Para el momento en que cruzamos el camino de entrada, todo en mi quería que Jagger diera la vuelta y pisara el acelerador. Ni siquiera había visto a mis padres y ya comprendía que esto era un maldito error. En cuanto el auto se detuvo frente a la casa, la cual aún se conservaba de la misma manera que el día que me fui, no pude evitar que los recuerdos horrorosos aparecieran. ¿Cómo podía callar a mi cabeza? Mi mente no dejaba de ponerme carteles de advertencia e instándome a correr. Lo había decidió, no había forma de que saliera de este automóvil, ni aunque me trataran de sacar a la fuerza. Claro que Jagger pensaba muy diferente a mi, porque apenas estacionó, se bajó, luciendo como un maldito modelo de revista. Cualquiera que lo viera, no creería que estuvo manejando durante más de