Capítulo 3.

3741 Words
Nathaniel. Le doy vueltas a la manzana verde sobre mi escritorio y no puedo evitar burlarme, por su osadía al intentar comprarme, por su arrogancia al creer que una fruta tan insípida podría llegar a gustarme, pero hay algo más que me descoloca, algo que no resulta del todo negativo, y es su dulzura, Alessandra es una contradicción con piernas, cabello rojizo y grandes ojos negros, ella envuelta en ese sastre de falda ajustado y ese colorete en los labios me resulta la persona más dulce que he podido llegar a conocer jamás. Y toda esa dulzura solo me invita a una cosa, a pecar. El demonio que llevo dentro me grita que la desvié del camino del bien y que le muestre lo divertido que puede llegar a ser caminar junto a mí en la oscuridad, con todo lo que eso significa. Sin embargo, yo, la oveja descarriada de la familia Brown deberá caminar por el sendero de la rectitud por lo menos por los próximos meses en los cuales debo cumplir con las malditas clausulas impuestas por el desgraciado de papá, y en realidad resulta toda una tortura cuando lo que más deseo justo ahora es llamarla, tumbarla sobre el escritorio de roble, desnudarla y hacerla mia, si es que tan solo el aroma que emana de su piel me vuelve loco, no quiero ni imaginar lo que significaría poder apreciar con mis dedos cada uno de los centímetros de su piel que parece tan inocente. Es justamente eso, esa inocencia disfrazada de dulzura queriendo mostrar una cara de rudeza al mundo lo que tanto me fascina de la mujer, puede hablarme con sarcasmo, puede alzarme una ceja e incluso provocarme porque sabe que probablemente la encuentro irresistible, pero algo me dice que debajo de todas esas capas, ella está en la misma posición que yo, buscando impresionar a alguien, buscando cerrarse pretendiendo ser alguien que no es, con tal de impresionar a alguien, ¿a quién?, en realidad no sé, pero mi a mi alter ego le encantaría que se tratara de mi Incluso aunque solo se tratara de un juego, incluso aunque fuera una simple y banal distracción. Yo no le pediría más, no le haría ninguna otra propuesta, sería tan solo contacto físico, sería tan solo poder violar los niveles de perfección que ella evoca pero que destruye con su mirada cuando me mira a los ojos como si fuera un cordero inocente, se trataría de eso, de descubrirla por completo, de conocer sus límites y de ver cuanto está dispuesta a dar. Y es que si tan solo no estuvieran las estúpidas cláusulas de por medio, la invitaría esta noche como mi dama de compañía, ella ya me lo ha dicho, ha firmado el puto contrato y sabe lo que eso significa, porque, aunque las letras pequeñas no citen textualmente los encuentros sexuales, se encuentra todo implícito entre cada silaba No hay que ser un genio para darse cuenta, después de todo, por algo se inventó esa cláusula, uno de los ejecutivos más corruptos que conozco, uno que se vería gravemente afectado si otra persona asumiera el mando de la compañía, sugirió que era mucho mejor una asistente que satisficiera mis necesidades sexuales a ser pillado en algún club nocturno, discreción, aseguro él mientras me miraba divertido. El problema es que Alessandra parece obviar ese pequeño detalle, o si es que lo sabe, entonces no me cree lo suficientemente capaz para hacer nada, y en ese caso, la mujer está totalmente perdida, porque si tan solo me diera la oportunidad de demostrar lo que puedo hacer entre sus piernas, entonces no estaría regalándome manzanas verdes si no besos en el cuello, Alessandra es una presa, y yo me muero por cazarla. -¿Si, diga? - Contesto al teléfono mientras me distraigo con la vista de la ciudad que de repente se ha nublado escandalosamente. -Me llego el rumor de que ya has conseguido asistente, y las malas lenguas dicen que es todo un bombón- John suelta una carcajada al otro lado del teléfono. -Mira, justamente estaba pensando en ti y en tu estúpida idea. -¡Pero hombre! Si sabes que ha sido una puta genial idea- Suelta sin ningún rastro de modestia- Dime, ¿Cómo es ella? - Pregunta. -¿Quieres los detalles morbosos o los que le diría a cualquier persona con alguna pizca de decencia? -No te llamo para que me cuentes chorradas, quiero todos los detalles sucios. -Bueno mi querido amigo, me temo que tendré que decepcionarte, entre esa mujer y yo no ha pasado nada. -¿Por qué no has querido o porque ella no se ha enterado de la totalidad de la cláusula del contrato? -En realidad ha sido porque a penas llego hoy, y no quiero espantarla, no todavía. -¡No jodas Nathaniel! Yo nunca necesite más de un día. -¿Tu nunca ha tenido esta cláusula? ¡Imbécil! -Nunca he necesitado de una cláusula para ligar- Espeta- ¿Sabes que es lo que creo? -Muero por saberlo- Suelto con sarcasmo. -Creo que te da miedo estar con ella, siempre pensé que eras un gilipollas, y también me han dicho que la mujer es de otro mundo. -Alessandra, su nombre es Alessandra, y en cuanto tenga la oportunidad te llevare su cabeza al despacho. -¡No eres capaz! El hijo de papi no es capaz de dar un paso más con el bombón. -¡Basta de niñerías, John! ¿Qué tienes quince años? - Pregunto entre burlas- Deberíamos hacer esto más interesante. -¿Interesante cómo? ¿Vas a proponerme un trio? -¿Qué quieres apostar? - Inquiero recostándome en el escritorio, sumergido aun en la vista frente a mi. -¿Qué te parecen 10 mil dólares? -¡Por favor! - Bufo- 10 mil dólares será lo que me gastare los sábados en la noche después de que reciba mi tan merecida herencia. -¿20 mil entonces? -30 mil. -¡Vaya, el hijo de papi se tiene mucha confianza! - Exclama John. -Sé en lo invierto mi dinero- Aseguro. -Bien, 30 mil serán, pero con una condición- John parece pensarlo un par de minutos más y entonces continúa hablando- No deberá ser por la cláusula, ella deberá acostarse contigo porque lo quiere, no porque se lo ordenes. -Eso es pan comido-Concluyo- Cambiando un poco de tema, ¿Cómo va todo en las oficinas de Vancouver? -Claro jefe, enseguida le paso el reporte de ventas- John comienza a hablar de las ventas de nuestro más reciente autor, sin embargo, alguien ha entrado en mi despacho, ha cerrado la puerta y entonces yo me doy media vuelta para saber de quien se trata. -¿Luciana? - Le pregunto a la rubia frente a mi. -¿Quién? - Pregunta John todavía al otro lado del teléfono. -Amigo, lo siento, llamare después- Cuelgo. -¿Sorprendido? - Luciana se posa frente a mi tan descarada como siempre, parece mucho más hermosa de lo que la recordaba, sin embargo no sé porque presiento que el hecho de que ella este aquí no es más que un garrafal error. -¿Cómo ha entrado? - Le pregunto aún aturdido. -Entre por la puerta de servicio, he tenido que sobornar al encargado del edificio, pero sé que tú vas a hacer que todo eso valga la pena, ¿No es así? - Ella hace un puchero y entonces sigue acercándose en mi dirección. -¿Qué haces aquí? - Normalmente, y en otras circunstancias, yo no lo habría pensado dos veces antes de acortar la distancia y follármela, pero estaba en la jodida oficina en donde cualquiera podía entrar y joderme todo lo correspondiente con el testamento. -Te he traído una sorpresa- Ella se desamarra el abrigo caramelo que lleva puesto, y entonces tengo plena visión de su cuerpo enfundado en lencería negra, la imagen es simplemente excitante, sus pechos cubiertos en encaje negro y esas medias negras que le llegan a la mitad del muslo están de infarto, pero no puedo, no aquí, no en este momento -Lo siento bonita, pero creo que esto tendrá que esperar- Asegure tratando de amarrar nuevamente su abrigo. -¿Nathaniel Brown diciéndome que no a mí? ¡Vaya, y yo que creíalo visto todo! - Luciana es persistente, y antes de poder apartarla del todo, ella ya está besando mi cuello, y mis manos ya están dentro del abrigo más específicamente puestas sobre su trasero. -Tal parece que tu respuesta ha cambiado de repente- Yo la miro a los ojos, a ese verde esmeralda de sus ojos, y entonces antes de atender a mi cerebro, la cargo mientras ella enrolla sus piernas en mi cadera, y la llevo hasta el sofá que está a un lado del despacho. -Vas a meterme en un lio. -Sabes que esa es mi especialidad- suelta en medio de un jadeo que a mí me ha sonado como algo hipnótico. Yo le quito el sujetador, y ahueco sus pechos en mis manos, masajeando suavemente sus pezones, como sé que le gusta, hago justo lo que sé que la enloquece, ella besa mis labios y mi cuello entretanto yo sigo acariciándola, y entonces me muerde el lóbulo de la oreja cuando comienzo a introducir rítmicamente mis dedos dentro de su centro. -No hagas eso Nathaniel, no ahora- Su suplica me hace reír, y entonces continúo haciendo justamente lo que me pide que no haga, la acaricio lentamente, sin introducir totalmente mis dedos, y sé que quiere más, por como arquea su espalda tratando de sentirse todo lo llena que le es posible. -Todavía no, nena- Saco mis dedos y entonces los acerco a su rostro, ella los chupa sin pensarlo dos veces y me mira descaradamente. -¿Por qué me haces sufrir tanto? - Consulta en medio de un gemido. -Solo hago que lo disfrutes- Beso su cuello, mientras pongo mi rodilla entre sus piernas ejerciendo una leve presión. -Te gusta verme suplicar por placer, esa es la verdad- Ella me quita por completo la camisa y comienza a acariciar mi torso- Y a mí me encanta hacerlo, es increíble todo lo que me provocas. -Después de que se trate de algo meramente sexual, entonces todo está bien - Luciana esta debajo de mi moviéndose como una culebra venenosa, yo estoy besando sus pezones, y entonces la puerta de mi oficina se abre estrepitosamente. Alessandra no suelta palabra alguna, sea lo que sea que ha venido hacer aquí lo ha olvidado, ella solo me mira con los ojos abiertos y descolocados, posa su mirada de la rubia a mi sucesivamente y en repetidas ocasiones. -¿Qué no le han enseñado a tocar una puerta? - Pregunto levantándome entretanto Luciana se cubre con el abrigo caramelo y yo trato de hacer inadvertido las ganas que tengo de matarla justo en este momento. -No sabía que hubiera nadie aquí- Sentencia ella siendo delatada por sus mejillas que comienzan a ponerse coloradas como un tomate, sin embargo no creo que se trate por la escena que acaba de presenciar, sino más bien por su mirada que se dirige en este momento al bulto en mis pantalones. -Si hay algo que quiera ver solo es que lo pida- Hago un ademan con la mano y Luciana ahoga una risita tonta. -Yo no tengo problema con un trio- La rubia deja que el abrigo resbale un poco dejando entrever su pecho. -Nadie va a hacer un trio con nadie. -¡Pero que aburrido te has vuelto! - Vuelve a intervenir. -Luciana, por favor- Alessandra traga saliva y entonces yo me dirijo nuevamente a ella- ¿Qué quiere? ¿Qué la ha hecho entrar tan oportunamente en mi despacho? -El señor Patterson está afuera, quiere hablar con usted, entré para ver si podía recibirlo, pero algo me dice que no- Ella camina en dirección a la salida, pero yo la detengo. -Forester, ¡No! Dígale que me dé un segundo -¿Por qué no dejas que se vaya? - Luciana refunfuña y se pone en pie. -Porque el hombre que está afuera es nada más y nada menos que el presidente de la junta directiva, y tú tienes que irte ahora o me quedare sin herencia, sin empresa y sin empleo- Yo la tomó del brazo y ella termina de asegurar su abrigo. -¡Esta me la vas a pagar Brown! -Cuando quieras, pero ahora debes marcharte. -¿Entonces que debo hacer? - Pregunta Alessandra mirando hacia la desordenada oficina. -Ayúdame a darle un poco de orden a todo esto. -Enseguida- Alessandra comienza a recoger los papeles que se han caído del escritorio y yo me dirijo con Luciana hacia la salida de emergencia. -Has sabido como entrar, no te quedara difícil salir- Aseguro dejándola allí y volviendo a la oficina. -Su camisa- Alessandra extiende la prenda y entonces yo comienzo a ponérmela Ella no despega su mirada de mi torso, lo cual me divierte de muchas formas, porque veo como me mira, veo la forma en la que se muerde el labio y la manera en la que sigue cada uno de mis movimientos, parece más vulnerable de lo que la he visto hasta ahora, y esa sensación me fascina, esa de saber que ejerzo poder sobre ella, esa de saber que podría hacer con ella lo mismo que con Luciana, incluso en el mismo lugar si es que en realidad quisiera. -¿Alessandra? - Pregunto terminando de abotonar el ultimo botón de la camisa de vestir que se encuentra más arrugada de lo que quisiera. -Si, ¿Señor? - Esa palabra en su boca suena jodidamente bien, como si estuviera sumisa a cualquiera que fuera la orden que yo le diera, me gusta como arrastra cada letra, como si quisiera seducirme entre silabas, como si quisiera conseguir un objetivo del cual yo realmente no tengo conocimiento. -¿Hay algo que quiera decirme? - Yo levanto una ceja y la miro con atención, la miro a ese labio que aún conserva el leve rojo que le ha dejado el habérselo mordido hace unos segundos. -Yo… Eh, no, en realidad no- Niega. -¿Le parece que todo luce en orden? - pregunto. -Si, la oficina parece medianamente organizada. -¿Y yo? - Ella me examina con sus grandes ojos negros y entonces ladea la cabeza un poco. Se acerca sigilosamente y extiende sus manos hacia mi rostro. -¿Qué hace, Alessandra? - Ella no responde, y simplemente enreda sus manos en mi cabello, llevándolo hacia atrás, lo hace con suavidad, con delicadeza, concentrada en cada uno de sus movimientos. -Hare seguir a Patterson- La pelirroja se aleja, y me deja con la boca totalmente seca. -Señor Patterson, que placer tenerlo por aquí- Miento formalmente. -Me gustaría decir que para mí también es un placer, pero no traigo muy buenas noticias- El hombre extiende una mano hacia mí, y entonces yo recuerdo mis dedos dentro de Luciana, y después su boca chupándolos, y no creo que lo mejor sea darle la mano, así que lo único que hago es pedirle que se siente con un gesto con la mano izquierda, a lo que él frunce el ceño y toma asiento frente a mi. -¿Qué es eso tan malo que ha venido a decirme? -El abogado de su difunto padre ya nos puso al tanto a toda la junta directiva lo concerniente a su herencia y ediciones Brown. -¿Y están buscando la manera de sacarme…? - Inquiero sin ningún respeto alguno, este hombre frente a mí no es más que un lobo hambriento buscando a quien sacarle el dinero, él, y el resto de la junta directiva son exactamente lo mismo, quieren reclamar algo que no les pertenece, y por desgracia yo no voy a darles tal beneplácito. -Por el contrario a lo que usted crea, nosotros buscamos la prosperidad de ediciones Brown, en realidad mientras está compañía se mantiene a flote, y mantiene su prestigio nos tiene sin cuidado quien la dirija, pero si queremos asegurarnos de no tener invertido nuestro dinero en las manos de un niñato desconsiderado. -Se les olvida que este también es mi dinero. -Si, pero para nadie es un secreto que este nunca ha sido su lugar favorito en el mundo, y queremos asegurarnos de que no haga ninguna estupidez. -¿Entonces que, planean contratar una niñera? Con todo respeto, Señor Patterson, pero creo que estoy lo suficientemente capacitado para manejar una empresa de estas magnitudes. -No dudamos de sus capacidades cognitivas, lo que nos preocupa es el poco control que ha demostrado desde siempre, siempre ha sido un jovencito problema, se ha visto envuelto en más de un escándalo de drogas, prostitutas e incluso narcotráfico. -Mi padre lo sabía, por eso puso todas las condicionales que pudo, por ende, creo que su visita es menos beneficiosa de lo que supongo le habría gustado- Hablo pausadamente, sereno, como si en realidad no tuviera ganas de partirle la cara cuando en realidad es justamente lo que quiero hacer. Ni este hombre ni toda su junta directiva de mierda tienen ni idea de lo que hablan, si bien es cierto que no soy el ejemplo de ciudadano modelo, no soy como todos creen, esta empresa me importa tanto o más que a ellos, es lo único que me queda, y después de todo… Es el único recuerdo bueno que tengo de Greg. -Muchos de nosotros hemos dedicado nuestra vida entera a este negocio, los socios minoritarios tienen invertido todo su capital en ediciones Brown, mucha gente se ha esforzado por esto, no es difícil entender que se encuentran preocupados porque de repente un Brown que lo ha tenido siempre todo se ponga al mando de la compañía. -¿Qué se supone que debo hacer entonces? Yo no elegí nacer en esta familia, yo no elegí el apellido Brown y no puedo luchar con eso, ni yo, ni ustedes tampoco. -No queremos hacerlo, solo queremos asegurarnos de que quien tiene nuestro patrimonio en las manos no es el mismo niñato que todos recordamos de los periódicos. -Soy un hombre Patterson, un hombre que ha estudiado lo suficiente como para saber que debe hacer y que no, esta también es mi vida- Sentencio- Y si me disculpa, tengo una reunión dentro de poco con un autor importante, así que creo que es momento de que se vaya. -Se te olvida que no puedes echarme de la que es también mi compañía- El hombre ha entendido mi intención, y entonces se ríe con autosuficiencia. -Y creo que usted a obviado el hecho de que el apellido que aparece en la fachada principal es el mío- Contrataco. -Cuestión de marketing, muchacho, hay cosas que todavía no logras entender- Patterson se pone en pie, se abrocha el botón del blazer y se dispone a marcharse, no sin antes darme la advertencia que ya veía venir- Te recomiendo que tengas ojos en todos lados, porque si bien no pensamos poner el cebo para que caigas, si estaremos atentos a cada uno de tus movimientos, Brown. -Yo gradeceré que lo estén, eso evitara cualquier paso en falso- yo lo guio a la salida y no puedo evitar reír irónicamente. Si tan solo este regordete hombre se enterara de que hace un par de minutos se acaba de ir una mujer a la cual he besado en cuantas partes me ha sido posible y que ha estado acostada a tan solo un par de metros de distancia de él, entonces creo que su arrogancia y su sentimiento de suficiencia no serían tan grandes como parece. No soy ingenuo, no soy estúpido, y no planeo permitir que aquel montón de desconocidos se queden con lo que por derecho me pertenece, nada más para que lo hagan trizas y terminen de enterrar el nombre de mi padre, y de paso el mío. Porque conozco a este tipo de hombres, son de esos que prefieren liquidar una empresa en cuanto hay problemas, en vez de hacer algo, se trata de dinero, y más dinero, y aunque no voy en contra de esa política, no me gusta aplicarla mientras se trata de la reputación de mi apellido, y básicamente, de lo único que tengo en este momento. -Nos estaremos viendo, Nathaniel- Me dice antes de salir. -Dios quiera que no, Patterson, Dios quiera que no. Voy a cerrar la puerta del despacho para ocuparme con cosas realmente importantes, sin embargo una conversación al otro lado del cristal polarizado llama mi atención. -Es clásico de Brown, el hombre es todo un don juan- Escucho decir a Jules- ¿Cómo era ella? -Guapa, muy guapa, era rubia, de ojos verdes, alta, con curvas- Reconozco la voz de Alessandra casi susurrando. -Si, suena exactamente a su prototipo de mujer. -¿Qué quieres decir con eso? -Nathaniel Brown puede tener a la mujer que se le dé la gana, él lo sabe, y por eso procura que las mujeres que lo rodeen sean lo mejor de lo mejor. -Eso suena realmente elitista. -Es casi como una secta, una secta sexual. -¿Eso quiere decir que ella no era su novia? - Jules se ríe sin discreción y entonces yo ruedo los ojos. -Nathaniel Brown jamás ha tenido una novia en su vida, podrás verlo con mil chicas diferentes, pero solo es que dejen de ser novedad para conocer al siguiente prototipo. -Creo que eso deja más claro el concepto de secta sexual- Me gustaría poder verle el rostro a Alessandra en este momento, quisiera conocer su expresión facial, pero, sobre todo, quiero saber cómo va a mirarme la próxima vez que tenga que hacerlo. -¿Sabes? Tu eres de hecho el tipo de chica con el que él tendría un amorío- Bien, pues Jules no se equivoca en este punto en particular. -¿Qué te hace pensar eso? -¡Por Dios Alessandra ¿Qué no te has visto nunca en un espejo ?! Cualquier hombre se moriría por ti, y creo que ese “Cualquier” Incluye al jefe. -Yo no tendría nada con una persona como él, es un narcisista, ególatra con complejo de semidios que cree que tiene al mundo en su mano nada más porque gerencia la compañía que papi le ha dejado, él no es el tipo de persona con la que me gustaría estar, digamos que mis expectativas son un poco más altas- Me alejo del vidrio porque no quiero seguir escuchando lo que Alessandra dice, porque si bien ya había una apuesta con John, en este momento la apuesta tomo un nuevo rumbo. Voy a hacer que esa mujer se enamore de este ególatra despreciable, cueste lo que cueste.
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