Capítulo 1

2134 Words
Después de varias horas de vuelo y tener que coger un coche para llegar a Galena, por fin estaba allí. Ariana entendió porque todo el mundo se enamoraba de ese pequeño y pintoresco pueblo. Podría parecer que Galena se había congelado en el tiempo. Los edificios de las seis manzanas de Main Street corresponden a diversos estilos arquitectónicos, desde colonial francés a renacentista griego, y casi el noventa por ciento de la ciudad es zona histórica nacional. Ariana sacó el teléfono para comprobar la dirección que le había mandado su amiga. Tamarack Row pudo leer sin comprender si estaba cerca o lejos. - Perdone ¿Podría decirme cómo llego a Tamarack Row? - Ariana abordó a una mujer de mediana edad y el pelo trenzado que caminaba justo a su lado. Le daba mucha vergüenza molestar a los demás, pero en este caso era vida o muerte. Estaba en un sitio que no conocía y eso le provocaba ansiedad. Aunque se sentía más aventurera de lo que se había sentido jamás. - Allí vive la maestra ¿La conoce? Ariana asintió efusivamente. Esta era una de las maravillas de vivir en un pequeño pueblo. Todo el mundo se conoce y al parecer son bastante más simpáticos. - ¡Si! Justo estaba buscando su casa. La mujer parecía feliz de poder ayudar y por lo que había podido comprobar Aria, su amiga era bien vista entre las personas del pueblo. - Ah, pues... - Levantó la muñeca para comprobar la hora - Todavía es temprano, puedo acercarte si quieres. Parte del miedo que sentía en el avión se esfumó mientras iba en el coche con la desconocida. Ari escuchaba feliz como la mujer le explicaba las maravillas de cada edificio por el que pasaban. En cuanto se asentara y deshiciera las maletas, haría turismo. La calle principal de Galena se llama Main street y a ambos lados de la carretera está repleta de edificios coloridos. La mujer alardea alegremente de la cantidad de premios que han ganado alguno de ellos. Finalmente el coche sale del centro, llegan a una zona boscosa, toman una de las salidas y llegan a un complejo de casas de piedra rodeadas de árboles. Es tan hermoso que parece cosa de magia Aria mira embobada hacia todas direcciones. Está segura de que aquí conseguirá la paz que tanto necesita. - Es bonito ¿A qué si? - Preguntó la mujer bajándose del coche también. Respira profundo y casi podía saborear el olor a pino que lo inundaba todo. Esto es una maravilla de la naturaleza ¿Quién en su sano juicio preferiría Nueva York? - Todo esto es increíble - admitió. Avanzaron hasta la puerta y tocó el timbre. Podía escuchar los pasos acolchados de su amiga. Al abrir la puerta Aria sonrió con una radiante sonrisa. Era la primera vez desde que había dejado a Mike que no sentía presión en el pecho. - Ya estoy aquí - Levanto las brazos con las palmas hacia arriba, tímidamente una vez más. Sarah agarró una de sus manos y la abrazó con fuerza. Sabía que su amiga lo había pasado mal. No conocía a su ex novio, pero un tío que te engaña tres veces no merecía ni una de sus lágrimas. Y Sarah estaba dispuesta a ayudarla para que olvidase a ese inservible. - ¡Qué bien que estés aquí! La mujer carraspeó interrumpiendo el momento íntimo entre las dos amigas. - Perdonad chicas, yo ya me voy que al final llego tarde. Aria le agradeció su amabilidad, no tenía porque haberla ayudado, pero lo hizo. Prometió pasarse por su tienda que, como le había explicado estaba en la calle principal. Sarah tiraba de su amiga enseñándole la impresionante casa. La cocina tenía na isla flotante en el centro y los muebles estaban hecho de madera negra, el salón estaba presidido por una enorme chimenea de piedra y justo frente a ella un sofá tres plazas y dos sillones de cuero marrón. Las paredes estaban adornadas por cuadros con paisajes, pero lo más bonito de todo era que todos los acabados eran de madera, intentando darle un aire rústico a toda la estancia. - Vas a flipar con tu habitación - Volvió a tirar de Aria escaleras arriba. Sin duda, Aria se quedó sin habla cuando la vio. La cama era enorme, más grande de lo normal. Las molduras eran de madera negra igual que el resto de la casa, había una chimenea en la pared opuesta y un gran ventanal doble al lado de la cama con vistas al corazón del boque. - ¿Por qué no usas tú este cuarto? Es impresionante - no entendía que su amiga no usara el mejor de toda la casa. - Me gustan más pequeños, si no me siento sola - Admitió bajando un punto la voz. Aria sentía haber puesto triste a su amiga. Es cierto que estaba lejos de su familia y de todas sus amistades, pero la parte buena es que había conseguido vivir en el paraíso. Mike había intentado ponerse en contacto con Ari muchisímas veces. Él sabía que las primeras llamadas no atendería el teléfono, pero ya habían pasado tres días y seguía sin dar señales vida. Su preocupación llego al máximo nivel cuando fue al colegio donde trabajaba con un enorme ramo de rosas rojas y la directora le informó de que había pedido las vacaciones atrasadas. Mike sintió miedo de que la amenaza de Aria fuera real, de que su relación se hubiera terminado. Para él una cosa era el amor y otra cosa el sexo. Pensaba que acostarse con una sola persona era algo antiguo y desfasado, pero estaba convencido de que amaba a Ariana. Aria bajó las escaleras, Sarah la esperaba en la cocina mientras preparaba el desayuno. Toda la planta baja olía a pan tostado, a huevos fritos, a bosque. Le encanta sentirse así de bien y positiva. - Huele genial - Admitió cuando escuchó sus tripas crugir. - Ya casi está listo. Oye Ari, he pensando que si quieres... Puedes quedarte más tiempo. Hay una familia que hace homeschooling y necesita una maestra - Explicó Sarah colocando los huevos en los platos. En el colegio donde trabajaba había dejado una solicitud a la directora pidiendo curriculums de maestras con experiencia. A Sarah le encantaba tener a su amiga allí. Se hacían compañía, por la noche comían palomitas mientras veían alguna película. - Pues... No se... - A Ari no se le había pasado por la cabeza alargar su viaje, pero comenzó a pensar que esa idea era estupenda. Sólo pensar que tenía que volver a Nueva York y enfrentarse a Mike la ponía enferma. Una cosa era ignorar sus llamadas y los mensajes de amor que le mandaba constantemente y otra cosa tener que verlo. No estaba preparada para ello. - Venga, anímate. Esto es genial, tenerte aquí es genial - Insistió poniendo morritos y cara de perro desvalido. - Supongo que puedo alargarlas un poco - accedió al final. Sarah corrió a los brazos de su amiga y la espachurró con fuerza. Las dos sonreían contentas por permanecer juntas más tiempo. Sarah se separó rápidamente levantando un dedo, como si de pronto hubiera recordado algo. Saco un papel de su bolso y se lo entregó a su amiga. Aria leyó atentamente la oferta de trabajo. Se trataba de una pequeña de siete años. A ella le encantaban los niños y no había ninguno que pudiera resistirse a sus artes perfeccionadas durante años. Todos caían rendidos a la alegría de Ari. - Tienes que ir esta tarde para presentarte. Puedes llevarte mi coche - Dijo de carrerilla. Le hacía gracia la actitud de su amiga. Se conocieron en la facultad y desde ese momento se hicieron inseparables, pero hace un año y medio a Sarah le salió la oportunidad de ir a Galena a trabajar en un colegio y no pudo desperdiciarla. Por la tarde Aria se vistió para ir a la entrevista. Llevaba unos pantalones vaqueros de pitillo y una blusa con medio hombro fuera. Hacia buen tiempo y el clima era cálido, se recogió el pelo en una coleta alta y se puso las lentillas. Pocas personas la habían visto con sus gafas de montura negra. Sin ellas veía todo borroso, pero sus dulces facciones y las grandes gafas la convertían en el centro de los insultos desde pequeña, así que comenzó a usar lentillas. Siempre llevaba sus gafas encima por si había una emergencia y no tenía acceso a sus lentillas, aunque cruzaba los dedos para que eso no ocurriera jamás. Siguió las instrucciones de Sarah. La casa estaba a las afueras, varios kilómetros adentrándose en el bosque. Una pequeña señal le indicó el desvío que tenía que tomar. Paró el coche frente una verja negra de tres metros de alto. Bajó la ventanilla y sacó el brazo para pulsar el botón que había justo debajo de una pequeña pantalla de vigilancia. - Buenos días ¿Puedo ayudarla en algo? - Preguntó una voz recta y monótona. Aria tragó saliva nerviosa. Siempre que iba a una entrevista la garganta se le secaba y las manos le sudaban copiosamente. No podía evitarlo. Odiaba someterse al escrutinio de los demás. - Si, hola, Soy Aria y vengo por una entrevista de profesora. La puerta de la verja comenzó a moverse para dejarla pasar. Menudo maleducado, ni siquiera a contestado. Empezamos bien Aria. Condujo por un camino empedrado que terminaba en una rotonda. Aparcó a un lado y se bajó. Sacó un clinex del bolso y se lo pasó nerviosamente entre las manos. No se porque me pongo tan nerviosa. Si no me quieren, seguiré con mis vacaciones como si nada y volveré a Nueva York. Allí está Mike y seguro que me amarga la vida hasta que vuelva con él, como si lo viera " Perdóname Aria, no volverá a suceder, te amo" - Ari hablaba consigo misma intentando calmar los nervios que se habían instalado en su estómago. Un mayordomo abrió la puerta principal, llevaba el pelo perfectamente peinado, tan perfecto que llamó la atención de Aria, un traje negro y un porte regio que impresionó a la chica. - La está esperando en el despacho, por Aquí por favor. En cuanto termino de hablar, dió media vuelta y comenzó a caminar sin mirar si lo seguía o no. Conforme avanzaba, Aria se había dado cuenta de que no era una casa normal, era una mansión llena de mármol, luz, escaleras de caracol, cuadros gigantescos y lámparas de araña. No podía dejar de mirar absolutamente todo lo que la rodeaba. El hombre se paró delante de una puerta. Estiró el brazo indicando a Aria que tenía que pasar, golpeó suavemente con los nudillos y abrió la puerta. Ella dió un paso hacia el interior. Un hombre estaba sentado detrás de una mesa enorme de madera de cedro. Era muy guapo y joven. Se levantó sin apartar la vista de Aria y rodeó el escritorio. - Buenas tardes - Dijo con un marcado acento Alemán - Usted es la profesora ¿Cierto? Aria asintió mientras se le escapaba una sonrisilla ridícula. No podía evitarlo, cuando estaba nerviosa hacía o decía tonterías. - ¿...Y su nombre es...? - Dejó la pregunta en el aire. - Oh sí, perdone. Me llamo Ari, bueno Aria, viene de Ariana. Puede llamarme como prefiera - Las mejillas se le pusieron completamente coloradas. El hombre la observaba impasible, ni una sonrisa ni una muestra de cercanía o de educación. Simplemente soportándola. - Ariana, soy exigente, mucho. Y más cuando se trata de la educación de mi hija. Aria entrelazaba los dedos nerviosa. - Lo entiendo, por supuesto. Aquí tiene mi experiencia laboral. Le tendió el papel, pero antes de que pudiera sujetarlo el hombre, Aria lo soltó y cayó al suelo como una suave pluma, haciendo un leve balanceo. La miró sin paciencia, con facciones duras. Ella se agachó y lo recogió rápido intentando no enfadarlo más de lo que ya parecía estar. - Perdone - Murmuró dándoselo de nuevo. Comenzó a leerlo. Pasados unos minutos por fin levanto la vista con la misma dureza. Este hombre no estaba a acostumbrado a tratar con personas de fuera. En el pueblo todo el mundo lo conocía, conocían su drama, pero Aria no tenía ni idea de los demonios que habitaban en la mansión. - Bien, estará usted una semana a prueba - Dejó el folio sobre la mesa - Mi nombre es Dominik Stone. Dominik... Hasta el nombre suena a cabreado, pensó Aria. Podía vislumbrar los marcados músculos bajo el traje, sus ojos azules como el mar y el pelo rubio ceniza le daban un aspecto tremendamente atractivo, pero todo eso quedaba eclipsado por su mala leche.

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