A la mañana siguiente la despedida fue sin duda conmovedora, ellos me recibieron con los brazos abiertos brindándome su amor de familia algo que sin duda valoraba.
- ¿Sabes? Tu familia es muy agradable… - lo miro, él no aparta la vista de la carretera
- Me complace escucharlo -Toma mi mano y la lleva hasta sus labios implantando un suave beso en ella, despertando cada poro de mi cuerpo al contacto.
Y ahí estoy… mirando la escena, perdida en esos pequeños detalles que exaltan los latidos de mi corazón, sintiéndome tan vulnerable y a merced de su voluntad.
*
Durante el trabajo en la oficina no puedo evitar pensar en Saúl. Tengo plasmada una sonrisa boba en mis labios imposible de borrar, que me recuerda a él…
- El amor, el amor, el amor… -entra Estela a mi oficina- ¡Ey! ¿Qué le hiciste a mi amiga? –entrecierra los ojos tratando de adivinar el motivo de mi sonrisa
- ¡Estela! Soy yo, solo… un tantito más feliz -es imposible dejar de sonreír
- Así veo. ¿Y a qué se debe tanta felicidad?
- Pues… conocí a la familia de Saúl el día de ayer.
- ¿De verdad? – la pelirroja no lo podía creer, acercándose rápidamente hasta el escritorio- Entonces… ¿su relación va en serio?
- Supongo que sí.
- ¡Te perdí Andrea! –resopla dejando caer sus hombros, con una actitud casi derrotada- Estas enamorada de ese hombre, aunque no me agrade debo aceptar que si te hace sonreír de esa manera es un buen tipo –parecía dar tregua a sus intentos por separarnos- ¿Y su familia te trató bien?
- Sí, fueron muy amables conmigo. Sobre todo su mamá, es una mujer encantadora y afectuosa.
- ¡Vaya! ¡te ganaste a tu suegra!! ¡Muy bien amiga! –exclamaba con sorpresa-. Me encanta verte feliz, pero… - parecía dudar en decir lo que pensaba, cambiando su alegría por preocupación en un instante - espero que Saúl sienta lo mismo por ti. No quiero que te ilusiones por nada… -y con estas palabras destruía mi sonrisa.
En ese momento retumban por mi cabeza las palabras de Alejandro durante la fiesta: “ojalá y no termines tan mal como las anteriores”. "Tan mal como las anteriores..."
Por el mismo hecho de ser casi imposible averiguar si realmente siente algo por mí, la duda empieza a crecer como una fruta empieza a madurar, de manera tan silenciosa, tan sutil casi imperceptible.
- ¡No me hagas caso! Son tonterías… -respira profundamente para recuperar su sonrisa- Tú solo disfruta de tu felicidad. Por cierto, Andrea, Daniel me pidió que te avisara sobre una reunión con Alejandro Ramírez para el próximo miércoles a las 8:00am.
- ¿Yo? ¿Por qué?
- Al parecer solicitó que seas tú, exclusivamente, su asesor –se encoge de hombros- ¿Lo conoces? –preguntaba la pelirroja confundida
- Si lo conozco -ese tipo era un verdadero patán- y no me agrada para nada –fruncí el ceño
Algo estaba tramando ese tipo, pero ¿por qué conmigo? ¿Me estaba considerando como una opción para irritar a Saúl? Debe estar loco- pensé
- Trataré de hablar con Daniel para cambiar de asesor, espero me entienda -afilé la mirada y salí de la oficina
Así lo hice, traté de explicarle a Daniel los motivos de mi rechazo a tomar las cuentas de Alejandro Ramírez, pero se negó rotundamente alegando a la condición del Señor Ramírez que si no era yo quien tomaba sus cuentas, no continuaría trabajando con nosotros.
- No Andrea, ésta vez no puedo hacer nada por ti. Tomarás esa cuenta sí o sí ¡¿Quedó claro?! –sentenció Daniel, irritado.
Sabía que Daniel no entendía de razones cuando se trataba de negocios, sobre todo cuando se trataba de una persona tan importante como Ramírez. Y éste se había aprovechado de esa ventaja, no podría negarme ante las órdenes de mis superiores y mucho menos al estar en juego una gran cantidad de dinero. Solo quedaba esperar, si algo tramaba muy pronto lo descubriría.
Mientras tanto el timbre del celular llama mi atención.
“Andrea tenemos un evento en dos semanas, ¿podríamos reunirnos por la noche? Para coordinar algunos detalles de la presentación” Recibido 10:30am
“Lo siento hoy no puedo" Enviado 10:31am . Con tanto alboroto a mi alrededor sabía que hoy no era un buen día para reunirme con Esteban.
¿Para mañana? Recibido 10:31 am
“Nos vemos mañana en la noche a las 7:30 pm” Enviado 10:31am
…
Quedé en reunirme con Esteban y Karen por la noche, necesitaban coordinar sobre los atuendos que se estrenarían en el siguiente evento de Maxwell. Cuando salí del trabajo me dirigí inmediatamente a la cafetería de Caro.
- ¡Hola Andrea! – saluda la morocha al otro lado del mostrador.
- ¡Hola Caro! –la saludo-. Voy a esperar a unos amigos ¿sí? –ocupo la mesa cerca del mostrador.
- Claro. ¿te traigo lo de siempre? –asiento inmediatamente, revisando mi celular.
“Andrea paso por ti a las 8:00pm” Enviado 7:00pm
“Estaré en la cafetería de Caro, me buscas allí. Besos” – Enviado 7:01 pm
- ¡Hola! –saluda Esteban con un beso en la mejilla y una hermosa sonrisa en sus labios- Karen llegará en unos minutos, se le presentó una reunión de última hora –se sienta a mi lado
- ¡Oh! No hay problema. Entiendo perfectamente esas reuniones…–contesté comprendiendo la situación.
- No hemos tenido tiempo a solas para conversar –me mira y sonríe algo nervioso.
- Hace poco nos rencontramos, además hablar sobre el pasado no tiene caso –un pequeño temblor en mis manos se hace presente al no querer recordar nuestro pasado
- Tienes razón. Estas… muy cambiada –y en ese momento me doy cuenta que él no ha cambiado nada, sin embargo sus ojos me inquietan un poco
- ¡Son años sin vernos Esteban! –exclamo apartando la mirada de su rostro.
- ¿Eres feliz? –pregunta con el rostro lleno de nostalgia.
- Lo soy –sonrío- Al igual que tú -
- Así es –asiente y sonríe cálidamente-
Aquel encuentro era un poco incómodo, la mirada de Esteban que una vez me transmitió paz ahora me inquietaba. Como si nuestra amistad pendiera de un delgado y fino hilo que de hacer algún movimiento imprudente o brusco pudiera acabar con mi tranquilidad.
- ¿Andrea puedes recoger tu bebida? La dejé sobre el mostrador –decía Caro llevando sobre sus manos una bandeja llena de postres, en dirección a una mesa.
- Si claro –contesté, rehuyendo de la conversación
Tomo la bebida del mostrador y camino de regreso a la mesa, dejo el café y me percato que no tengo azúcar. Al levantarme descuidadamente a tomar unos sobres, Caro se acerca con la bandeja sin percatarse de mi improvisada reacción. Estoy a punto de caer de espaldas contra el piso, cuando Esteban de manera rápida toma de mi cintura y jala de ella hasta presionarme contra su cuerpo, lo escucho y siento su profunda respiración.
Durante cinco segundos estoy frente a él, su mano aún presiona fuerte mi cintura impidiendo que pueda separarme. El corazón me palpita rápidamente por la sorpresa, sin dejar de mirar esos profundos y cálidos ojos verdes escucho a Caro disculparse y el sonido de la campana de la puerta cuando alguien entra.
- ¡Esteban Montreall! –exclama Saúl. .
Esteban logra reaccionar al escuchar su voz y en automático me aleja. Miro a Saúl aún con la sorpresa plasmada en el rostro y cierto miedo de lo que pueda pensar. Pero permanece estoico frente a nosotros, con la mandíbula ajustada.
- Saúl ¿Qué tal? -lo saluda Esteban avergonzado por lo que hizo.
- Lo siento Andrea, no fue mi intención –se disculpa Caro, apenada.
- No te preocupes Caro, no me pasó nada –contesté, tratando de calmar mis nervios. Sentía mi rostro arder mientras un vorágine de miedo y aturdimiento se apoderaban de mí
- Andrea, deberíamos irnos –ordena con voz grave pero sin perder ni un minuto de vista a Esteban. Su mirada era afilada, atemorizante y desafiante, volviéndome tan pequeña ante él, como un pequeño conejo ante la mirada de un lobo feroz.
- Esteban, creo que es mejor que me vaya. Otro día conversamos ¿sí? – tomo mis cosas y avanzo al lado de Saúl.
Al caminar veo un “lo siento” dibujado en el rostro de mi amiga, y en Esteban un arrepentimiento por los problemas ocasionados a pesar de tener las mejores intenciones al evitar mi caída, pues considero que esos segundos en los que me observó fijamente fueron inadecuados para ambos.
Las palabras de Saúl retumbaron en mi cerebro como una orden, camino a su lado, pero él no me mira. Subo al auto, mis labios vibran y mi corazón palpita ansioso por saber su reacción, aun cuando mantiene su mirada fija en la ventana. Me siento culpable al ser yo misma quien ocasionó todos estos malentendidos, al ser yo la única causante de mi dolor.
- Hemos llegado – la voz del chofer rompe el silencio entre nosotros.
El chofer abre mi puerta y me ayuda a bajar. Veo a Saúl avanzar y camino tras él. Abre la puerta de su casa y como siempre deja sus objetos personales sobre la consola de la entrada y desabrocha sus dos botones de la camisa con evidente fastidio.
Se dirige hasta el bar y lo sigo. Sirve dos vasos de whisky, uno lo pone a mi lado de la barra y el otro se la toma de un solo trago. Camino lentamente hacía la barra, doy un sorbo de mi vaso y el sabor es horrible, muy fuerte para mi gusto. Sin embargo logran calmar los nervios que me aguijonean como espinas.
Una media sonrisa arrogante curva sus labios al observar mi reacción. Llena su vaso y lo lleva con él en dirección a su habitación. Sé que está enojado, por ello decido quedarme en ese lugar, sentada sobre los banquillos negros esperando su próximo paso, ensimismada y taciturna tras el tenso silencio de la habitación.
Tratando de controlar mis nervios he terminado mi bebida, intento ponerme de pie pero las piernas son una gelatina.
me recrimino.
Hago mi mejor esfuerzo y avanzo hasta el sofá, mi cabeza parece una montaña rusa, moviendo en círculos todos los objetos del lugar. Entiendo que he tomado demás, dejo caer mi cuerpo sobre el respaldar del sofá y cierro los ojos.
Cuando logro abrir los ojos, el reloj de la mesa de noche indica las 3:00am. Miro detenidamente la mesita y reparo que estaba acostada sobre la cama del dormitorio. Volteo apresuradamente buscando a Saúl. Mis labios se curvan ligeramente al observarlo dormir plácidamente a mi lado, boca arriba.
Me acuesto a su lado en silencio, contemplando su sensual y perfecto rostro. Pasan por mi mente miles de ideas que puede estar pensando pues a pesar de no haber pronunciado palabra alguna, el silencio fue el peor castigo.
- ¿Por qué tomaste todo el trago? – me sobresalto al escuchar su voz,
- E.. Estaba… nerviosa –agacho la mirada
- ¿Me tienes miedo? – mira con la punta del ojo, sin moverse.
- No… -musito muy bajo-. Bueno… estabas molesto.
- Así es –acepta tajantemente- pero no contigo –voltea su cabeza para mirarme
- Lo siento, fue un accidente –trato de mirarlo
- Entiende Andrea, no estaba molesto por eso –lo miré incrédula-. No me gusta que te acerques a Esteban, no me agrada la manera como te mira.
- Pero Esteban… tiene su novia -trataba de justificar al rubio pero al mismo tiempo intentaba creer que no se atrevería a intentar otra cosa.
- Andrea… -respira hondo.
Se pone de lado, me ofrece su abrazo y me acerco a él, me envuelve en un cálido y reconfortante abrazo. Mi corazón se agita al mismo tiempo que encuentra sosiego.
- Eres mía y no voy a permitir que nadie te ponga las manos encima ¿entiendes? -su rostro reflejaba convicción y serenidad al decir estas palabras.
Y es ahí donde el aturdimiento me juega una mala pasada, queriendo descubrir si realmente siente algo por mí.
- ¿T… Tú… tú me quieres? –tartamudee al preguntar. Podía sentir el acelerado ritmo de mi corazón a través de mi pecho, como si quisiera saltar y aferrarse al suyo hasta sentirse correspondido. .
- Tú… -se levanta un poco, hasta quedar sobre mí- me encantas –susurra, al mismo tiempo cierro mis ojos al sentir el suave y delicado beso- te deseo tanto –vuelve a besarme con más ganas.
Siento mi cuerpo vibrar con urgencia por él y aprieto fuerte de las sábanas tratando de controlar el deseo de corresponderle. Pero es inútil, todo mi auto control se fue a la mierda, junto con mi dignidad. Suelto el agarre de las sábanas para aferrarme a su fuerte y moldeado dorso, mientras su lengua invade mi boca desesperadamente.
Una urgencia por él me recorre por entero, mi respiración se agita al sentir el roce de su entrepierna. Jadeo al sentir el rastro de humedad que dejan sus labios cuando bajan a mi cuello y deslizo mis manos por sus suaves cabellos castaños, embriagándome de su aroma. Muerde suavemente del lóbulo de mi oreja y un gemido escapa de mis labios.
- Te quiero… –susurra con su voz ronca justo en el momento en que menos lo espero.
Mis ojos se abren de par en par como si un toque de electricidad recorriera todo mi cuerpo, desde la punta de los pies hasta mi cerebro, sin darle opción a reaccionar.
Después de varios segundos en ese estado, una boba sonrisa se pega como calcomanía a mis labios y mis ojos buscan los suyos. Mis piernas tiemblan y mi corazón retumba con más fuerza al sentir su profunda mirada y esa media sonrisa arrogante que me encanta. Porque sabe lo que esa frase significa, porque sabe lo que me hace sentir porque sabe que yo lo quiero.
…
Al día siguiente, aún no podía creer su confesión de la noche anterior. Era una sensación de felicidad inexplicable, como si todo estuviera a mis pies. El corazón se me estruja y se libera con más felicidad, mi cuerpo no es capaz de soportar tanta alegría.
Soy un manojo de nervios queriendo gritar de felicidad, que mueren por salir como pequeños gritos eufóricos y contar a todo el mundo lo feliz que soy nuevamente.
Para cuando llegué al Banco, Daniel solicitó una reunión solo para coordinar algunos detalles de la reunión del sábado con aquel sujeto aún desconocido. Para mi sorpresa, el señor desconocido venía del extranjero.
Al salir, encuentro a Estela junto a Esteban en mi oficina conversando amenamente, como dos viejos amigos. Me incomoda su presencia al recordar lo sucedido el día anterior.
- ¡Andrea! –exclama la pelirroja emocionada de tener frente a ella a Esteban- te estábamos esperando
- Hola –dice Esteban, poniéndose de pie.
- Hola Esteban –lo miro seria
- Yo… los dejo solos –Estela se dio cuenta inmediatamente sobre qué hablaría con Esteban, sobre todo porque era un hecho que Caro la puso al tanto de lo sucedido- después hablamos – se despide de Esteban y sale.
- Andrea… Siento mucho lo de anoche, no fue mi intención causar un malentendido entre ustedes –se explica acongojado
- No te preocupes por eso. –contesté con la intención de cerrar ese tema
- En verdad lo siento, no sé que me pasó -se explicaba algo nervioso- no quise... tomarte de esa manera... solo fue un momento de confusión... discúlpame.
- Esteban, todo fue aclarado. Saúl entendió perfectamente que fue un accidente. Por favor olvidemos esto -sonreí de manera tan cálida como él lo hacía, para tratar de calmar su ansiedad.
- Está bien, dejemos ese tema atrás -su rostro parece haber encontrado la calma nuevamente
- Aprovechemos que estas aquí y cuéntame sobre la nueva presentación.
- Sí, vine a dejarte estos documentos -con un movimiento torpe recoge unos documentos de la silla y me los entrega- Todo lo correspondiente al evento estará explicado detalladamente ahí. Se te estará enviando un atuendo unos días antes para la prueba correspondiente y… -parecía un poco incómodo- cualquier duda puedes llamarme.
- Muy bien, por la noche leeré el documento y cualquier consulta te la haré saber
- Bueno, me tengo que ir. Nuevamente, lo siento -se disculpa, su rostro permanece con cierta angustia y duda de preguntar si realmente estaba siendo sincera con él.
- Nos vemos Esteban… Y no te preocupes más -Y salió
Esteban estaba arrepentido y a la vez preocupado por el simple hecho de ser él la razón, una vez más, de ocasionar un problema en mi vida. Aunque todo terminó mejor de lo que imaginé, sabía que Saúl no soportaría encontrarme con Esteban otra vez.
- Ahora sí… Cuéntame todo –Estela entraba- ¿Por qué tu cara no refleja tristeza después de tener una pelea por culpa de ese bombón? –tenía una sonrisa engreída señalando la puerta en referencia a Esteban
- Todo fue aclarado –la miro, trato de mantener mi rostro serio pero una sonrisa me delata
- Esa sonrisa pícara me dice todo –se burla-. ¿Entonces está todo bien entre ustedes?
- Sí, hasta podría decirte que estamos mucho mejor.
- ¿Por qué? ¿Qué pasó? –la pelirroja no podía ocultar su curiosidad- ¡¡Cuéntame!!
- Pues… ¡¡Me quiere!! ¡¡Lo dijo!! –exclamé de felicidad, sonriendo de oreja a oreja
- ¿En serio? –la mirada de la pelirroja cambiaba rápidamente, de un rostro sorprendido a uno lleno de alegría- ¡No! ¿En serio? ¡Ahhhhhhh!!!!!!
- ¡¡Siiiiii!! –grite bajito
- ¿Y como harás con este bombón? Supongo que Saúl lo detesta y con el carácter que se maneja tu "noviecito" no creo que le agrade la idea de tener a Esteban cerca de ti –Estela como siempre bajándome de mi nube de felicidad.
- ¿A qué te refieres? –
- Esteban me contó lo de Maxwell –levanta una ceja- ¿Cuándo pensabas decirme de tu contrato con ellos?
- Cuando se dé la oportunidad –encogí los hombros-
- Muy bien, niña. ¡Esto debemos celebrarlo! ¡Ohhh siii!!! Y ni te atrevas a decirme que tu "noviecito" no quiere, porque esto es por ti no por él.
- Pero… Estela por favor…– intenté rogarle para que entienda mis razones pero ni me dejó terminar.
- El viernes en la noche, tú ya sabes dónde – me apunta con su dedo amenazador y sale con una sonrisa orgullosa, como si hubiese ganado una batalla.
No podría negarme a la invitación de la pelirroja, de no asistir no volvería a dirigirme palabra alguna por el resto de mi vida, sin exagerar. Ahora solo faltaba convencer a Saúl de asistir conmigo.
*
Por la noche, Saúl me invitó a cenar. Me llevó a un lindo restaurante francés, con su decoración chic, las cómodas sillas y sillones blancos contrastaban con la decoración de cobre y asientos de madera, brindándole un ambiente relajado especialmente acogedor.
Agradecí haber pasado por mi casa a cambiarme de ropa, llevaba un sencillo vestido de mezclilla en corte A, largo hasta las rodillas. Y unos zapatos stilettos en color rojo que resaltaban en mis pálidas piernas, pero combinaban con la delgada correa en mi cintura.
Saúl se veía tan encantador y perfecto como siempre en su traje gris. Su fuerte y definida mandíbula lo hacen ver más seductor. Sus cabellos castaños están perfectamente peinados y su actitud arrogante no quita lo caballero que puede ser.
- Andrea estaré ocupado por unos días, se han presentado algunos problemas en la empresa
- ¿Uhm? –levanté la mirada hasta su rostro- ¿Qué clase de problemas?
- Hemos tenido problemas con un proyecto y la Junta directiva está tomando cartas en el asunto –resopla con evidente fastidio-. Pero nada que no se pueda solucionar -
- Entiendo. Quería… -muerdo mi labio pronunciando con duda la invitación a la fiesta- invitarte el viernes a una reunión con mis amigas.
- ¿Con Estela? –levanta una ceja. Asentí- No creo que pueda asistir.
- Entiendo. Yo… si iré.
- Bueno, si te parece bien… adelante –su rostro parece imperturbable, como si no le importara-
Considero su preocupación por los problemas de su empresa una de las causas para estar tan indiferente pero igual me molesta su actitud.
Mientras cenamos en completo silencio, una suave y delicada voz parece saludarlo. Al levantar la mirada observo a una hermosa y esbelta mujer prácticamente coqueteando con él. Era rubia, de ojos azules intensos, con una sonrisa descarada y él le corresponde con su actitud petulante.
Los celos se apoderan de mí y me siento tan inquieta.
Le lanzo una mirada de esas capaces de matar a cualquiera, sin embargo solo esboza una amplia sonrisa arrogante de medio lado.
- Samantha ella es Andrea, mi novia -pronuncia inesperadamente, lo cual me hace cambiar rápidamente mi actitud.
- ¡Oh! Tu novia -pronuncia casi arrastrando las palabras como si le desagradara- Un gusto conocerte
- El gusto es mío -correspondo el saludo con una sonrisa fingida. Puedo notar que él mantiene su sonrisa, como si disfrutara verme celosa.
- Bueno, los dejo disfrutar de su noche -la mujer vuelve a mirarme- Nos vemos mañana Saúl -se despide con un beso en su mejilla.
Eso si sobrepasaba todo lo que podía soportar, respiré profundamente para controlarme y no lanzarle lo primero que encontraba por descarada. Mi rostro mantuvo la fingida sonrisa hasta que desapareció de mi vista.
- ¿Te pasa algo? -enarca una ceja. Aunque quisiera borrarle la sonrisa y salir del lugar, no me atrevo. Puedo sentir la sangre correr por mi rostro.
- No, estoy perfectamente bien -contesté con sarcasmo, fingiendo mi sonrisa.
- No lo parece.
- Será mejor que me vaya, no quiero interferir en sus planes -señalé con la mirada a la mujer, quien a pesar de estar sentada a dos mesas más allá, estaba pendiente de Saúl.
- ¿Acaso estas... celosa? -replica. Sí, estaba celosa pero no lo iba a reconocer, no para incrementar su ego.
- ¿Podemos irnos o te quedarás esperando a que regrese? -cuestioné sin darme cuenta del tono de mis palabras.
- Vámonos -ordenó, perdiendo la sonrisa arrogante y tensando su mandíbula.
Subimos al auto y simplemente no estaba dispuesta a disculparme, él era el único culpable de lo sucedido.
Cuando llegamos a su casa, el auto se estaciona en el jardín y antes de bajar puedo escuchar claramente lo que murmura entre dientes: "con que celosa" sin embargo me limito a bajar del auto.
Abre la puerta de su casa por mí, entra y como siempre como una rutina deja sus cosas sobre la mesita, desabrocha sus dos botones de la camisa y se voltea hacía mí.
- ¿Y ahora quién esta celosa? -se acerca con una mirada retadora, casi intimidante. Retrocedo por instinto manteniendo la mirada fija en sus ojos, los cuales brillan con un deseo insaciable.
Me acorrala contra la pared, apoyando un brazo a la altura de mi rostro y el otro cerca a mi cintura. Mi pecho empieza a moverse debido a mi errática respiración mientras mi corazón envía alarmas a todo mi cuerpo al sentir su pesada respiración sobre mi rostro.
Y en cuestión de segundos todo la molestia y el coraje se convierte en deseo de tenerlo sobre mí. Sus ojos me estremecen, despiertan una ansiedad incontrolable en mi entrepierna la cual es casi imposible de controlar.
Me lanzo a sus brazos y él con una habilidad única me levanta en vilo, mis piernas automáticamente rodean su cintura. Me besa con una ferocidad única y me pierdo por completo en sus labios,mientras él camina con destreza sin siquiera mirar el camino, hasta su habitación. No puedo pensar en nada más que en él, en sus besos, sus caricias y en sus suaves manos sobre mi trasero.
Sus besos me estremecen, hacen mi cuerpo arder desesperado por tenerlo dentro de mí y el corazón late frenético mientras mis manos toman sus cabellos. Sus manos aprietan mis glúteos con fuerza mientras nuestras lenguas parecen batallar en un beso.
Me deja caer sobre la cama y empieza a quitarse la camisa, observo fijamente su marcado abdomen hasta su notable erección. Muerdo mi labio al verlo y empiezo a quitar mi vestido pues los zapatos lo perdí en algún lugar de la casa. Se acerca a mí para besarme con ansiedad, baja por mi cuello y se pierde en mis pechos.
Quita mi sostén con habilidad liberando mi pecho en sus labios. Su mirada denota pasión, deseo y excitación. Su mano baja hasta mi entrepierna y empieza a jugar con el punto más placentero, provocando que mi cuerpo se arquee de placer y los gemidos sean más sonoros.
- Dime que me quieres dentro -expresa con evidente excitación, mientras me observa gemir.
- Yo... Quiero... - trato de hablar pero el placer obnubila mi mente y las palabras simplemente se vuelven impronunciables. Su sonrisa arrogante aparece al notar el placer en mi cuerpo.
Baja mi trusa con facilidad y quita la de él, dejándome sentir su erección por mis piernas. Abre de ellas con facilidad y acaricio desde su pecho hasta su cintura. Luego bajo las manos siguiendo el camino de sus abdominales inferiores hasta su enorme y endurecido m*****o, guiándolo hasta mi entrada húmeda y deseosa por él. Al parecer era yo quien se entregaba.
Besa mis labios ahogando sus gemidos en ellos. Su fuerte ingreso me hace jadear de placer. Mi piel arde por la calentura, por la excitación y por el deseo de sentirlo completamente adentro. Las estocadas son enérgicas, con más fuerza, como nunca antes. Mi boca se abre de placer gimiendo y jadeando una y otra vez.
Y en ese momento olvidé todas y cada una de las cosas que me molestaban. Solo podía disfrutar de sus caricias, de sus besos y del placer que solo él podía regalarme.