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1543 Words
DIEGO —Espero que sepas que esta es tu casa, siempre lo ha sido —me dice Shanon, la madre de Maggie, y no sé la infinidad de veces que ha podido repetirme eso. Sólo he salido aquí a fumar, no me apetece tener una charla sentimental, pero con ella a veces es jodido. No es como con Maggie, que puedo llamarla pesada y discutir hasta que me insulte y se largue. Shanon es la mujer más comprensiva, amable y cariñosa que conozco. Mi abuela era igual que ella. También como mi madre... aunque apenas tengo recuerdos de ella. Es curioso, porque Shanon, con sus detalles, me ha ayudado a llenar esos huecos vacíos que quedaron cuando ella se fue. A través de Shanon he podido imaginar cómo habría sido mi vida si mi madre, si mis padres, siguieran aquí. Le debo mucho a esta mujer. Más de lo que soy capaz de expresar. —Lo sé... —murmuro, dejando que el humo escape entre mis labios—. Gracias. Ella sonríe, una sonrisa sencilla y llena de significado, mientras se refugia en la rebeca gris para protegerse del viento. —No me las des. Estoy más que feliz de tenerte aquí —añade con una sonrisa ladeada antes de darme una palmada en el brazo. A pesar de que soy un gilipollas imposible de sobrellevar a veces, y que he estado más tiempo encerrado en la habitación de invitados que siendo un ser humano funcional. La veo desaparecer en el interior de la casa, dejando un rastro del calor reconfortante que siempre me ha transmitido estar con ella. Estoy por decir que esta mujer es mi mejor confidente. Levanto la vista hacia la ventana de Maggie. Está apagada, así que supongo que ya está dormida. Aun así, algo dentro de mí me hace querer comprobarlo. Aplasto el cigarro contra el alfeizar de la ventana y entro en la casa en silencio. Paso por el salón, donde la televisión murmura un programa cualquiera. El padre de Maggie ya está medio dormido en el sofá, como siempre. Y ella está dormida del todo en su cama. ¿Qué coño esperaba? ¿Volver a dormir juntos como las últimas noches? --- Al día siguiente, me salto un par de clases y acabo en el bar que frecuento demasiado últimamente. El lugar huele a una mezcla de tabaco y cerveza rancia, un hedor familiar que debería ser desagradable, pero que ya ni noto. —¡Pero mira quién ha decidido venir! —exclama Travis, empinando su cerveza. —Ven, Diego, siéntate aquí —me dice Tina, echándose a un lado— Te debe ir bien con ese rollete tuyo, ni contestas los mensajes —suelta, con ese tono que siempre me ha parecido pasivo-agresivo. Tina es una amiga mía. Ha sido más que eso, pero un par de folladas después los dos nos dimos cuenta de que no merecía la pena. Ella porque se estaba pillando, y yo porque no quería aguantar eso. Me lo pasaba bien con ella, como pude hacerlo con Brianna y el resto. No es mala compañía, no se interesa demasiado por mi vida ni yo por la suya, y convivimos en una amistad superficial. Me vale. —No es un rollete —aclaro. —¿Es que ahora te va la movida de las novias? —replica Gina. Gina es hermana de Tina. La creatividad de sus padres brilló por la ausencia el día que tuvieron gemelas. Y con Gina también me he acostado; yo y la mitad del campus. —Será eso —digo sin más, cuando claramente era que la tía que quería no estaba (claramente) interesada en mi de esa forma. Y no es algo que me voy a poner a explicarle a esta panda. —¿De qué habláis? —se entromete Dan, justo cuando deja caer un par de jarras de cerveza sobre la mesa con suficiente fuerza como para hacerlas salpicar. Casi me moja los vaqueros. —De la novia de Diego, que es la rubia de la fiesta —suelta Travis con una sonrisa de suficiencia, alargando la palabra “novia” de una manera que me hace apretar los dientes. Pero lo que de verdad me saca de quicio es la frase que añade después, tan despreocupado como un crío hablando de un coche de juguete—. La que dijimos que tenía buen culo. Levanto la vista hacia Travis, y por un segundo pienso en plantarle una hostia que le cierre esa boca de idiota, pero me contengo. —Ah, sí —interviene Dan, riéndose como si toda esta conversación fuera el mejor chiste que ha oído en semanas—. Dejaste a Brianna ladrando. Tina tuvo que emborracharla para que dejara de j***r. Dan es otro c*****o, ¿pero quién no lo es? Es de ser un hipócrita de mi parte llamarlos así cuando claramente somos amigos porque yo soy otro. Río por lo bajo, sin ganas. No porque me haga gracia, sino porque es lo que se espera de mí en este grupo. La verdad es que me importa una mierda lo que piense Brianna, o Tina, o cualquiera de ellos. —¿Y tú qué? —digo al final, señalando a Travis con la jarra de cerveza—. ¿Cómo te va con esa de segundo? La que dijiste que era "todo tetas y nada cerebro". ¿Te ha dejado ya por pedirle fotos de su madre en bragas como a la última? El grupo estalla en carcajadas, y Travis me lanza una mirada de advertencia antes de encogerse de hombros como si no le importara. Voy por mi segunda cerveza cuando el móvil me vibra dentro de la chaqueta. Es Maggie. Maggie: Te recuerdo que NO salgo hasta tarde. Tengo reunión con el orientador. Esta mañana, cuando la he dejado en el instituto, Maggie me lo ha recordado de nuevo, como si pensara que iba a olvidarlo. Estaba ansiosa, lo noté en cómo se mordía el labio y jugueteaba con la correa de su mochila. No hacía falta que dijera nada; ya sabía que su cabeza iba a mil por hora. Anoche, durante la cena, su padre volvió a sacar el tema de la universidad. Que debería irse de la ciudad, que esa es la mejor manera de construir un futuro. Maggie se lo tomó como siempre: primero un silencio tenso y luego un "eso no es lo que quiero". No sé si lo dice porque de verdad está convencida o si lo dice por mí. Me gustaría pensar que no tiene nada que ver conmigo, pero lo hace. Lo sé. Y lo peor es que no sé cómo sentirme al respecto. Parte de mí quiere que se quede, pero la otra, la que intenta ser realista, sabe que no puedo ser la razón por la que ella tome decisiones que va a lamentar después. Pero como soy un egoísta de cojones y estoy acojonado a quedarme solo como un puto crío. No le voy a decir nada. Encontrará algo que hacer aquí. El reloj del bar marca casi las cinco cuando decido que ya he tenido suficiente. Tina y Gina enzarzado en una de sus estúpidas peleas, y Travis está demasiado borracho como para seguir con sus bromas de mal gusto. Afortunadamente. Pago mi parte de las cervezas y me despido con un gesto vago. Dan se ríe de algo que ni siquiera escucho mientras salgo del lugar. Maggie todavía no ha salido cuando llego y me paseo cerca del coche fumando. Le escribo un mensaje y espero. No mucho. A los quince minutos o así sale disparada, casi bailando y siento que está a punto de ponerse a cantar como en un jodido musical. —¡Buenas noticias! —grita, como si fuera el gran descubrimiento de su vida—. Resulta que tengo alma altruista y hay una carrera para eso. Tengo claro que a Maggie le encanta dar todo de ella por otros desde que la he tratado como la mierda y ha seguido insistiendo. Es como su madre. —Sí, la de superhéroe. Pone los ojos en blanco y sacude la mano. —Trabajo social, idiota —me replica mientras termina de llegar a mi. —¿Y eso te llama la atención? Se medio encoge de hombros y a la distancia perfecta eleva los brazos y me los echa por los hombros. No voy a confesarle que en realidad he venido a buscarla sólo por el momento de que me iba a saltar encima. Me alegra que esto no sea tan raro. Me besa con ganas, las mismas que le devuelvo. En cuanto deslizo las manos por sus caderas ella me frena. Se aparta y sus ojos conor canela relucen. —Te recuerdo que este sigue siendo mi instituto. —Sólo unas semanas más, relájate —replico, y le pongo una mano en el culo. No se resiste. Tiene las manos suaves y algo frías cuando cuela sus dedos por la cadena de plata que me rodea el cuello—. Ni que fuera a montar un espectáculo porno aquí contigo. Me empuja por el pecho y, aferrándose a su mochila, rodea el coche. —Anda vámonos —dice entre risas.
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