente ansiosa. Está a punto de cruzar la calle con total determinación pero retrocede. Saúl parece no notarlo pues llegué a sentarme dentro del auto, lo veo rodear el vehículo –deseando que lo haga más rápido- y sube. Pone en marcha el auto y desarrollo una lucha por controlar el temblor de mis piernas y el frío de mis manos que se aprisionan -inconscientemente- sobre mi vientre al considerar este encuentro una advertencia. Por unos minutos permanezco en silencio con la mirada fija en la ventana, tratando de entender cuál es el propósito de su regreso. La culpa se infunda un poco más adentro, al no ser capaz de controlar y enfrentar mis sentimientos.     — Hemos llegado – dijo ofreciendo su mano para ayudarme a bajar. Respiro profundo El lugar estaba un poco lejos de la ciudad, la pequeña casa era acogedora gracias a su rústico aspecto.     — Sr. Mendoza Buenas noches –saluda un anciano en la entrada- adelante, los estábamos esperando.  
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD